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El cineasta presentó en Cannes su más reciente filme, El gran gigante amistoso

Yo no era un niño normal; era un bribón, afirma Steven Spielberg

En mis pesadillas he padecido del terror de las persecuciones de grandes animales: dinosaurios y osos; escribo todo con base en mis sueños, por eso mis cintas son intensas y fantasiosas, dice en entrevista

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Miércoles 25 de mayo de 2016, p. 9

Tras algunas películas de argumento serio, Steven Spielberg, el maestro de la imaginación y la fantasía, regresa a sus 70 años a despertar al niño que tenemos todos en nuestro interior con la magia que emana de su cine.

La imaginación es una fuga de la realidad, pero al mismo tiempo podría ayudarnos a hacer de este mundo algo mejor. Cada uno debería trabajar más en ello para ser menos egoísta y socorrer más a la humanidad, explicó el cineasta en entrevista con La Jornada, realizada en uno de los salones del exclusivo hotel Carlton, durante el Festival Internacional de Cine de Cannes. Estuvo acompañado de la pequeña Sofía, protagonista de la nueva cinta, encarnada por Rudy Barnhill, su nuevo descubrimiento infantil, una niña desenvuelta y sagaz de apenas 10 años de edad. Spielberg demuestra merecerse cada vez más el apodo de rey Midas de Hollywood.

En la Croisette invoca una de sus grandes obras: “En 1982 vine al festival con E.T., el mismo año en que Roald Dahl (Los Gremlins, Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda…) publicó su libro BFG (El gran gigante bonachón), que acabo de llevar a la gran pantalla y que sedujo a la crítica en Cannes. Es una obra optimista y llena de esperanza, que cautivó mi infancia y la de mis hijos. Obra del destino”.

Protección incondicional

En efecto, Spielberg se ha consagrado con esto como el gran gigante amigo del público universal. En la ficción, que gracias a la técnica de captura mezcla personajes animados con actores de carne y hueso, el cineasta pierde la dimensión. The BFG, El gran gigante amistoso, como se titula su nueva aventura cinematográfica, fuera de competencia en Cannes, tiene siete metros de altura, mientras sus coterráneos lo subestiman porque ellos tienen entre 12 y 16 metros. Además, son malvados y se nutren comiendo niños en el país de los gigantes.

Irónicamente, él debe proteger incondicionalmente a una niña londinense que atrapó en un orfanato, durante una noche fría. Será la pequeña Sofía quien lo conduzca al palacio de Buckingham para pedir ayuda a la reina Elizabeth a fin de acabar con la banda de infames.

En el encuentro cara a cara con Spielberg, impresionan la calidez de su trato y su modo tan personal de vivir la madurez sin dejar de ser niño… un niño travieso.

–¿Cómo logra plasmar la magia en las películas, a pesar de la crueldad de la realidad?

–Las películas mágicas te hacen huir de la realidad, hasta cuando terminan. Luego regresas al mundo real. Te llevan a soñar y a usar la imaginación. Deberíamos hacer uso de ellas para mejorar la humanidad, para llevar a la gente a un mundo menos egoísta y ocuparnos en ayudar a resolver los problemas ajenos.

–¿De dónde nace su inspiración?

–Es un don que llega y me arrebata. No se construye ni tampoco sé de dónde proviene. Más bien me duele mucho su ausencia, porque nada puedo crear hasta que ella llega.

–Usted, sin duda, tiene el don de la creatividad…

–Pienso que todos somos creativos de igual modo. Yo no lo soy ni más ni menos que muchos otros. Probablemente los demás no han tenido el tiempo de sumergirse en ella. Es un don que considero que tenemos todos desde que nacemos. Algunos la encuentran más rápidamente que otros. Hay quien no la halla nunca.

–Se habla de un quinto episodio de Indiana Jones. ¿Cree que así como el personaje de Harrinson Ford, Hans Solo, murió en Star Wars, debería desaparecer también en esta saga aventurera?

Foto
Steven Spielberg y Ruby Barnhill, a su arribo a la proyección de El gran gigante amistosoFoto Afp

–No. Absolutamente no. Él no puede morir jamás (risas). Pero prefiero no hablar mucho del próximo filme, porque es aún todo un misterio.

–El hecho de que este mundo esté invadido por la alta tecnología ¿ha influido en su modo de expresar la fantasía?

–No, por el contrario. La tecnología me ha permitido plasmar e ilustrar cosas más reales, y de provocar emociones más fuertes. Técnicamente, no hubiéramos sido capaces de captar las acciones de Harrison Ford en Star Wars, por ejemplo, y no hubiera sido posible hacer estas películas tan sólo hace siete años. En realidad la gente se sumerge y se involucra tanto en los personajes y en sus aventuras que ni siquiera presta atención a la tecnología que esto conlleva.

Alquimista

–Su gigante es una especie de alquimista de los sueños, que los implanta en el subconsciente de la gente. ¿Cuál sueño hubiera querido que él elaborara para usted?

–Mi sueño es llevar a toda la gente que está en desacuerdo en el planeta a vivir en armonía, y que ya no haya más diferencias entre las personas. Obviamente, quisiera vivir en un mundo lleno de paz. Sin más guerras, sufrimientos, dolor ni torturas.

–¿Cuál ha sido su peor pesadilla?

–Siempre he padecido del terror de las persecuciones de grandes animales, como los dinosaurios o los osos enormes. Y este pánico lo he traspasado a mis películas. Escribo y elaboro todo con base en mis sueños, por eso mis cintas son intensas y fantasiosas.

–¿Por qué sus protagonistas son casi siempre niños desamparados, solitarios, sin amor, que al final logran redimirse?

–Porque no me gustan los filmes dramáticos. Por ello, mis películas siempre ofrecen una buena solución para un buen final.

–¿Esto tiene relación con su infancia? ¿Cómo la recuerda?

–Yo no era un niño normal. Era un niño muy impaciente y muy débil. He sido más razonable como adulto que como niño. Cuando iba a los restaurantes con mis padres, siempre invadía las otras mesas y picoteaba la comida ajena. Mis padres se avergonzaban mucho de mí y no sabían qué hacer conmigo. Era muy inquieto, no aguantaba dos minutos seguidos en una silla. Era un bribón. Ahora de adulto, me comporto mejor (risas).

Profunda inteligencia emocional

–A través de algunas de sus películas, Amistad, Salvando al soldado Ryan, Lincoln… reconstruye parte de la historia estadunidense. En estos tiempos complicados y sombríos, ¿ha pensado en cómo dirigiría un filme sobre el futuro de la humanidad?

–Si tuviera que hacerlo, sería muy optimista. Lo soy siempre. Mientras peores son los tiempos, más necesitamos de magia y fantasía. La humanidad es inteligente, sagaz y tiene una profunda inteligencia emocional. Sería muy diferente si nosotros tuviéramos líderes que nos permitieran hablar unos con otros y pudiéramos resolver nuestras diferencias ideológicas, religiosas, políticas y culturales. Determinaríamos las motivaciones que nos llevan a matarnos entre nosotros y quizá podríamos encontrar las soluciones para que la raza humana dialogue y sobreviva. Esto tiene que suceder antes o después.

Los sueños y la magia se mezclan así en la última aventura empresarial de Spielberg, que ha unido su apellido ya mítico al eterno reino de la fantasía de Disney. La joint venture fue el plato fuerte entre los productores y agentes de la industria del cine que buscaban cerrar acuerdos millonarios durante el festival de Cannes, en la Riviera francesa.