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Sujetos juveniles de cambio en México
E

n México contamos con el mayor número de jóvenes como nunca en la historia. Estimaciones basadas en el censo de población 2010 señalan que existen hoy en día alrededor de 38.3 millones de personas en el rango de 12 a 29 años, lo que representa cerca de 31.4 por ciento del total de la población en México.

Esto quiere decir que México está conformado por gran número de jóvenes, con bríos y fuerzas para impulsar cambios desde ahora; cambios que nos hacen pensar y trabajar en el presente y el futuro por una vida más digna y justa. Las juventudes organizadas políticamente nos invitan de manera constante a transformar las realidades deshumanizantes e indignas que personas y pueblos padecen en nuestros territorios. Se han movilizado en momentos históricos importantes para el país, y son ellas quienes recientemente han salido a las calles, han hecho uso de las tecnologías de la información y han protestado de diversas maneras contra los ataques que las victimizan. Los hechos recientes en la colonia Narvarte, Distrito Federal, donde fueron asesinadas y torturadas Nadia Vera, Yesenia Quiroz, Mile Virginia Martín, Alejandra Negrete Avilés, y de igual manera el periodista Rubén Espinosa, confirman esta guerra declarada contra las personas jóvenes.

Fueron las juventudes quienes también tejieron creativamente mucha de la solidaridad que hizo emerger el grito nacional e internacional Fue el Estado, ante los hechos lamentables de Iguala, Guerrero. Recordamos con esperanza el movimiento #YoSoy132, que cimbró a todo el país: de norte a sur las juventudes se organizaron para exigir sistemas más democráticos y denunciaron la falta de representatividad y fraudes en las pasadas elecciones en el país, especialmente la serie de atropellos a nuestros derechos políticos en la coyuntura de 2012. Retomando la voz de quienes fueron parte de ese movimiento de entonces, hoy sabemos que fue un parteaguas en la participación de las juventudes. Todos estos procesos organizativos de jóvenes, y otros muchos que por espacio no enlisto más, no por ello menos importantes, demuestran la capacidad de organización que tienen, y cómo no soslayan crear y proponer programas políticos profundos, al mismo tiempo que interpretan, analizan, comprenden y caracterizan por ellas y ellos mismos el actual sistema, que de manera estructural les cierra el paso.

Como bien expresaron en días recientes en un pronunciamiento más de 50 colectivos y activistas por los derechos de las personas jóvenes (http://ow.ly/QPeWM), las juventudes de hoy no se pasman, no están inmóviles ni aterrorizadas y, contrario a lo que pretenden imponernos los malos gobiernos, nosotros seguimos luchando día a día por mejores condiciones de vida, por la plena vigencia y garantía de nuestros derechos y libertades.

En este sentido, es urgente reconocer que las juventudes son agentes de cambio desde ahora, sin necesidad de que las estructuras jerárquicas y caudillistas les expliquen lo que ellas y ellos padecen todos los días: precariedad en sus derechos humanos, falta de oportunidades para estudiar y trabajar dignamente, criminalización y judicialización por el hecho de ser jóvenes, feminicidios y violencias sexuales y tener que enfrentarse cotidianamente a un sistema que constantemente les quiere tutelar y controlar. Están, siguiendo con su pronunciamiento, participando en diversidad de espacios, y como jóvenes identifican su capacidad de organización en la protesta y la propuesta; la voluntad de luchar en contextos adversos por lo público y lo comunitario; el compromiso con la defensa de derechos y libertades cruciales para la vida digna; el afán de hacer crecer una red de expresiones organizativas diversas, que se sumará a futuros procesos de cambio.

De todo ello vemos expresiones por doquier. Y es que los sujetos juveniles de cambio se caracterizan por tener claro que este sistema no lo aguantamos más. Por ello refieren que se hacen cargo de cambiarlo de raíz. Son ellas y ellos, las y los indignados, las y los que dicen ¡ya basta!; quienes denuncian la violencia y terror del Estado; quienes exigen acceder a la educación pública en todos sus niveles, a empleos dignos y salud de calidad; quienes defienden sus territorios y bienes comunes y ponen el cuerpo ante el despojo y la violencia sexista, y quienes levantan la voz por muchos grupos de la sociedad que han sido excluidos y marginados. Son estas colectividades de juventudes las que tienen encomiendas también para transformar las realidades por medio de amplias articulaciones sociales, sabiendo que los cambios los generamos todas y todos, es decir, los pueblos unidos y solidarios.

Las juventudes son inspiración para la movilización; por ello se convierten en muchas ocasiones en actores principalísimos de articulaciones que convocan y visibilizan muchas exigencias relacionadas con las injusticias que experimenta una diversidad de personas y grupos que habitan o transitan por nuestro país. Entonces se convierten en agentes de cambio, que guiados por un profundo sentido crítico y liberador, combaten por tanto toda forma de opresión, incluida la adultocracia. Reconocemos la labor que las juventudes hacen desde ahora. Están trabajando desde sus colectivos, organizaciones y movimientos. A esto me refiero cuando pienso en sujetos juveniles. De hecho, trascienden el ámbito nacional y hacen una combinación entre las agendas locales e internacionales. Es necesario y vital reconocer su participación en el sostenimiento de muchos procesos históricos que han transformado contextos adversos para nuestros derechos y libertades. Ellas y ellos están levantando la voz para decirnos que están dando la pelea por un mundo justo y digno. Y como muchas y muchos de nosotros, anhelan un México y un mundo con cambios profundos. Queda entonces acompañarlos dialógica e intergeneracionalmente, ejercitando la horizontalidad y solidaridad en este trabajo de transformaciones de largo aliento.