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La ambición te pide subir, la humildad, a veces dar la vuelta: López

Bonilla: el alpinismo prueba las contradicciones del ser humano

Ambos reitentarán escalar la peligrosa cumbre del K2 en 2017

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Badía y Mauricio recaudaron 45 mil 276 pesos con su intento al K2 que entregaron ayer a la Asociación Mexicana de Ayuda a Niños con CáncerFoto cortesía Una Pareja en Ascenso
 
Periódico La Jornada
Miércoles 9 de noviembre de 2016, p. a14

El K2, la montaña más mortífera y la segunda más alta del mundo, emergió del mar hace 65 millones de años y sigue creciendo. La K corresponde al nombre de la cordillera de Karakórum, entre las fronteras de China y Pakistán, que surgió de un choque geológico que no deja de elevarse. El número corresponde al serial de 32 montañas que contó el teniente británico Thomas Montgomerie a mediados del siglo XIX.

Mide 8 mil 611 metros, 237 menos que la mayor cima del mundo, el Everest, pero entre una y otra la verdadera distancia es el peligro. Dicen los expertos que a este último se sube caminando. Al K2 se le escala.

En 2008, once alpinistas murieron en esas laderas de hielo y piedra en sólo 24 horas, la mayor tragedia en la historia del K2. No eran novatos imprudentes, sino montañistas que conocían las trampas naturales y los caprichos del clima. Una comparación revela una dimensión del reto: si antes de ese año al Everest habían ascendido 4 mil 115 personas, en el K2 sólo 278 alpinistas coronaron la cumbre.

La noche de la tragedia, desde una montaña vecina, una pareja de mexicanos vio unas luces extrañas en la oscuridad. Mauricio López pensó que era demasiado temprano para intentar la cumbre del K2 y demasiado tarde para bajar. Badía Bonilla, su esposa y compañera de expedición, le confirmó lo inusual de aquella escena. La muerte de los escaladores ocurrió pocas horas después.

La ambición los cegó. Sí, ya estaban ahí, después de gastar tanto dinero, pensaron que no les pasaría nada, que todo era subir y bajar, intenta explicar Mauricio.

Ambos recuerdan el incidente con vivacidad. Algunos de los que murieron habían convivido con ellos antes de iniciar los ascensos. El francés Hugues d’Aubaréde había prometido a su esposa que si no lograba la cumbre en ese intento lo abandonaría para siempre. El siguiente año se imaginaba de vacaciones en una playa.

Pero cuando revisó el tiempo y vio que se abría una ventana climática decidió intentarlo por última vez, recuerda Mauricio. Esa noche Hugues murió al resbalar en la ladera fatal conocida como Cuello de Botella.

Badía y Mauricio intentaron la cumbre del K2 en el verano de 2016, como parte de su proyecto de escalar las 14 cimas más altas. Varias señales de la naturaleza les hicieron tomar la decisión de abortar la misión. Continuar habría sido un suicidio.

Hace falta humildad para tomar una determinación como esas. En la tragedia de los alpinistas la cumbre parece cerca, pero está tan lejos. Es como subirse a una nave que no tiene regreso, plantea Badía.

Mauricio y Badía son claros al hablar de su proyecto de alpinismo. No es un deporte ni un divertimento extremo. No hay marcadores ni luces ni aplausos ni premios. A veces, reconocen, se sienten incomprendidos.

Es una prueba a las contradicciones de la esencia humana, plantea Badía, y Mauricio complementa: En el alpinismo la ambición te empuja a subir y la humildad te aconseja que a veces es mejor dar la vuelta.

El próximo verano de 2017 volverán a intentar la cumbre del K2. Antes, en primavera, buscarán el Dhaulagiri y después otro intento a la cima mortal, porque para ellos la esencia humana es también la búsqueda.