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Ver día anteriorLunes 16 de marzo de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desobediencias
Y

sí, ni modo. Tenemos que apechugar con lo que nos pasó. Perdimos el país que teníamos y amábamos. (Es un decir. No podemos amar ese fulgor abstracto e inasible, como decía José Emilio Pacheco. Pero queríamos lo que queríamos… y lo perdimos.)

Lo peor es que ni siquiera sabemos cuándo, cómo ni por qué. (Es un decir. Quizá sabemos y no nos atrevemos a reconocer lo que no hicimos.)

La categoría Estado fallido es una categoría fallida, colgada de fantasmas. Sin embargo, cuando el Departamento de Estado de Estados Unidos nos clasificó como Estado fallido, junto a Pakistán y Congo, atinó en algo: la descomposición de las tres sociedades es semejante. Tenemos mucho en común. Padecemos degradación parecida.

La expresión narcoestado tampoco funciona. Crea la impresión de que los cárteles tomaron el poder y serían la causa de nuestros males, el cáncer que nos ha estado corroyendo. No es así. El lodo en que estamos, cuando resulta imposible distinguir entre el mundo de los criminales y el de las instituciones, no empezó con el tráfico de drogas, el cual fue su consecuencia. Además, los crímenes se han diversificado considerablemente y hay muchos enteramente ajenos a los cárteles. Los asociados con el negocio de las drogas o con la guerra iniciada por Nixon contra ellas son sólo un capítulo de la tragedia. Además, al mostrar su relación con bancos, policías y funcionarios de México y Estados Unidos, entre otros países, que se llevarían la parte mayor de ese negocio, se revela su carácter. A final de cuentas, se trata solamente de las formas actuales de la hidra capitalista, cuyo nombre resulta impronunciable para las clases políticas. Ningún adepto del procedimiento electoral se anima a introducir en su plataforma la lucha contra ella.

No hay ya un nombre claro para designarnos. No sería exagerado examinar nuestra situación como la de un país bajo ocupación extranjera, con la salvedad de que los ocupantes no son sola o principalmente gobiernos de otros países. Personas, corporaciones y patrones de comportamiento ocupan territorios, espacios gubernamentales, y las mentes y cuerpos de muchos mexicanos y mexicanas. También debemos tomar en cuenta a quienes son aún mexicanos por afiliación, sentimiento y compromiso familiar, nacional y hasta lengua, hayan o no nacido en el país, pero se encuentran viviendo en el extranjero. Se trata de más de la tercera parte de la población…

No será fácil ni rápido recuperar ese país desdibujado, recuperarnos. En las condiciones actuales, no hay optimismo posible. Sería ciego y estéril tratar de esconder la profundidad y alcances del desastre que padecemos, como hacen continuamente las autoridades y los medios, disimulando todo bajo logros que sólo ellos ven. Sin embargo, aún podemos estar llenos de esperanza.

No es sólo el despertar, la cadena de despertares que empezaron en el ¡Ya basta! de 1994. Ahora, con los avisos del conserje del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, podemos rescatar la categoría que hace unos 30 años formuló Harry Cleaver: la circulación de las luchas populares. Podemos aprender de los intentos realizados en los pasados 20 años, cuando por diversas razones y factores se interrumpió la circulación o hubo congestión de tráfico. Es útil repasar qué nos pasó con diversas iniciativas zapatistas o las caravanas del Movimiento por la Paz. Así podemos, quizá, entender mejor por qué Ayotzinapa cumple la función que está cumpliendo.

De un lado, como dice con destreza Ángeles Eraña, no han podido ni podrán desaparecer a los desaparecidos. Ayotzinapa es y será llaga viva. No podrá cerrar hasta que lleguen, dentro de mucho tiempo, la verdad y la justicia.

De otro lado, somos otros y otras y otroas. Ya no nos cocemos al primer hervor. Y vivimos a golpes de genio cotidiano, por el contagio de la dignidad de abajo. Merece reflexión especial, por ejemplo, la sutileza teórica y política de la Sexta de Tijuana y la Sexta de San Diego, que pusieron en circulación en California una camiseta que dice al frente: Ayotzinapa. Ferguson. Palestina. Nos quitaron tanto que hasta el miedo nos quitaron. Eso es la circulación de las luchas populares, que ahora se enlaza naturalmente con el tejido electrónico de la lucha, otra contribución de Cleaver que acuñó al presentar el primer libro en inglés sobre los zapatistas, en 1994, el de Documentos de la nueva revolución mexicana.

Ya habrá ocasión de reflexionar sobre ocupaciones y prisiones. Por lo pronto, hay que hacer maletas para ir a Chiapas el primero de mayo y esperar la lista de quienes pasaron el primer nivel de La Escuelita. Sí hubo grados, calificaciones y descalificaciones. Pasaron, según parece, sólo quienes se atrevieron a mirarse en el espejo y se animaron a enactuar lo aprendido. Dicen.

Es tiempo de circular.

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