Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 11 de enero de 2015 Num: 1036

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Quién si no las moscas pueden mostrarnos
el camino

Carmen Nozal

En capilla
Agustín Ramos

Vicente Leñero la exploración fecundante
Miguel Ángel Quemain

El acto de fe de
Vicente Leñero

Estela Leñero Franco

Vicente Leñero: lecciones
de periodismo narrativo

Gustavo Ogarrio

Columnas:
Galería
Alessandra Galimberti
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Prosaismos
Orlando Ortiz
Cinexcusas
Luis Tovar


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Naief Yehya
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La entrevista: comedia, hackeo y la niebla
de la ciberguerra (I DE II)

Los guardianes de la paz

De acuerdo con la empresa Sony Pictures Entertainment, el lunes 24 de noviembre pasado su red computacional local fue hackeada. Los responsables del ataque robaron terabytes de información que después postearon en sitios públicos para ser bajados por cualquier persona de forma gratuita. Entre la información había miles de documentos confidenciales, correos electrónicos entre ejecutivos y actores en donde se burlaban e insultaban a numerosas celebridades, incluyendo al propio presidente Obama. Asimismo, postearon cinco películas aún sin estrenar y borraron toda la información de las computadoras de la empresa, dejando un mensaje con la amenza de que, en caso de no cumplir sus demandas, liberarían más información, firmada por el grupo #GOP (Guardians of Peace). En poco tiempo los medios responsabilizaron al régimen de Corea del Norte, el cual supuestamente deseaba impedir el estreno de la película La entrevista (Seth Rogen y Evan Goldberg), en la que James Franco y Rogen son el conductor y productor, respectivamente, de un programa sensacionalista que obtiene una entrevista con Kim Jong-un, en Pyongyang, pero son reclutados por la CIA para asesinar al dictador. Supuestamente los hackers exigieron que no se exhibiera ese filme, ya que de hacerlo habría ataques al estilo del 11 de septiembre. La amenaza tuvo efecto inicialmente, pues Sony suspendió el estreno cuando varias cadenas de cines decidieron no exhibir la película. Obama criticó la decisión del estudio y en un giro inusual aseguró que las agencias de espionaje estadunidenses tenían la seguridad de que el ataque había sido obra de hackers norcoreanos. Es de imaginar que la cinta, una comedia ridícula, con un par de buenos momentos y ocurrencias cáusticas, pero repleta de chistes escatológicos y genitales predecibles hubiera pasado relativamente desapercibida, sin embargo estas circunstancias la transformaron en una especie de monumento a la libertad de expresión y a ser comparada con El gran dictador, de Chaplin (1940). La película finalmente sí se exhibió en varios cines y en streaming, rompiendo el récord de ganancias para un filme en internet: 15 millones de dólares en cuatro días y más de 3 millones en salas, lo cual sumado está muy cerca de los 20 millones proyectados originalmente para el estreno en cines.

¿De dónde vienen los hackers?

Las cosas han cambiado en internet y rara vez para bien. Hace algún tiempo nos referíamos a los hackers como genios de la programación que operaban más allá de los límites de la legalidad, y que eran capaces de burlar sistemas de seguridad, descifrar artificios de protección, burlarse de los prepotentes, inquietar a los poderosos, poner en evidencia a los corruptos y combatir a los enemigos del potencial liberador de internet. Por otro lado, se denominaba crackers a aquellos que empleaban sus destrezas computacionales para robar, sabotear y chantajear. Hoy esas distinciones parecen olvidadas. El grupo Anonymous, así como Julian Assange, Edward Snowden y Chelsea Manning convirtieron al hacker en un personaje glamoroso que igualmente revela crímenes de guerra que disemina fotos privadas de celebridades desnudas. Lejos de ser un justiciero abnegado, el hacker es un personaje antiinstitucional, un rebelde y un transgresor, atributos que no se cultivan bien en un régimen opresor como el de Kim Jong-un. La cultura hacker nunca será producto de un estado burocrático, hambreado y sin imaginación. Un ejército de zombis militares con terminales no puede hacer mucho más daño que un amplio ataque de negación de servicio (es decir saturar servidores con numerosas solicitudes hasta bloquearlos). El acceso que tiene Norcorea a internet es mínimo y frágil (como demostraron quienes desconectaron al país por más de un día el 22 de diciembre), y difícilmente serviría para lanzar un golpe de esta magnitud y complejidad. Este es un país con poderío nuclear (tecnología de los años sesenta), pero al mismo tiempo muy poco acceso a innovaciones digitales. Es improbable que la división de “ciberguerreros“ juche cuente con los requerimientos de infraestructura, la sofisticación técnica y el dominio de la cultura de la fama y la celebridad para lanzar una acción semejante. Además, hasta el más torpe de los tiranos sabría que corría el riesgo de convertir a un filme inocuo en una cause célèbre.

Hackers mercenarios

¿Pudo ser este un ataque financiado por Norcorea y llevado a cabo por hackers en otros países? Sí, pero hay señales que ponen en entredicho esa hipótesis.

(Continuará)