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Ver día anteriorMartes 11 de octubre de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Mujeres, feminismo, democracia
H

ace dos semanas escribí en estas páginas mi artículo ¿Por qué las matan? Difícilmente podría hacerse una relación por la dimensión de su horror, de las peores y más brutales ignominias que ocurren a la humanidad; pero sin duda un ejercicio tal pondría entre los primeros lugares todas las formas de negación y violencia de los hombres contra las mujeres. ¿Cuántas veces se habrá escrito esto? Muchos miles, pero es indispensable mantener y profundizar en el discurso feminista de esta desigualdad de salvajes.

El crimen de la ablación del clítoris, principalmente entre los países de la África subsahariana negra. La negación de las mujeres mediante las vestimentas llamadas burka, chador, niqab e hiyab, en sociedades islamitas, son formas diversas de poner en condición de invisibilidad el cuerpo de las mujeres; totalmente en el caso del burka; en los otros vestidos dejando ver sólo una parte mayor o menor de la cara. Y deben permanecer en silencio, especialmente cuando están fuera de sus hogares. ¿Hay palabras para describir estas crudelísimas aberraciones? Y, así, hay teorías multiculturalistas que proponen respetar todas las culturas como forma de convivencia entre ellas. Es una propuesta extremadamente estúpida. Dejemos que esos millones de mujeres sigan siendo mutiladas e invisibilizadas para no crear diferencias entre los humanos por razones culturales. No, una lucha que parece en sus prolegómenos, es hacer de hombres y mujeres de todas partes, seres humanos. Sociedades que tienen como costumbre de vida, prácticas como las aludidas, digámoslo con todas sus letras, no son sociedades de seres humanos. Hago referencia a los hechos de hoy, no a su explicación histórica.

Esas colectividades, que son sociedades de primates de la familia de los homínidos llamada homo sapiens, están lejos de ser humanidad. Y a la vista de la discriminación, el maltrato, el tormento físico y sicológico, y el asesinato de mujeres que está presente en el resto del planeta, las demás colectividades del mundo están tan sólo en distinto grado, también muy lejos de ser humanidad. Los hechos detestables referidos muestran que los seres humanos son apenas un puñado de mujeres y de hombres, una proporción ínfima de los 7.5 mil millones de pobladores de homo sapiens del planeta.

Es posible que no sea la única, pero sí que es la más importante condición para ser humanidad, la igualdad efectiva entre mujeres y hombres. ¿A qué clase de igualdad hago referencia? Acudo para responder esa pregunta a la claridad conceptual de Celia Amorós, probablemente la intelectual del feminismo más importante de España y una de las de mayor talla del mundo. Una filósofa valenciana que para hacer su trabajo de profilaxis conceptual de los problemas que las y los feministas del mundo enfrentan, remite a cada paso al pensamiento por igual de los filósofos presocráticos, que al vasto pensamiento de la Ilustración, o a autores como Marx, o Weber, o Hegel, o Sartre (su pensador favorito; Verdad y existencia, entre sus obras predilectas), o a Simone de Beauvoir ( El segundo sexo, otra obra de referencia de su sólido pensamiento) y mucho más.

Las vindicaciones del feminismo, dice Amorós (tomando vindicación en su acepción de recuperar o reclamar alguien lo que le pertenece), no piden otra cosa para las mujeres sino aquello que los varones mismos históricamente han definido como lo genéricamente humano. En esas definiciones la Ilustración brilló históricamente como pocos pensamientos; tal es el caso de las abstracciones, las ideas, de lo genéricamente humano. Ideas tales como las de libertad, de individuo, de sujeto, de ciudadanía… Las mujeres cuando hablan de igualdad, no quieren lo identitario masculino, algo que por lo demás sería imposible, sino quieren para ellas también lo genéricamente humano. En este sentido, dice Amorós, el feminismo es una radicalización de la Ilustración: esas ideas ilustradas, en el pensamiento y en su ejercicio práctico tiene que alcanzar por igual a las mujeres. Por tanto, las mujeres han de criticar el despotismo de sus maridos de la misma manera que los varones criticaron el despotismo aristócrata: en la base de esa crítica está la idea del individuo autónomo, libre (no entro ahora a cuestionar las limitaciones de esas ideas del pensamiento ilustrado, que hay que entender en su contexto histórico), junto con todo lo cual se construye la idea de ciudadano. Las mujeres quieren ser iguales a los hombres, en los hechos y en los derechos, pero iguales en tanto esos hechos y derechos se inscriben con total autenticidad, en lo genéricamente humano.

Si lo dicho, siguiendo el pensamiento de Celia Amorós, es correcto, como a mí me parece, todo proceso de lucha por la democracia, ya desde sociedades dominadas por el autoritarismo, ya desde situaciones de democracias débiles o incipientes, ha de incluir lo genéricamente humano para mujeres y hombres por igual, con todo el contenido que posee lo que constituye lo identitario masculino y lo identitario femenino. Más aún, identificados hoy los variados géneros que existen entre los sexos femenino y masculino, lo genéricamente humano ha de abarcar a todos los géneros por igual.

Todo indica que una alianza de todos los géneros es indispensable para alcanzar para todos lo genéricamente humano y así entonces crear, verdaderamente, humanidad. Estamos muy lejos de esa meta, pero tenemos las ideas mínimas necesarias, tenemos a la vista los caminos que es preciso andar, y un día inauguraremos el nacimiento de la humanidad.