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Museos chintololos
U

na de las delegaciones que conserva más rasgos identitarios es Azcapotzalco, en gran medida, gracias a que existe un sentido claro de quiénes son y de dónde vienen. Es interesante advertir cómo se autonombran orgullosamente chintololos, como sinónimo de tepaneca o azcapotzalca.

Ya hemos hablado del altepetl que fundaron en el siglo XIII los tepaneca (los que viven en el pedregal), que hoy conocemos como Azcapotzalco. Llegaron a ser lo que en términos hispanos se considera un imperio, que dominó a los pueblos más importantes de la cuenca. Constituyó un centro ceremonial y comercial de gran importancia, que tenía fama por sus técnicas artesanales especializadas en el trabajo de la concha, piedra, hueso, pluma y cerámica excepcional.

El altepetl de Azcapotzalco decayó alrededor del año 1428, cuando los mexicas, tlatelolcas y texcocanos emprendieron una feroz ofensiva en su contra, hasta sacarlos de su territorio. Regresaron como súbditos de México-Tenochtitlan y su historia fue borrada por los conquistadores mexicas. Sin embargo, la memoria de su antigua grandeza permanece en el alma de sus habitantes.

Se acaban de inaugurar dos museos en el prodigioso Parque Tezozomoc, que ha tenido una profunda renovación. Uno junto al otro, ambos están cubiertos en el exterior por coloridos murales del pintor Iseo Noyola.

El Museo de los Pueblos Originarios recibe al visitante con un hermoso mural alegórico de la flora y tradiciones de Cuetzalan, obra del artista de esa población Gregorio Méndez Nava. En el interior se muestra un enorme mural de herramientas de Jaled Muyaes y parte de la excepcional colección de máscaras de todo el país, que coleccionó el escultor-antropólogo con su esposa Estela Ogazón. Pronto habrá talleres de artesanos.

Adjunto se levanta el Museo de Azcapotzalco, con una excelente y bella museografía de Gabriela López Pérez y el arqueólogo Luis Córdoba, nos lleva por la historia de esta demarcación desde el pleistoceno hasta el siglo XX.

En la sala de arqueología se exponen más de 400 piezas encontradas en Azcapotzalco en distintas épocas. Nos recuerdan la presencia de los tepanecas y su rica cultura de la que podemos apreciar aquí varias muestras notables de cerámica y piedra: platos, besotes, figurillas, malacates, cajetes y mucho más.

En otra sala se pueden ver las transformaciones más importantes que ha tenido Azcapotzalco a partir de la llegada de los españoles. Simbólicamente nos recibe un teocalli en ruinas en contrapunto con la parroquia de Felipe y Santiago, belleza arquitectónica que aún existe. Un video con voz nos muestra la Capilla del Rosario una de las joyas barrocas de México y varias otras que decoran el antiguo templo dominico.

En el gran atrio se llevó a cabo al última batalla de la Independencia, que aquí se recuerda. Aparecen personajes, se conoce la relevancia de las encomiendas, tributos, el reparto de tierras y mucho más.

Estos museos son parte del vasto legado cultural que deja el delegado Pablo Moctezuma, que incluye el Faro Poniente Xochicalli, impresionante construcción con seis edificios que van a albergar talleres y actividades relacionadas con la herencia ancestral que guarda la demarcación. Aquí ya funciona un juego de pelota precuauhtémico que tiene mucha actividad; es fascinante conocer cómo era ese juego que requiere enorme destreza y condición física.

Se requerirían muchas crónicas para platicar todas las obras que se han realizado que incluyen decenas de murales y varias esculturas. Lo mejor es darse una vuelta por la delegación, con una pausa para disfrutar su gastronomía.

Después de visitar la hermosa Casa de la Cultura que data de finales del siglo XIX y la vecina Parroquia, se cruza al Jardín Hidalgo en donde se encuentra en un costado la cantina La Luna. Se encuentra en la parte alta de una casona con ventanas al bello jardín. Puede acompañar el copetín con una suculenta torta de 18 centímetros que preparan en la parte baja o con la botana de la casa.