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Economía estadunidense IV: depresión salarial
E

n un ejercicio muy interesante, la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS, por las siglas en inglés de Bureau of Labor Statistics www.bls.gov) analiza la concepción, los métodos de estimación y el comportamiento histórico de la llamada participación laboral en el producto, (Monthly Labor Review, Estimating the US labor share, febrero 2017).

Se refiere, en primera instancia, a la compensación que reciben los trabajadores estadunidenses por su trabajo y utiliza el universo de trabajadores urbanos (Non Farm, por su término en inglés) que representa 91 por ciento de una fuerza civil laboral de poco más de 160 millones de estadunidenses.

Ingresan en su análisis 73 millones de mujeres y 74 millones de hombres que componen dicha fuerza laboral urbana y subrayan una evidente tendencia a la baja de la participación de sus compensaciones en el ingreso nacional total, es decir, en el producto. Eso los condujo a profundizar en su reflexión. Además de haber observado ya la creciente dispersión de las remuneraciones de los diversos tipos de trabajadores –característica del mundo laboral actual y que me permití señalar en otro momento– observan una decreciente participación de sus compensaciones laborales en el ingreso nacionales. Crónica, por lo demás.

El asunto se ha agudizado. Sí, agudizado, de finales de 2001 en adelante. Aunque antes –entre 1992 y 1997– ya se había presentado una importante advertencia, justo cuando esa participación de los trabajadores perdió casi tres puntos porcentuales (2.6 puntos de participación), equivalentes a poco más de 200 mil millones de dólares de 1997.

Para darnos una idea de esa pérdida, recordemos que el PIB de México en 1997 fue del orden de 500 mil millones de dólares (con tipo de cambio de mercado). Así, la pérdida de la capacidad de compra de bienes y servicios de los trabajadores estadunidenses representó 40 por ciento del producto mexicano de ese año.

Es cierto que entre 1997 y el año 2000 hubo una recuperación de casi tres puntos, esto hizo pensar no sólo a analistas, sino a sindicatos y a trabajadores en general, que nuevamente se accedería a los niveles anteriores a la caída. Incluso que se podrían alcanzar de nuevo los altos niveles de participación de las compensaciones laborales en el ingreso nacional, de los años 60. ¿Cuales? Los promedios del orden de 65 por ciento, merced a la agregación de todas las formas de compensación: salarios, sueldos, comisiones, propinas, bonos, pagos por despidos, pagos por compra anticipada de jubilación, subsidios regulares, ayudas de renta y de transporte, fondos de ahorro y de previsión, primas vacacionales, contribuciones a los fondos de pensiones, pagos de seguridad social y de gastos médicos, fundamentalmente.

Hoy –¡admírese usted!– esta participación es cercana a 57 por ciento (57.4). ¿Qué explicación presentan los analistas estadunidenses de la oficina laboral gubernamental?, fundamentalmente el gap (brecha) entre la evolución de la productividad real –estimada con el producto real por hora– y el salario real –estimado con la remuneración real por hora.

Lejos de seguir el mismo paso, como aconteció de 1947 a mediados de los años 70 (30 años), la productividad creció mucho más rápidamente que el salario real. De 1947 a la fecha esa productividad creció casi cuatro y media veces, y en ese mismo periodo la remuneración real apenas lo hizo en poco menos de tres veces. Pero el separamiento de comportamientos se dio, primordialmente, de inicio de los años 70 en adelante.

Esto explica, entonces y según estos mismos analistas gubernamentales del vecino país, el socavón que hoy existe. Sí, entre la participación de las remuneraciones al inicio de los años 60, del orden de 65 por ciento del producto y la participación actual, del orden de 57 por ciento. Se trata –ni más ni menos– de casi ocho puntos porcentuales de descenso al comparar promedios de máximas y promedios de mínimas participaciones, de la posguerra a nuestros días. Dicho en buen romance significa que hoy día es mucho mayor el apoyo de los trabajadores estadunidenses a la generación del excedente bruto empresarial que al bienestar de sus propias familias. Así de simple.

Por eso se descubre una tendencia hacia una participación mayor de los ingresos de las empresas en el ingreso nacional. Y todavía más –como lo veremos pronto– de las empresas financieras en relación al resto de empresas de esta debilitada economía estadunidense. Pero, más que nada, de este país con una debilitada y pauperizada fuerza laboral. De veras.