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De nuestras Jornadas

La SEG: ni para dónde hacerse

D

e los dos más acuciantes reclamos de la sociedad guerrerense de estos días, la seguridad pública y la falta de maestros en las escuelas de educación básica, este último es el menos justificable, si no es que nada.

Podría entenderse que todo lo que el gobierno estatal hace en el tema de seguridad pública no produce, por mucho, el efecto deseado, porque se trata de un fenómeno social sumamente complejo; tanto que ni el propio gobierno federal, de Enrique Peña Nieto, logró someterlo a lo largo de casi seis años.

Pero en el caso de la falta de docentes en las escuelas no resulta fácil comprender el por qué la autoridad no pone la solución. Maestros es lo que Guerrero tiene de sobra; son tantos que al principio del gobierno de Ángel Aguirre Rivero se supo que más de 10 mil de ellos estaban comisionados a oficinas centrales, al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y a la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación.

Eran, de hecho, la causa del boquete en las finanzas estatales, pues para pagarles sus salarios, como nunca tuvieron techo presupuestal federal –y es el gobierno federal el que paga la nómina magisterial–, el gobierno del estado ha tenido que meter mano a los presupuestos de incontables organismos públicos para pagarles.

Y no sólo eso: cada tanto, grupos de maestros idóneos –los que aprueban los exámenes de ingreso con las más altas calificaciones– se manifiestan para exigir que los contraten, como fue la promesa que les hicieron.

En cambio, pasan muchos meses desempleados, porque la Secretaría de Educación de Guerrero (SEG) no requiere sus servicios, aun cuando la falta de maestros en las escuelas es motivo de conflictos sociales de no poca monta, causante de bloqueos viales y de tomas de edificios públicos, porque los padres de familia quieren que sus hijos realmente se preparen en lo académico, y no sólo reciban su certificado al final del ciclo escolar.

Por eso es que no se entiende que no pueda idear un mecanismo para sustituir de manera inmediata, así sea temporal, a cualquier maestro o maestra que tenga que dejar el aula por salud, por gravidez, por defunción o por jubilación.

El caso es que la dependencia no tiene ni para dónde hacerse.