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Lydia Cacho y Javier Solórzano develaron la placa de fin de temporada de la obra

Las analfabetas aborda la necesidad de aprender desde un lugar distinto

En el fondo, el proceso pasa por enseñar qué significan las palabras, la labor de una maestra y alguien que no sabe leer ni escribir

La puesta en escena estuvo ocho semanas en La Titería

Foto
Dolores Heredia y Gabriela de la GarzaFoto cortesía de la producción
 
Periódico La Jornada
Martes 19 de julio de 2016, p. 9

La obra de teatro Las analfabetas, del chileno Pablo Paredes, es pertinente, dado el actual contexto de discusión sobre la reforma educativa, y necesaria para promover el diálogo y alejar la violencia, coincidieron Javier Solórzano y Lydia Cacho, quienes develaron, la noche del pasado domingo, la placa de fin de temporada de puesta en escena, protagonizada por las actrices Dolores Heredia y Gabriela de la Garza.

Es teatro de reflexión y búsqueda, cuya idea central de la obra es que no saber leer ni escribir es tan sólo uno de los analfabetismos que padecce el ser humano.

La temporada duró ocho semanas en el Centro Cultural La Titería.

Es un trabajo teatral sólido, que gira en torno de Ximena (Dolores Heredia), una mujer de cincuenta y tantos años, cuya vida la ha vuelto rabiosa y amiga sólo de las plantas; vive aislada para ocultar su analfabetismo. Jackeline (Gabriela de la Garza), una idealista profesora de lenguaje, desempleada, es contratada por ella para que cada día le lea el periódico. A pesar de la resistencia de su empleadora, Jackeline tiene como misión personal enseñarle a leer, para que pueda descubrir el mensaje que su padre le dejó en una carta, muchos años atrás, antes de abandonarla.

Los papeles se invierten permanentemente

Así, ambas mujeres comienzan un aprendizaje en el que los papeles de profesora y alumna se invierten permanentemente. Descubren que hay más de un analfabetismo.

Al final de la función quedó clara la importancia de los maestros en la vida de cada persona. Dan luz en la oscuridad en que sumerge el analfabetismo.

Antes de develar la placa, Javier Solórzano afirmó: “Algo que me llamó la atención es precisamente lo que estamos discutiendo en el país y en el mundo: qué es lo que debemos aprender. Por eso la discusión en el país tiene mucho que ver con la obra, si vale de algo saber escribir y leer. En este caso, la que ya aprendió a escribir y a leer es Ximena. La verdad, felicidades, por la actualización misma, que tiene mucho que ver con nosotros.

La obra parte de una premisa aparentemente sencilla: dos mujeres, una le enseña a la otra, en un marco cerrado, pero en el fondo el proceso pasa por enseñar qué significan las palabras, la labor de una maestra y alguien que no sabe leer ni escribir. Me gusta esta puesta en escena, primero, porque uno tiene gran admiración por estas mujeres y, segundo, porque se mete al tema de la educación, involuntariamente, por el momento que vive el país, el papel de los maestros, de la enseñanza, de las escuelas, de las aulas, de las dificultades de las maestras.

Se le hace ver que en México hay una triada de profesionales tradicionalmente muy respetados: el médico, el sacerdote y el profesor.

“Creo que estamos cambiando de manera muy vertiginosa. Se está transofrmando incluso la labor del maestro, no el papel que puede tener, sino la labor de cómo enseñar, cómo relacionarse con los alumnos, no sólo dentro del aula, sino afuera; los padres de familia, el Estado. Los médicos en el país han sido luchadores y esto, lo que está pasando, está rompiendo quizá las formas, pero no se puede acabar con ese triángulo que es tan fundamental para el desarrollo de México y de cualquier sociedad. Pienso que ésta sí valora a los maestros.

Además, todos tenemos un grato recuerdo de alguno de nuestros maestros. Estamos en el momento de entender cómo su lucha tiene que ver con lo que hacen. Considero que también debemos romper formas anquilosadas.

Lydia Cacho expuso en entrevista: “Esta obra es más que pertinente por la actual discusión sobre cómo lograr una educación mejor, pero más bien pareciera una guerra del Estado mexicano en contra del magisterio. Le está cobrando una educación pobre que él le proveyó hace 50 años. La discusión se está convirtiendo en una guerra, porque eso le conviene a unos actores del Estado. Pretende evitar la transformación profunda, no sólo de la educación, que en este país debe ser gratuita e integral.

Esta obra nos lleva a un lugar de donde debe partir la discusión sobre la reforma educativa y todo lo que implica. Es sobre la necesidad que todos tenemos de aprender desde un lugar distinto. Nos enseña a analizar la educación en el sentido de la alteridad, de la diversidad.

Falta de integridad

Sobre el papel de algunos medios de comunicación que hacen coro contra los maestros y siempre relacionan sus marchas y protestas con el caos, opinó: “Ese coro refleja la forma en que hemos sido educados, en la pobreza, y la corrupción en el periodismo. Es decir, la falta de integridad de los colegas que sólo siguen el guión escrito por el Estado y que han sido incapaces de servir a la sociedad, y nuestra finalidad como periodistas es eso. Creo que estamos haciendo un trabajo muy pobre, muy limitado. En su mayoría acaba traicionando a la sociedad.

Pienso que debemos mover la discusión sobre la reforma educativa a un ámbito de la negociación, no sólo de líderes. Ciertamente hay infiltrados para desacreditar el movimiento. Sin duda hay algunos maestros y maestras que ejercen violencia, pero es sólo una parte de la sociedad. Creo que generalizar por lo que hace un pequeño grupo de maestros y maestras no sólo debilita y paraliza el debate, sino lo imposibilita. Tenemos que movernos de ahí. Una obra como esta nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de discutir la reforma educativa.