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Señalan riesgos para mujeres

Muxes, indígenas y seropositivos, contra los estigmas y por la salud

Advierten sobre reticencia de varones para informarse y modificar hábitos

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▲ El Consejo Estatal para la Prevención y Control del Sida y el Centro Ambulatorio para la Prevención y Atención del Sida e Infecciones de Transmisión Sexual enviaron recientemente dos laboratorios móviles de detección a la cuenca del Papaloapan, donde realizaron mil 608 pruebas.Foto La Jornada
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▲ Cristian, paciente seropositivo, muestra la llamada ‘‘pastilla rosa’’, una combinación de emtricitabina y tenofovir que lo ayuda a controlar su padecimiento.Foto Diana Manzo
Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 27 de agosto de 2018, p. 26

Juchitán, Oax., Ante una diarrea y cansancio persistentes, además de inflamación de ganglios, Cristian decidió visitar al médico, quien ordenó que se le practicara la prueba Elisa, la cual resultó positiva a VIH/sida. Recuerda que cuando tuvo en sus manos el resultado de los análisis sonrió, dio brincos por todo el consultorio y después rompió a llorar.

Llegar a su casa fue un calvario, pero se armó de valor para comunicar a sus padres que estaba infectado de VIH/sida. Se le vino encima un mundo de regaños, culpabilidades y resentimientos. Era junio de 2010.

De 43 años de edad, indígena, muxe (hombre que asume un rol femenino) y habitante del Istmo de Tehuantepec, cuando le detectaron el virus de la inmunodeficiencia humana, su vida pareció deshacerse. A pesar de vivir discriminación, hoy es sobreviviente y activista en la lucha contra ese padecimiento y el estigma social.

Le cuesta trabajo hablar sobre la relación entre su padecimiento y su estilo de vida, pero reconoce que ello le sirve de catarsis. Recuerda que por el amor que le tenía a la pareja que lo infectó, no usó condón.

‘‘A los 13 años comencé mi vida sexual y trabajé de sexoservidora en la capital oaxaqueña. Posteriormente viví con una persona que me golpeó mucho. Regresé a mi casa y conocí a un muchacho con el cual viví, pero en el trayecto comencé a sentirme mal. Fui al médico y me dijo que era VIH positiva’’, narró.

Además de ser activista, Cristian se dedica a la elaboración de adornos tradicionales, al maquillaje y al peinado. Vive con su padre y crió desde recién nacidos a cuatro sobrinos a quienes considera sus hijos.

Cuando supo de su mal, lo invadieron la depresión y ansiedad, además de enfrentar mayor discriminación. Recurrió a las drogas y al alcohol, y a pesar de que estaba en tratamiento, no podría prescindir de ellos. Al menos tres veces intentó suicidarse cortándose las venas.

‘‘Vivir con VIH ha sido la peor pesadilla que he tenido, pero también ha sido un aprendizaje. Mi vida cambió. Después de vivir entre la droga y el alcohol decidí dejar todo y tomar un tratamiento. Ingresé al Capasits de Oaxaca (Centro Ambulatorio para la Prevención y Atención en Sida e Infecciones de Transmisión Sexual).

‘‘Desde entonces he aprendido a vivir con esta enfermedad. Actualmente soy indetectable (la concentración de virus en su cuerpo no es suficiente para transmitirlo); es decir, aunque me hagan análisis ya no salgo positivo, gracias a los medicamentos y a mi esfuerzo por vivir saludable.’’

Al enterarse de que estaba infectado, lo compartió con sus compañeros más cercanos de la comunidad de la diversidad sexual. Muchos se alejaron y dejaron de hablarle, además de propalar que estaba enfermo.

El rumor llegó a oídos de sus familiares, quienes también se apartaron, pues ‘‘la sociedad en general aún ignora que se puede convivir con un paciente con VIH’’.

Cristian señala que persiste el tabú acerca del sida. El paciente queda marcado de por vida y ello ha contribuido a que no exista una cultura del uso del condón,

Esto a su vez ha propiciado que el índice de contagio haya aumentado, especialmente entre las mujeres. Las amas de casa ocupan el segundo lugar entre grupos de mayor contagio.

‘‘El VIH/sida no es como un cáncer. A los enfermos de cáncer se les compadece, se les acompaña; a nosotros se nos culpa, se nos señala, nos desprecian y hasta nos corren de las mesas. ¡Qué triste es nuestra sociedad!’’

Eligió ser activista porque cree que así podrá ayudar a otros a prevenir contagios.

Contar su experiencia y hacer reflexionar a la gente ha sido muy complicado, porque ‘‘difícilmente se sientan a escucharte o a darte una palabra de aliento; al contrario, se alejan cuando saben que estás infectado. Todo cambia y se vuelve una terrible situación de orfandad.

‘‘Las puertas se me abrieron después de que viví encerrado en una burbuja. Llegué a pesar 50 kilos, cuando mi peso normal es de 80. Todo cambió: mis dizque amigos se fueron y llegaron los reales. Es muy duro vivir con VIH porque el estigma es letal’’, recuerda.

Cristian sólo estudió la primaria, pero desde hace dos años forma parte del programa internacional, TransFormándose, que promueve la Fundación Mexicana para la Planeación Familiar AC (Mexfam) y difunde información entre su comunidad.

‘‘La pastilla rosa o Truvada (uno de los nombres comerciales de la combinación de los antirretrovirales tenofovir o disoproxil y emtricitabina) debe tomarse diario. Es un pecado no hacerlo. El tratamiento así lo indica y se tiene que cumplir. Antes era un coctel de medicamentos, como 20 tal vez; ahora es una sola y me ha dado la vida’’, resaltó.

Incidencia en aumento

Yoselin Vásquez García es activista muxe de la agrupación Gunaxhii Guendanabani (ama la vida, en zapoteco) y de Las Otras Hijas de San Vicente. Desde hace 10 años trabaja para crear conciencia entre jóvenes y adultos, pues el VIH sigue siendo tabú y una enfermedad en auge.

El limitado uso del preservativo, asegura, ha causado que el VIH crezca, pero también la sífilis y otros padecimientos. ‘‘Las enfermedades de transmisión sexual son una cadena. Los hombres que tienen relaciones con hombres son los que más se contagian, y lo más grave es que muchos tienen esposas y no usan condón cuando tienen relaciones con ellas’’, explicó.

Vásquez García comenta que el hombre ‘‘es el ser más difícil para hacer conciencia’’ y lo ha comprobado en las pláticas que imparte en espacios públicos y escuelas, donde la mayoría de los asistentes son mujeres de minorías sexuales.

Yoselin también realiza pruebas rápidas de detección y comparte mensajes de prevención a las mujeres afiliadas al programa Oportunidades. (Ellas) ‘‘nos han confesado que sus esposos se niegan a usar el condón y las cuestionan. Esa actitud machista y de violencia ha sido aliada del VIH’’.