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38 Foro de la Cineteca

Cabeza de borrador

Foto
▲ Fotograma de la cinta de David Lynch
C

abeza de borrador (Eraserhead, 1977), el primer largometraje de David Lynch, es, junto con El show de terror de Rocky (Sharman, 1975) o El topo (Jodorowsky, 1970), una de las películas de culto de reputación más perdurable en el cine contemporáneo. Para muchos cinéfilos sigue siendo incluso el mayor emblema de dicho subgénero. Su propuesta narrativa no ha perdido un ápice de originalidad y fuerza desde su estreno comercial, hace cuatro décadas. Todo lo contrario. Su protagonista, Henry Spencer (Jack Nance), un hombre ordinario, progenitor perplejo de una creatura monstruosa, agobiado por una sucesión de eventos grotescos que lo sumen en una larga pesadilla, ofrece la imagen de un individuo frágil que asiste impotente a una descomposición física y moral que lo rebasa. La familia de su novia, Mary X (Charlotte Stewart), le da un trato de personaje indeseable y lo abruma con sus excentricidades; la propia joven lo abandona poco después, incapaz de soportar el llanto y el horror de su bebé deforme. Confinado en una habitación sombría, a lado de la creatura berreante cuyo físico semeja al de un carnero desollado, Henry se libra a ensoñaciones evasivas inverosímiles (el idilio con una rubia cantante de mejillas hipertrofiadas y granulentas o la voluptuosa sumisión a los avances sexuales de una vecina) que culminan en un delirio tan perturbador como la pérdida literal de la propia cabeza, cuyo interior será utilizado por una fábrica de lápices para elaborar borradores.

A partir de estas imágenes deliberadamente absurdas, el director se libra al tipo de escritura automática practicado por los surrealistas que, en apariencia, no remiten a lógica alguna, pero que simbólicamente ilustran todo aquello que la conciencia humana reprime o desecha, como el impulso sexual y sus expresiones heterodoxas, la procreación y sus fantasmas más oscuros, las convenciones del bienestar físico y la apariencia aceptable y, de modo general, la ilusión de un orden racional en el mundo. David Lynch, quien era pintor antes de convertirse en cineasta, alegaba estar fascinado por las texturas del mundo físico y por el espectáculo de la degradación de los objetos y los seres humanos. De esa descomposición plástica surgía lo grotesco, que a su vez permitía al artista acceder a una manera original de entender el mundo. Cabeza de borrador es una película que refleja, de modo áspero y sugerente, los miedos y contradicciones de una sociedad estadunidense a finales de los años 70, al término del periodo muy fértil de la disidencia y la contracultura, que se encaminaba ya al triste neoconservadurismo encarnado por Ronald Reagan y su mayoría moral. Esta lectura la sugirió, en su momento, el propio realizador, y 40 años después parece cobrar una pertinencia todavía más aguda. La oportunidad es ahora única de poder apreciar, con el debido estremecimiento, esta obra singular presentada en una copia remasterizada con resolución 4K. Un clásico del ine de medianoche, una delicia perversa.

Se exhibe en la sala 8 de la Cineteca Nacional a las 12:30 y 18:15 horas.

Twitter: Carlos.Bonfil1