Opinión
Ver día anteriorLunes 16 de marzo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aprender a morir

Salud mental y bancos

A

nadie escapa el mezquino espíritu de servicio que a diario imponen las instituciones bancarias trasnacionales en nuestro país, pero hay niveles que Kafka nunca imaginó.

Escribe una lectora: “Mi madre de 98 años, recluida en un asilo, paralítica, ciega, casi sorda y llena de metales entre los huesos por varias fracturas operadas, tiene una pensión del IMSS de 2 mil 300 pesos mensuales que el Seguro le deposita en una cuenta en HSBC y que se cobra por medio de una tarjeta en cualquier cajero; obviamente la que maneja desde hace años la tarjeta soy yo, como pequeña ayuda para lo que cuesta el asilo. Este mes se venció la tarjeta y me presenté en la sucursal correspondiente para obtener una nueva.

“Una ejecutiva me dijo que la tarjeta sólo se podía entregar a la titular. Le expliqué la situación y le entregué un certificado del IMSS en el que consta que no se puede mover. La ejecutiva me dijo que entonces le llevara un poder notarial o un testamento a mi favor. Mi madre no tiene testamento, porque no tiene nada que heredar y un poder notarial resulta complicado y costoso, pues el notario tendría que ir al domicilio a dar fe y encontrarla en alguno de los ratos en que está lúcida.

“Ante esta explicación, la ejecutiva intentó pensar y dijo: ‘le aconsejo a usted y a personas en su situación que esperen a que su familiar muera y entonces puedan recoger el dinero acumulado en la cuenta’. Ante tal barbaridad y aún conservando la calma, le hice ver que la que tiene derecho al dinero mensual es mi madre, no yo cuando ella fallezca, y eso suponiendo que no me muera antes. Inútil, ella cumplía el reglamento. Le pregunté con quién más podía hablar yo y me contestó que con nadie.

Salí y hablé con una amiga, alta ejecutiva de otro banco, quien con sus relaciones en media hora resolvió el asunto. Llamó y me dijo: preséntate con el gerente de la sucursal, ya tiene orden de atenderte, darte la tarjeta y de ofrecer una disculpa por el trato recibido. Pero ¿qué hace en México la gente que se encuentra en manos de un empleado bancario menor tanto en nivel como en cerebro y sin una amiga funcionaria que la ayude a impedir una injusticia? Toda esta historia estuvo a cargo de una empleada de HSBC, banco acusado de lavar dinero y de proteger delincuentes en Suiza; me imagino lo que no hará en este permisivo y aguantador país.