Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 31 de mayo de 2015 Num: 1056

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Del Paso y Toscana:
locura y erudición en
la literatura mexicana

Héctor Iván González

La primavera interna
de Gógol

Edgar Aguilar

La calle del error
Juan Manuel Roca

Crónica y frenesí
de Pedro Lemebel

Gustavo Ogarrio

¿Quién llorará a
Pedro Lemebel?

Mario Bacilio Tijuana

Leer

Columnas:
Tomar la Palabra
Agustín Ramos Aguilar
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Ana García Bergua

Botar el voto

En unos pocos días ya, los sufridos ciudadanos de este gigantesco terruño al que le dicen México, si es que esa mañana nos levantamos, tendremos en nuestras manos la dichosa boleta. Y ahora llénala y vota. Pocas veces en la vida –quizá cuando obtuve mi primer documento de elector por ahí de 1978, cuando siempre ganaba el PRI– he alcanzado a sentir esta mezcla de ira y desesperanza mezcladas frente a la perspectiva de votar. Después de las reglas que impusieron los partidos para su millonario beneficio, la votación se vuelve a parecer, de una manera perversa, a esa misma victoria eterna del abusón, sólo que ahora los abusones son todos los partidos. Es como esa caricatura del gran Abel Quezada en la que el priísta y acomodaticio charro Matías dice: “Todos son idóneos, y el más idóneo será el que salga.” Pues eso mismo pero en negativo.

Y aun así, hay que votar, nos dicen, participar en la gran fiesta cívica (con tantos muertos en nuestro país esta elección se asemeja más a un enorme velorio, la verdad), o bien anular nuestro voto como un mensaje de esa ira y ese hartazgo. Aclaro que para mí, con todo, es mejor que haya elección a que no la haya, eso sí. Pero entonces una no deja el tema y piensa y piensa y lee y lee artículos ora en un sentido, ora en otro, se siente culpable cuando le dicen “por culpa de gente como tú ganará el PRI”, y mira las caras de los candidatos ocultando el cielo, y lee sus promesas y hasta en un momento se ha metido a internet a investigar sus propuestas y todo le hace sentir una decepción espantosa, como si llegaran a nuestra casa unos forajidos y se pusieran a hacer un concurso de belleza y tuviéramos que escoger cuál es el más bonito. Y para colmo, me la he pasado viendo series sobre políticos –House of Cards, Boss, Borgen– en las que aparecen, desde un punto de vista moderno, las barbaridades desmedidas del poder desmedido que ya Shakespeare nos había mostrado con Ricardo III o Macbeth. Y si creen que exagero, volteen a ver las regiones ensangrentadas de nuestro país.

Pero regresando a las elecciones, el caso es que nos la pasamos vuelta y vuelta pensando cómo darle la vuelta a la boleta: cómo votar en contra del PRI pero no por ello votar por alguno de los demás (ya nos dijeron que por nuestra culpa ganarán el PRI y los Verdes billetes), o cómo no votar pero que parezca, o anular pero que tenga sentido. Por mi parte, he pasado por varias etapas psicológicas que detallo a continuación:

–Bueno, pero ¿y si en la casilla en blanco para escribir el nombre del candidato independiente pongo el nombre del candidato de un partido, pero no tacho el partido? ¿Lograré que mi voto vaya a la persona y el dinero no vaya al partido?

–Bueno, pero ¿y si anulo mi voto pero pongo, en la casilla en blanco para el candidato independiente, un mensaje significativo, por ejemplo “43” o %&#$#& o “el respeto al derecho ajeno ya no lo veo por ningún lado”?

–Bueno, pero ¿y si voto por el partido del señor López? ¿Evitaré de veras que gane el PRI y de paso, cuando me vaya a peinar, aparecerá en el espejo López abrazándome como hace con sus candidatos que son suyos, suyos, nótese, bien suyos, algo así como sus prótesis?

–Bueno, pero ¿y si entonces voto por el partido azul? Se acabarán los derechos a la interrupción del embarazo y al matrimonio gay, pero ¿qué tal que barren la basura en Coyoacán (ese tema me importa mucho), cortesía del partido amarillo? ¿Pero y si acaban con esos derechos y para colmo no barren?

–Bueno, no hay que ser tan radical, ¿y si voto por el MC donde anida el fantasma de aquel en el que alguna vez tuve esperanzas y dice que si votamos por ese partido es como si votáramos por él para presidente en la otra dimensión donde no fue? Mmmmhh…

–Bueno, ¿y si voto por el candidato independiente a diputado que puso un toldo moradito enfrente del mercado? ¿O por el partido de Elba Esther?

–Bueno, ¿y si doblo cuidadosamente la boleta y la dejo así, en blanco, como me queda la mente después de todo esto?

–¿Y si hago con mi boleta un barquito que algún día nos llevará a la verdadera democracia?

–¿Y si fabrico un bonito y complicado origami para convivir un poco más de tiempo con esa boleta que nos inspiró tantas esperanzas y fantasías locas en el año 2000 y ahora nos hace sentir tan mal?

–¿Y si formo con la boleta un tubo? (no se necesita más explicación).

Hasta aquí he llegado, por el momento. No sé qué haré. Y todavía nos faltan siete días...