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El director alemán estrenó hace unos días en Venecia Les Beaux Jours d’Aranjuez

3D, el lenguaje más tierno que ha inventado el cine: Wim Wenders

Por desgracia, sólo se abusa de esta técnica para lo frío y violento en cintas para niños, lamenta

La tecnología cambia la forma de pensar, pero aún tocamos un árbol y atesoramos la experiencia

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Su próximo filme, Submergence, es un thriller romántico acerca de un rapto cometido por yihadistas. Tratamos de entender quiénes son estas personas y por qué piensan como lo hacen, señalaFoto Afp
The Independent
Periódico La Jornada
Lunes 12 de septiembre de 2016, p. a12

Venecia.

La relación de Wim Wenders con el Festival Cinematográfico de Venecia comenzó bajo circunstancias muy poco auspiciosas. El director alemán (autor de clásicos como París, Texas y Las alas del deseo, y cuya cinta más reciente, Les Beaux Jours d’Aranjuez, se estrenó hace unos días en Venecia) vino por primera vez a este festival hace 40 años. Su película El miedo del arquero al tiro penal (1971) se presentó, pero Wenders no alcanzó a llegar a Venecia a tiempo para la exhibición.

Estaba en España, filmando mi siguiente película, así que tomé un avión. Llegué al aeropuerto. Nadie me esperaba; nadie sabía mi nombre. Llegué por mi cuenta al Lido (sede del festival). Tomé el transporte público. Llegué al teatro... y la película había terminado.

El público se había ido. Las únicas dos personas que quedaban eran el actor y la actriz principales. Esta última lloraba y su maquillaje estaba todo descompuesto. El actor estaba furioso. “Había comenzado a beber. Me dijeron: ‘maldito idiota. Era nuestra única oportunidad’. Por primera vez estaban en un festival y no había nadie allí. Nadie tomó una foto; nadie hizo una pregunta.”

Un premio por correo

Al día siguiente Wenders se marchó. Ni él ni su elenco habían dado una sola entrevista. Su recuerdo más vívido del viaje fue cuando la policía lo despertó a las 5 de la mañana para que fuera al cuartel a confirmar que el alemán a quien habían arrestado por embriagarse y escandalizar la noche anterior (y quien había golpeado al encargado del bar en el hotel Excélsior) era en verdad el actor de su película.

Wenders partió con el rabo entre las piernas. Pasaron varios meses. Por correo le entregaron un paquete de extraño aspecto, que había sido redirigido varias veces. Era el premio de la crítica internacional de Venecia. Lo ganó sin saberlo y por fin llegaba a sus manos.

Entrevistado en una tarde de calor quemante a la sombra de un hotel de Venecia, Wenders, ahora de 71 años, es tratado con una deferencia que le habría parecido un sueño en la década de los 70. Los publicistas se afanan en torno a él para cerciorarse de que esté cómodo.

Su nueva cinta, como la que trajo a Venecia hace tantos años, fue escrita por su amigo, el dramaturgo Peter Handke. Es una obra de cámara, de meditación, situada en un jardín de las afueras de París. Un escritor está sentado en una habitación; escribe y mira por la ventana. Como si su imaginación los persuadiera de cobrar vida, un hombre y una mujer se materializan en la terraza. En el curso del filme tienen una conversación prolongada y dispersa sobre sus recuerdos de infancia y las diferencias entre hombres y mujeres. Evocan sus primeras experiencias sexuales.

Aunque no es Avatar, de James Cameron, Wenders la filmó en tercera dimensión. Le pregunto por qué.

En mi convicción, la 3D es el lenguaje más tierno, gentil y amigable que ha inventado el cine, declara Wenders, con mucha vehemencia, pese a su continente en general apacible. Por desgracia nunca se usa para ese propósito, sino siempre para lo opuesto. Es un medio frío y violento, utilizado para niños y no para adultos. Siempre se usa y se abusa de ella.

La convicción de Wenders es que la 3D es la mejor herramienta del cineasta para representar la naturaleza, pues está dotada de una intimidad de la que la 2D carece. El ojo es guiado mejor, uno se concentra más, mira más al rostro de los actores. La 3D hace que uno se meta más en la conversación, y se involucran otras partes del cerebro. Participamos en diferentes formas, y también se activan partes del cerebro que están muertas por completo cuando observamos una película plana.

Wenders no desecha por completo la narración en 2D. Su próximo filme, Submergence, programado para estrenarse el año próximo y protagonizado por Alicia Vikander y James McAvoy, está en ese formato. Es un thriller romántico oscuro, acerca de un ingeniero hidráulico raptado en Somalia por yihadistas islámicos. Tratamos de entender a esas personas, quiénes son y por qué piensan como piensan, señala en cuanto a sus intenciones al hacer esa cinta.

Les Beaux Jours está en una clave muy diferente. Empieza en un estilo poético, con tomas de calles vacías de París al anochecer mientras la canción Perfect Day, de su amigo Lou Reed, se escucha en la banda sonora. Esto, explica Wenders, es un pequeño homenaje a Reed (quien falleció en 2013). La cinta también tiene una aparición de Nick Cave, colaborador regular del cineasta (quien primero trabajó con él en Las alas del deseo.) En la película, la melodía viene de una rocola. El tema de la película, Cave Into My Arms (una de mis canciones de amor favoritas), es uno de los discos que toca la rocola del escritor, pero de pronto el demacrado e imponente músico australiano aparece en persona al piano.

Wenders describe aquel mueble como casi otro personaje del filme. Cuando era un joven director, antes de que pudiera almacenar 18 mil canciones en su smartphone, solía acechar bares que tuvieran rocolas, que a veces era la única forma de escuchar música. La llamaba la máquina salvavidas. Aún tengo una relación sentimental con ese viejo aparato.

El director alemán se describe como lo opuesto a la nostalgia. Pese al uso de artefactos como una máquina de escribir y la rocola en Les Beaux Jours, ha adoptado por completo las posibilidades de la filmación digital.

Orgulloso europeo, también tiene una relación muy ambivalente con la cultura estadunidense en general y con Hollywood en particular. En uno de sus filmes de los 70, Los reyes del camino, hay una línea famosa: Los yanquis han colonizado nuestro subconsciente. Le pregunto si 40 años después aún recela de la hegemonía cultural estadunidense.

Reducir los yanquis a Hollywood es tal vez totalmente inapropiado hoy en día, dice al repasar la pregunta. “Muchas opiniones que hoy tienen las personas, opiniones estadunidenses, se forman por el cine. Hasta el American way of life es una invención del cine.”

Ipads en los genes

Luego se pone a especular sobre la nueva tecnología, el cine y el desarrollo humano. La cultura actual es inventada por los medios, y el cine es parte muy importante de los medios. Cada vez más somos producto de la tecnología, y muy pronto ésta entrará en nuestros genes. Ya lo veo en mi nietecito: el fulanito tiene dos años y maneja la iPad mejor que yo. Nadie le enseñó: entra y conoce el camino. Es como si sus genes entendieran. Nadie le enseñó a abrirla o a brincar la seguridad. Hace cosas que uno no creería.

Dice no saber si es para bien o para mal, pero está seguro de que la tecnología está cambiando la base de nuestro modo de pensar... cambia nuestros recuerdos, nuestras relaciones con la experiencia de primera mano. Aún somos una generación que puede tocar un árbol y atesorar esa experiencia. En cambio, a su nieto no parece importarle mucho la experiencia de primera mano. La imagen es más importante que el objeto en sí. Las cosas cambiarán más de lo que quisiéramos. Quién sabe de aquí a dos o tres generaciones qué pensarán de la experiencia de primera mano, de tocar objetos, de estar realmente en alguna parte, comenta con énfasis.

Los serviciales publicistas ponen punto final a la entrevista. En esta ocasión, a diferencia de su primera visita, todo mundo sabe que está en la ciudad.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya