Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 31 de mayo de 2015 Num: 1056

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Del Paso y Toscana:
locura y erudición en
la literatura mexicana

Héctor Iván González

La primavera interna
de Gógol

Edgar Aguilar

La calle del error
Juan Manuel Roca

Crónica y frenesí
de Pedro Lemebel

Gustavo Ogarrio

¿Quién llorará a
Pedro Lemebel?

Mario Bacilio Tijuana

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


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El asesinato de Osama Bin Laden,
la versión oficial y la de Seymour Hersh (I DE II)

Seymour Hersh es un periodista con una trayectoria fascinante, una superestrella de las revelaciones portentosas, un genio del golpe mediático y del periodismo sísmico. El éxito de su carrera comienza al exponer la masacre de My Lai durante la guerra de Vietnam, el 16 de marzo de 1968, cuando entre doscientos y quinientos civiles fueron asesinados por la Compañía Charlie del ejército estadunidense comandada por el teniente William Calley. Este reportaje tuvo un impacto fulminante en la propaganda militar y en la moral del pueblo estadunidense, lo cual con el tiempo dio un impulso importante al movimiento por la paz. A partir de entonces, Hersh ha expuesto numerosos escándalos y programas secretos de la CIA (el proyecto Jennifer, que consistía en recuperar un submarino atómico soviético hundido en 1974) y la Casa Blanca (los manejos siniestros de Kissinger en la era de Nixon, el ataque a la farmacéutica Al-Shifa, de Sudán, en tiempos de Clinton). Debemos a Hersh la publicación de varios artículos impactantes sobre la planeación (o la ausencia de ésta) de la Guerra de Irak. Y nuevamente su influencia en el desarrollo del conflicto fue fundamental. La publicación de sus reportajes sobre las atrocidades cometidas por los torturadores de la prisión de Abu Ghraib en la revista New Yorker cambió la discusión de la guerra y obligó al mundo a reconocer la catástrofe humanitaria. Hersh se ha equivocado, claro, pero ha tomado riesgos que pocos tomarían; se ha enfrentado con enorme valor a enemigos poderosos y se ha expuesto al ridículo; ha construido su carrera a partir de sus contactos e informantes, pero sobre todo de su habilidad para conectar y descifrar la información que obtiene.

Linchamiento

Su más reciente artículo, publicado en The London Review of Books, “The Killing of Osama Bin Laden”, ha causado reacciones estrepitosas, desproporcionadas incluso con respecto a sus anteriores revelaciones. No sorprende que el multipremiado Hersh sea atacado por sus enemigos habituales, pero en este caso los ataques más violentos han llegado de parte de colegas. El artículo es provocador pues revela presuntas mentiras del gobierno de Obama respecto de la operación del 2 de mayo de 2011, en Abbottabad. Los cuestionamientos en contra de Hersh vienen principalmente por su uso de fuentes anónimas, un recurso común en todos los medios, que también ha sido empleado como justificación para lanzar guerras e invasiones sin recibir crítica alguna por los mismos sabuesos de la prensa que hoy quieren destruir a Hersh. Comparemos las versiones:

Guarida o calabozo

En algún momento, en 2006, Bin Laden, el hombre más buscado del planeta, con una recompensa de 25 millones de dólares sobre su cabeza, decidió ir a vivir a una apacible ciudad donde vacaciona la clase alta paquistaní, un destino predilecto de los mandos militares para retirarse y una localidad donde paradójicamente se encuentran el colegio militar, una división del ejército y una sede de la agencia de espionaje, ISI (la sórdida Inter-Services Intelligence Directorate). Se nos dijo entonces que Bin Laden empleaba la infalible estrategia de esconderse a la vista de todos.

De acuerdo con las fuentes de Hersh, Bin Laden fue traicionado por líderes tribales de la región de Hindú Kush quienes lo entregaron a las autoridades paquistaníes. Éstas optaron por ponerlo en una especie de arresto domiciliario, en una zona de alta seguridad, con la intención de utilizarlo cuando fuera necesario, principalmente como un activo de inteligencia y eventualmente como moneda de cambio para obtener dinero, armas y beneficios de Estados Unidos. Esto lo confirma la corresponsal del New York Times en Afganistán y Paquistán, Carlotta Gall.

Valor operativo

Según la versión oficial, el fugitivo más famoso del mundo seguía dirigiendo a Al Qaeda desde su mansión de un millón de dólares (una construcción de tabicón austera, estratégicamente desconectada del exterior: sin internet ni teléfonos fijos o celulares y nada con antenas) hasta que astutos agentes de la CIA descubrieron (mediante tortura) a uno de los mensajeros que llevaban y traían mensajes del “sheik” (como asegura la película Zero Dark Thirty, de la otrora notable cineasta Kathryn Bigelow y el guionista Mark Boal).

Según Hersh y varios agentes de inteligencia, la realidad fue que el general paquistaní, Usman Khalid, ofreció revelar el paradero de Bin Laden a la embajada estadunidense en Islamabad a cambio de la recompensa prometida. El líder de Al Qaeda se encontraba grave, convertido en un inválido, un hombre acabado a los cincuenta y cuatro años, incapaz de dar órdenes, planear atentados o siquiera defenderse.

(Continuará)