Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Revueltas y el mal
José Ángel Leyva
José Revueltas o la
entereza del árbol
Elena Poniatowska
José Revueltas y la
desobediencia crítica
Enrique Héctor González
El santo hereje
Sergio Gómez Montero
José Revueltas y las
orillas de sus crónicas
Gustavo Ogarrio
El sombrero de mi abuela
Eleni Vakaló
Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
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La Jornada Semanal
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Felipe Garrido
Orígenes
En el principio fue la Gran Boca, el hambre primigenia, el gaznate sin fondo, el vuelo y la caída: entrañas siempre vacías. Por eso surgieron las canciones. Para entretener el hambre. Canciones bárbaras. Canciones donde hacían falta pulmones y lengua y venas en el cuello que se saltaran al cantar más alto. Pero no fue suficiente. Porque no bastan la lengua ni los pulmones ni que se revienten las venas para dar gusto a los dioses. Hacen falta también las orejas, pues. De otra manera, para qué tanto esfuerzo. En un principio no había tiempo, según dicen. Luego alguien dijo que hacía falta Dios y enseguida hubo que dejar un lugar al tiempo, para medir la devoción. Luego vinieron el rayo, las panteras y los capulines. Lo siguiente que apareció fue el dinero, pero eso fue el principio del fin y obra enteramente del demonio. Ahora pensamos, con nostalgia, que lo primero fue una canción. Siempre hay alguien que nos corrige: lo primero es el hambre. |