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Fue violado por el rector del seminario, que tiene una historia delictiva de 20 años

Busca justicia en Coahuila contra sacerdote pederasta protegido por Iglesia y autoridades
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Roberto Javier Calzada Tamez nunca imaginó que en el seminario sería violado por el rector Juan Manuel Riojas Martínez. En la imagen, con un compañero, cuya identidad se reservaFoto La Jornada
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 9 de abril de 2017, p. 12

Ilusionado por su vocación sacerdotal, Roberto Javier Calzada Tamez ingresó al seminario de Piedras Negras, Coahuila, a los 15 años, pero nunca imaginó que en ese lugar santo sufriría la peor de las agresiones: el rector Juan Manuel Riojas Martínez, conocido como el padre Meño, lo violó.

Esto queda entre tú y yo, le dijo el sacerdote luego de agredirlo sexualmente, aprovechando que estaba dormido. Anteriormente ya lo había obligado a practicarle sexo oral y esta vez el dolor provocado por la penetración lo hizo forcejear y defenderse, aunque el acto fue consumado.

Roberto Javier no fue la primera víctima. Riojas Martínez lleva una carrera delictiva sexual de 20 años en el peor de los lugares: el seminario, donde decenas de menores de edad ingresan cada año para convertirse en sacerdotes. El padre Meño ha sido protegido por el obispo de Piedras Negras, Alonso Gerardo Garza Treviño, quien recibió otras denuncias, y pese a los delitos cometidos por el presbítero, lo mantuvo en el seminario, primero de director vocacional, luego de director espiritual y finalmente fue ascendido a la rectoría.

El encubrimiento del obispo fue más allá: intentó obligar a Roberto Javier a firmar una carta redactada en primera persona en la que lo eximía de toda responsabilidad judicial, luego de que el seminarista acusó con él al sacerdote pederasta y no hizo nada. El joven se negó e interpuso una denuncia penal y la correspondiente al orden eclesiástico ante el nuncio apostólico en México, Franco Coppola, con fecha del 10 de marzo.

La copia de la carta apócrifa, que tiene La Jornada, señala: Expreso que no es mi voluntad que el señor obispo Alonso Gerardo Garza Treviño sea acusado de no actuar en el orden civil en lo referente al caso de mi persona. Lo exculpo totalmente de que no proceda él ante la autoridad civil, pues sé que él nunca aceptaría complicidad en una situación así.

En entrevista para este diario, Roberto Javier cuenta su historia y afirma que no descansará hasta encontrar justicia y evitar que el sacerdote pederasta, hoy prófugo de la justicia y protegido por el obispo, las autoridades judiciales de Coahuila que hostigan al denunciante y el gobierno de Rubén Moreira, siga dañando a más niños.

Juramento ante Dios

Roberto Javier realizó sus estudios de preparatoria en el seminario menor de la diócesis de Piedras Negras de 2013 a 2016, y actualmente se encuentra en el curso introductorio en el seminario de la arquidiócesis de Monterrey, donde cursa el cuarto año de su formación para sacerdote y fue exhortado a denunciar lo ocurrido.

Jura ante Dios que todo lo que estás diciendo es verdad, le pidió el obispo Garza Treviño el 20 de diciembre en la parroquia de San Pedro Apóstol, ubicada en Allende, Nuevo León, hasta donde se trasladó para escuchar la denuncia.

Yo accedí a jurar ante Dios porque todo lo que estaba diciendo era verdad, relata Roberto Javier. Luego, el obispo intentó ocultar el asunto: Yo te pido que guardes silencio y olvides estos hechos, porque pensar demasiado en ello te hará mucho daño. Cuéntales a tus papás de manera parcial para no hacer las cosas graves y no causar escándalo. Yo voy a resolver esta situación. Le aseguró que movería al agresor de la diócesis de Piedras Negras para que no se acercara a él ni a su familia.

En lugar de resolverlo, Garza Treviño creó toda una estructura para seguir protegiendo al cura pederasta denunciado en años anteriores por otras víctimas. Lo transfirió y lo convirtió en vicario de la parroquia Santuario de Guadalupe y director de las casas del migrante a cargo de la diócesis de Piedras Negras.

Roberto Javier también fue traicionado por su director espiritual del seminario, el presbítero Jesús Gerardo Martínez Compeán, quien estuvo enterado desde el principio de los abusos sexuales y luego jugó el papel de informante para el obispo Garza Treviño.

Acoso y abuso sexual

A Roberto Javier le ha costado trabajo reconstruir su historia de abusos, pero decidió salir a la luz pública para fortalecer la denuncia interpuesta ante la Procuraduría General de Justicia de Coahuila, que ya giró orden de aprehensión en contra del sacerdote pederasta.

Decidí dar la cara porque no tengo nada que esconder. No tengo miedo, confío plenamente en Dios. También lo hago para que no haga daño a más niños, expresa de entrada y cuenta la primera vez que fue agredido.

Durante el segundo año de preparatoria, el padre Meño lo invitaba a acompañarlo a las actividades y lo acosaba sexualmente pidiéndole que se sentara en sus piernas. Durante las misiones del verano de 2015, él y otro estudiante fueron hospedados en el mismo seminario, pero sólo a uno le dieron llave de su habitación.

“Mi cuarto siempre estaba abierto. Una de las noches llegué muy cansado y cerré con picaporte. El padre Meño tocó la puerta, pero como no le abrí, él lo hizo con la llave que nunca me dio. Me dijo que me acostara en la cama. Yo no obedecí, sólo me senté, y empezó a picarme las costillas, haciéndome cosquillas y agarrándome las manos. Yo le decía que andaba cansado y que quería dormirme. Él se enojó y se fue.

Luego, una noche de julio de 2015, me pidió que le llevara una jarra con agua a su cuarto y me invitó a ver una película. Me quedé dormido en una silla de su escritorio, en la esquina de su cama. Extrañamente, cuando me desperté yo ya estaba recostado boca abajo sin ropa. Sentí el peso del padre y su pene introducido. Cuando sentí ese dolor me giré y lo vi totalmente desnudo; forcejeó y llevó mi cabeza hacia su pene. Yo me quité y me fui hacia atrás de la cama y él levantó su cuerpo hacia mi cara. Fue terrible.

Al día siguiente lo llamó a su oficina y le dijo: Acuérdate de que esto queda entre tú y yo. Tenemos mucha confianza. Y sabes que te aprecio mucho. Luego, con miedo, se lo contó a su director espiritual, Martínez Compeán. Yo confiaba plenamente en el padre Chuy, porque me dijo que siempre me iba a apoyar, pero me di cuenta de que estuvo conmigo sólo para ver qué estaba haciendo y decírselo al obispo. En realidad, entre ellos mismos se comunicaban todo. Por eso, cuando puse la denuncia penal, el padre Chuy me dio la espalda totalmente, sólo me dijo que estaban en oración por mí y a continuación la diócesis también puso la denuncia el mismo día, diciendo que el obispo apenas se había enterado de la situación, cuando sabían todo desde meses antes.

En una estructura de simulación, después de la denuncia penal las autoridades judiciales de Coahuila, en contubernio con la jerarquía eclesiástica, se han encargado de hostigar a Roberto Javier. Mientras al obispo sólo lo han interrogado un día por escasa hora y media, al joven lo han sacado de su casa en la madrugada y lo interrogan durante horas.

“La última vez vinieron por mí a las dos de la madrugada y salí casi a las seis de la mañana. Me hacen preguntas raras, como: ¿qué pantalón traías?, ¿de qué color era? Me dicen que tengo que ser más preciso. Han interrogado a otros sacerdotes y el obispo los puso de acuerdo para que hablaran en favor del padre Meño. También hemos visto que algunos medios locales ya silenciaron las noticias”.

Otras víctimas

La estela de víctimas que el padre Meño ha dejado no sólo se concentra en el seminario, donde ha permanecido 20 años. También estuvo en la parroquia del Sagrado Corazón de Nueva Rosita, Coahuila, donde hubo denuncias, pero luego fue enviado nuevamente al seminario menor.

“Estoy seguro de que ha habido más víctimas y de otras generaciones. Siempre notaba el acercamiento del padre hacia algunos de mis compañeros, muchos de ellos se salieron luego. Lo peor de todo es que lo dejaron en el seminario sabiendo lo que hacía. El obispo me mintió, me dijo que había tenido quejas del padre Meño por asuntos económicos, pero nunca por abusos sexuales, cuando ya lo sabían por lo menos desde 2000.”

Sin embargo, el ex seminarista Ignacio Martínez Pacheco denunció desde 2000, ante el obispo Garza Treviño y otros sacerdotes del seminario menor, a Riojas Martínez.

Roberto Javier dice que nunca imaginó que pasaran estos delitos en el seminario: Yo batallé bastante para entrar al seminario porque mi familia no es mucho de ir a la iglesia y para mí fue muy difícil convencerlos. Si no me hubiera ido al seminario de Monterrey, ahorita no sería ni seminarista. En Piedras Negras ya ningún sacerdote me habla, porque me atreví a denunciar.

La conducta delictiva de Riojas Martínez ha ocasionado una estampida de vocaciones: decenas de jóvenes han abandonado el seminario de Piedras Negras, donde sólo quedan 14.

“Ya pasaron 13 días y el padre Meño sigue prófugo; si no fuera sacerdote ya lo habrían detenido.”