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CCE: ¿del odio al amor? // Larrea: piropos tóxicos

C

on tambores de guerra como música de fondo, la cúpula empresarial del país –a la batuta el Consejo Mexicano de Negocios– se rebeló y más que el músculo enseñó el cobre en plena campaña electoral. Pintó un futuro apocalíptico si Andrés Manuel López Obrador ganaba los comicios del pasado primero de julio.

Al entonces candidato con apodo de pez le dijo de todo, y lo amenazó con retirar y/o cancelar inversiones si aquella posibilidad se volvía realidad. Gritona, ofensiva, la cúpula descaradamente metió las manos en la campaña electoral, pero no pudo y el primero de julio López Obrador no ganó… arrasó.

Ayer, a escasos tres días de los comicios dominicales, el candidato ganador se reunió con esa misma cúpula y como por arte de magia los otrora combativos líderes empresariales radicalmente modificaron su discurso en contra de Andrés Manuel, y para ellos ahora todo es miel sobre hojuelas: apertura , actitud positiva, absoluta confianza, certidumbre, serenidad y visión de futuro, entre otros bombones lanzados al futuro inquilino de Palacio Nacional.

Hoy mansita, agachada y propositiva, esa misma cúpula ofrece lo que sea para trabajar hombro con hombro con López Obrador. Sonriente, comprensivo y cariñoso, la cabeza visible del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Juan Pablo Castañón, repartió flores y le dijo a Andrés Manuel que lo que más nos preocupa es que construyamos juntos, sociedad y gobierno. ¿De cuándo acá?

En la fiesta del acomodo y el oportunismo, para la cúpula todo se vale, por lo que, dicen, quedó atrás, oficialmente, el reclamo del propio Castañón, quien apenas unas semanas atrás advertía que el empresariado cupular no quería un gobierno como el de AMLO, porque estaríamos dando un paso atrás en la modernidad y regresaríamos a escenarios que ya superamos.

En este azucarado contexto de entendimiento y de confianza (versión CCE), cómo olvidar aquel desplegado (Así no) que publicó el Consejo Mexicano de Negocios (CMN, que agrupa a los más ricos entre los ricos), por medio del cual exigimos respeto, (porque) no es denigrando ni calumniando como se establece y fortalece una relación constructiva y de confianza con el sector productivo y empresarial de México.

Esa fue la respuesta de la minoría rapaz (AMLO dixit, calificativo que, por cierto, resume puntualmente a la mayoría de los empresarios que aglutina el CMN) a las críticas del entonces candidato López Obrador, y dentro de ese grupo destacó la reacción de uno de los rapaces entre los rapaces, el tóxico Germán Larrea, dueño de Grupo México, a quien López Obrador calificó de traficante de influencias.

Se trata del mismo personaje que a finales de mayo promovió el voto en contra de López Obrador e hizo pública su preocupación por propuestas de estatización de empresas, derogación de reformas energética y educativa, entre otras ideas que significarían un retroceso de décadas; este modelo económico afectaría la economía familiar y el bienestar del país, se devaluaría nuestra moneda y se provocarían fuertes alzas de precios en productos y servicios.

Eso dijo el preocupado Larrea a fina-les de mayo. Pero ayer, también como por arte de magia, el tóxico barón de la minería soltó una ráfaga de piropos a quien apenas semanas atrás descalificaba al 100 por ciento: coincidimos y oímos con beneplácito su discurso inaugural como próximo presidente electo, en donde nos convoca a todos los mexicanos a la reconciliación y a trabajar en unidad por el bien de México; apreciamos sus palabras en materia económica.

Entonces, con este tipo de empresarios, obvio es que México no necesita más enemigos.

Las rebanadas del pastel

Que gracias por sus buenos deseos, responde AMLO a los tres cochinitos (Salinas, Fox y Calderón), pero que se ahorren el discurso, porque de cualquier forma sus multimillonarias pensiones van para atrás.

Twitter: @cafevega