Opinión
Ver día anteriorJueves 15 de enero de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Panorama complicado
E

l año empieza con mayores dificultades de las esperadas. Desde hace semanas ha quedado claro que el mercado petrolero se mantendrá sobreofrecido, lo que implica que el precio pudiera seguirse reduciendo. La cobertura será útil, pero los ingresos derivados de ella sólo se obtendrán al establecer el precio promedio anual, de modo que durante meses se reducirán los ingresos de Pemex y, consecuentemente, los del Gobierno federal. El tipo de cambio no recuperará su nivel anterior, justamente por las dificultades que se enfrentarán por la reducción de los ingresos petroleros. Esto provocará presiones sobre los precios, que pudieran llevar a que el Banco de México decida aumentar la tasa de interés de referencia.

En el mundo las cosas no son alentadoras. Aunque la economía estadunidense ha mostrado una capacidad de creación de empleo como no se veía hace tiempo, el conflicto político entre las mayorías parlamentarias republicanas y el gobierno demócrata dificultará que la recuperación se robustezca, lo que implicará que el ritmo de crecimiento seguirá alejado del potencial de crecimiento. En Europa se siguen enfrentando dificultades derivadas de la persistencia de un enfoque que privilegia el control de las finanzas públicas, pese al daño causado a la población. Una situación interesante se presentará en las próximas elecciones griegas, que podría llevar a que el gobierno sea conducido por una fuerza política contaría a la ortodoxia del eje Berlín, Francfort, Bruselas. Este resultado introducirá un nuevo jugador en la escena europea que pudiera alterar la conducción general de la región. Lo que es indudable es que pudieran generarse tensiones mayores.

A las dificultades económicas que se afrontan, se agregarán las políticas que son mucho más complicadas. La desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa continuará en el centro, con nueva información que cuestiona duramente la explicación oficial. Consecuentemente las movilizaciones masivas se reanudarán con nuevos ímpetus, acrecentando el cuestionamiento masivo al desempeño gubernamental. El proceso electoral, en este marco, resulta contrastante con lo que se discute socialmente. El desprestigio de los partidos políticos es incuestionable, abriendo la ruta hacia derroteros que pudieran llevar a destinos muy distanciados.

Los partidos y sus aspirantes no se han hecho cargo de la gravedad de las circunstancias. El caso de los delegados del DF es elocuente. Al incumplimiento con el mandato popular de administrar un espacio territorial durante un tiempo perfectamente establecido, se suma un desempeño mediocre y, en varios casos, poco honorable. Sin embargo, como si nada hubiese ocurrido en el país, asumen que su partido primero y luego la ciudadanía les dará el aval para ocupar puestos de representación política. No han entendido que los sucesos de Ayotzinapa produjeron una ruptura importante en la convicción de que los candidatos de los partidos con mayor respaldo electoral tienen la capacidad de representar a los ciudadanos.

El sistema en su conjunto está sometido a un cuestionamiento que recuerda momentos que han provocado transformaciones trascendentes en el país. Ocurrieron pese a que los grupos dominantes se resistieron e incluso hicieron uso de la represión. Hoy una respuesta abiertamente represiva pareciera no estar planteada, pero es claro que en el PRI, PAN y PRD hay resistencia a entender que para recuperar la capacidad de construir consensos hace falta una autocrítica profunda y una recomposición radical de sus cuadros dirigentes.

En el ámbito de las izquierdas electorales es evidente la cerrazón para procesar en un sentido progresista la crisis de representación que se vive. Se sigue funcionando con los mismos criterios políticos que llevaron a la selección de candidatos en Guerrero, basados en la correlación de fuerzas de las corrientes dominantes, sin evaluar su compromiso político con la construcción de condiciones que pudieran permitir, además, de mejorar las condiciones de vida de la población que participe en las decisiones relevantes para la vida del país.

Así las cosas, tanto para quienes gobiernan como para quienes comparten la representación en los diversos niveles, la contienda política no debiera ser para ganar tal o cual posición, sino para recuperar la capacidad de conducción de los asuntos nacionales. Si no se entiende, la crisis de representación, componente novedoso que se agrega al estancamiento secular de la economía, se agravará en condiciones cada vez más difíciles de manejar. Este parece ser el escenario más probable para el año que recién inicia, de modo que lo que puede augurarse es un año muy difícil.