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Maya Goded presentó en Documenta Madrid su película realizada a partir de sus fotos

Plaza de la Soledad libera de la invisibilidad a las prostitutas

Refleja la vida de un grupo de ellas de entre 47 y 80 años que trabaja atrás del Palacio Nacional

Explora el amor, la sexualidad y el placer

La mayor tiene la esperanza de enamorarse, dice

 
Periódico La Jornada
Miércoles 4 de mayo de 2016, p. 7

Madrid.

Una mujer tendida sobre la cama en una postura sensual o haciendo un baile erótico son imágenes que pueden parecer comunes en un documental sobre un grupo de prostitutas en la Ciudad de México. Sin embargo, se convierten en incómodas si se trata de cuerpos de edad avanzada, con arrugas, kilos de más y muy alejados de los cánones de belleza.

Así de incómodo es Plaza de la Soledad, primer documental de la fotógrafa mexicana Maya Goded (Ciudad de México, 1967) que tras pasar por el festival de Sundance se presentó en el Documenta Madrid, que concluirá el 8 de mayo en la capital española.

Su trabajo refleja la vida de un grupo de prostitutas de entre 47 y 80 años que trabajan desde hace décadas en las calles situadas detrás del Palacio Nacional. A través de ellas explora la sexualidad de la mujer mayor, la relación con su cuerpo, la búsqueda y el significado del amor y la herencia que deja la violencia en todo ello, contó Goded.

Tras más de 20 años de retratar a mujeres de sexoservicio, y de tratar temas como la violencia hacia la mujer o el problema de los desaparecidos, Plaza de la Soledad nace de la necesidad de incorporar la palabra y todo lo que Goded vivía alrededor del proceso de hacer fotografías, explicó.

Imágenes muy directas

Siempre me ha interesado más todo lo que vivía y hacía hasta llegar a la foto, ésta es lo que menos me interesa de todo. Por eso, el documental ha resultado igual que sus placas, muy directas y con mucha colaboración y participación de sus protagonistas.

Goded conoció a mujeres que arrastran en su mayoría un fuerte historial de abusos y violencia desde muy pequeñas que, tras ser violadas, discriminadas o por necesidad económica comenzaron a prostituirse.

La historia de la artista y su registro de estas mujeres, según señaló en una entrevista en 2006 con La Jornada, se inició hace años, durante un periodo de profundo autocuestionamiento. Caminó por calles y plazas de la ciudad en busca de respuestas que le ayudaran a entender mejor a las mujeres, es decir, a sí misma. Un día, al final de una de sus prolongadas caminatas, terminó sentada en una banca, en el corazón del centro capitalino, en pleno corazón de La Merced, detrás del Palacio Nacional, donde está la primera calle de la Soledad.

Allí atestiguó la vida en el barrio: trabajadoras sexuales que conviven con ladrones y niños de la calle, agazapados entre templos, iglesias, vecindades, hoteles y comercios.

Un día decidió llevar a cabo una fantasía: Me acerqué a la sexoservidora con el aspecto más maternal de la plaza, le pagué y nos metimos a un hotel de paso. El dueño del local, un vasco ya mayor, con un peluquín rubio, y que conocía bien a las mujeres del lugar me lanzó una mirada enjuiciadora y nos atendió de mala gana, arrojándonos las llaves de la habitación. Nos fuimos al cuarto, estuvimos charlando y tomé las primeras fotos.

Esther, Carmen, Leti, Ángeles o Raquel ponen rostro a estas trabajadoras, liberándolas de la invisibilidad a la que con frecuencia son condenadas y humanizándolas, explicó.

Todas narran sin tapujos sus traumas y sus historias de supervivencia, pero también sus intimidades o las relaciones de pareja que mantienen, porque, pese a sus experiencias violentas y a su profesión, no renuncian al amor ni a la sexualidad.

Incluso la más viejita tiene la esperanza de enamorarse, relató Goded, quien explora también “la difícil búsqueda y el significado del amor en un lugar en el que se vende la sexualidad y la forma en que la violencia vivida en el pasado continúa en sus relaciones sexuales.

Lo importante es desatar la reflexión sobre tabús establecidos, y que el espectador se llene, igual que ella, de curiosidad, señaló.

Como documentalista, aseguró, es necesario estar lo más abierto posible a observar, aprender y dejarse llevar, apartando ideas preconcebidas y tabús. Lo que más me gusta es platicar. Ahí se abren puertas y lo más lindo es sorprenderte al encontrar planteamientos inesperados, como que algunas aseguren tener orgasmos en algunos de sus encuentros profesionales, ante la falta de una pareja con quien disfrutar plenamente de su sexualidad.

Porque el amor, el placer y el humor son armas con las que hacen frente a la vida.

El humor es una parte de esa supervivencia. Así es México. Ante la desgracia y la violencia siempre está presente, afirmó Goded, para quien comprender eso era una de sus principales preocupaciones.

Lo que más la atormentó siempre fue la recepción de la cinta entre las protagonistas. Todas se vieron de forma muy diferente unas de otras. Esther me dijo, por ejemplo, que era la primera vez que lograba verse a sí misma y entender cosas de su vida. En general estas mujeres no tienen mucho espacio para reflexionar, concluyó.