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Los hermanos Safdie y Noah Baumbach participan en el festival de Cannes

Se multiplican en Nueva York los proyectos de cine independiente

A diferencia de Los Ángeles, donde se libran batallas solitarias, en la Gran Manzana priva un sentimiento de comunidad: Nathan Silver

Desde 2004 la alcaldía ofrece incentivos fiscales

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Fuera de Hollywood, en Nueva York se encuentran los estudios cinematográficos más grandes de Estados UnidosFoto Felipe Carrasco
 
Periódico La Jornada
Domingo 14 de mayo de 2017, p. 7

Nueva York.

Noah Baumbach y los hermanos Safdie, que estarán en la competencia oficial del festival de Cannes, ilustran la vitalidad del cine independiente en Nueva York, donde los proyectos de todo tipo se multiplican como nunca.

Para la comunidad de cineastas independientes, Nueva York es un mundo pequeño. Se cruzan en el KGB, un bar del East Village o en las proyecciones del Film Forum, refugio de los cinéfilos desde hace casi 50 años en Houston Street.

Hay un verdadero sentimiento de comunidad del quehacer independiente, dice el cineasta Nathan Silver, quien vive en Nueva York, desde hace 16 años.

Muchos directores trabajan con los mismos directores de fotografía, los mismos compositores. Me gusta mucho eso, dice Silver, cuyo filme más reciente, Thirst Street, acaba de estrenarse.

El neoyorquino Oscar Boyson coprodujo dos cintas de Noah Baumbach y otros dos largometrajes de Josh y Benny Safdie, entre ellos Good Time, en liza para la Palma de Oro.

Sentimos que hay apoyo, que las personas se ayudan unas a otras, explicó Jonathan Wacks, director de la Feirstein Graduate School of Cinema, la primera escuela superior pública de cine de Nueva York, creada en 2015.

En Los Ángeles las personas están muy dispersas, comparó. Cada uno libra su propia batalla.

Si bien Nueva York está casi siempre presente de una manera u otra en Cannes, hacía tiempo que la selección oficial no recibía a dos representantes tan identificados con la ciudad.

Noah Baumbach y los hermanos Safdie son sólo la parte visible de este medio en ebullición, que comprende sobre todo a Geremy Jasper (Quincena de Realizadores en Cannes), Laura Poitras (Óscar al mejor documental en 2015), Bennett Miller (premio de la puesta en escena en Cannes en 2014) o Benh Zeitlin (Cámara de Oro en Cannes en 2012).

A la capital cultural de Estados Unidos no le faltan grandes películas ni grandes directores, entre ellos Woody Allen, Martin Scorsese o Jim Jarmusch, pero Nueva York es hoy, más que nunca, una ciudad de cine.

El programa de incentivos fiscales lanzado en 2004 por el estado de Nueva York la ha convertido en gran polo para las grandes producciones de cine y de televisión.

A toda máquina

Los estudios Steiner, inaugurados en 2004 en los antiguos astilleros militares de Brooklyn, son los más grandes de Estados Unidos, fuera de Hollywood.

En Queens, los estudios Kaufman, en operación desde 1920, funcionan a toda máquina. La industria se ha vuelto loca, resume Jonathan Wacks. El impacto económico está cifrado en cerca de 8 mil millones de dólares anuales.

La nueva escuela Feirstein abrió las puertas del cine a estudiantes con perfiles muy diversos, que no tenían el dinero para pagar la inscripción en Columbia o en la New York University, las dos referencias de la ciudad hasta el momento.

Feirstein, la única escuela de cine de Estados Unidos situada en el mismo lugar que un estudio (Steiner), reivindica una apertura inédita, más bien orientada a las ideas que al lado técnico, según Wacks.

Hay pocos profesores de tiempo completo y muchos colaboradores, la mayoría viviendo en la misma Gran manzana. La cultura neoyorquina se perpetúa y existe un lazo entre los grandes de antaño y los Safdie, Baumbach o Silver.

Hay una tradición de cine neoyorquino de diálogos, subraya John Vanco, vicepresidente y gerente general de IFC Center, uno de los principales cines experimentales y de arte de la ciudad.

Su inspiración, parlanchina, nerviosa, incluso neurótica, viene de la calle. Uno ve constantemente personas extrañas, situaciones extrañas, porque todo el mundo se aprieta en estos pequeños lugares con una multitud de extranjeros, explicó Silver.

Para Silver muchos viven una relación apasionada con Nueva York, que los alimenta. Me vuelve loco, pero en el buen sentido, aseguró.