Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 19 de julio de 2015 Num: 1063

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Esquirlas que dialogan
con José Ingenieros

Juan Manuel Roca

Pelear para sobrevivir
en la naturaleza

Renzo D’Alessandro
entrevista con Havin Güneser

Travesía
Mariana Pérez Villoro

La vida con Toledo
Antonio Valle

El imprescindible Toledo
Germaine Gómez Haro

Canicular
Tour de France

Vilma Fuentes

Leer

ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Las erinias
Olga Votsi
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Luis Tovar
Twitter: @luistovars

(Re)producciones

Hace nada menos que diez meses, el domingo 21 de septiembre de 2014, apareció aquí el siguiente texto:

Contada como a media voz y lentamente, la historia que se despliega en Los bañistas es una suerte de relato múltiple, o una pintura al fresco de los varios rostros que pueden tener la soledad y la solidaridad, en ambos casos no espontáneas sino consecuencia de alguna imposición: para la primera, de las condiciones de vida a las que suele terminar orillado un habitante de la urbe cuando no tiene a la mano recursos tales como familia o boyantez económica, sumado a una vejez imposible de experimentar como lo que debería ser y que en este país, en una urbe como Ciudad de México, es quimera inalcanzable para tantos: tiempo para el reposo y el repaso de lo que pasó. No, porque sigue pasando todo, comenzando por la urgencia de sobrevivir y la obligación de hallar por propia cuenta el cómo y el con qué, y entonces la otra consecuencia impuesta: una solidaridad surgida de la necesidad, no de la espontaneidad, que le sirve lo mismo al que da que al que recibe para mantenerse ambos a flote. En el otro extremo de la cuerda, jovencísima y con todo por hacer y conocer, la deuteragonista de la historia tiene en común con aquel viejo mucho más de lo que podría suponerse, comenzando por el sitio marginal que la sociedad y sus neoliberales lineamientos le asignan a los dos: si no generas lana no eres nadie, y a ver cómo te las arreglas.

Solidaridad que anula soledades: la incipiente de la chava que a pesar de sus desplantes onda “a mí me vale madre todo” va entendiendo que sola no se llega casi a ningún lado; la del viejo que cede a los embates contra su mundo aparte, aislado y excluyente, cuando la realidad le enseña, y a sus años, que solo no podrá llegar posiblemente ni al día siguiente, si es que quiere hacerlo con algo de comer entre las manos y, también y no menos importante, con algo que decirle a alguien y con alguien para decirle alguna cosa.

A propósito, los bañistas que le dan título a la cinta no son ellos, por cierto muy bien caracterizados por Juan Carlos Colombo y Sofía Espinoza, sino un montón de otros no tan solos tal vez pero sí muy solidarios. Queden los pormenores de la trama en el tintero para que se conozcan de primera mano.

Se reproduce debido a que, afortunadamente para el filme pero desafortunadamente para la cinematografía mexicana, la ópera prima de Max Zunino forma parte de la programación del trigésimo quinto Foro Internacional de la Cineteca, actualmente en curso. Afortunados Los bañistas (2014), como es obvio, porque finalmente y tras una espera desesperadamente larga –casi dos años después de haber sido concluida su realización– pudo concluir ese ciclo sin cuyo último elemento ninguna película está completa en realidad: el cotejo con un público tan amplio como sea posible. Desafortunadamente para el cine nacional en su conjunto, por varias razones: la primera, que no puede calificarse sino de pésima noticia que un filme producido hace tanto tiempo apenas esté saliendo a la luz fuera de festivales, y no precisamente en cartelera comercial sino en un evento como el Foro de la Cineteca. La segunda, peor noticia que la primera, es que si no fuese por estos ya un tanto añejos bañistas, por el Viento aparte de Alejandro Gerber, también añejada en larga postergación, y por Eco de la montaña, documental de Nicolás Echeverría del aún más lejano 2013, la cartelera en su conjunto no estaría ofreciendo, un día como hoy, ni una sola película mexicana. Ergo, una vez más, las casi 6 mil pantallas de cine a lo largo y ancho de un país con alrededor de 120 millones de habitantes, no le ofrecen a éstos sino un puñadito de funciones de cine mexicano al día, durante pocos días, en sólo tres pantallas al sur de Ciudad de México, a cambio de lo cual multiplica de amarillos e inarticulados estereotipos ojones la reproducción nauseabunda de vendibles lugares comunes. Mientras tanto, como se sabe, la cinematografía mexicana sigue generando una media entre noventa y cien títulos anuales, de los que ni siquiera la mitad logran ser exhibidos durante el año en el que se producen, reproduciendo así el triste fenómeno de un cine condenado a la clandestinidad.

En vista de que parece impracticable la creación de una infraestructura exhibidora paralela a la copada por el virtual duopolio mexicano, tal vez habría que ir pensando, pero muy en serio, en abandonar los eternamente vanos intentos de “conquistar” una cartelera estructuralmente inconquistable, y resignarse a la reproducción cinematográfica en línea, a través de plataformas como Filminlatino.