Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 12 de octubre de 2014 Num: 1023

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

De las guerras
que somos

Omar González

Luis Nishizawa:
los dones cultivados

Augusto Isla

Requiem por
Alain Resnais

Miguel Ángel Flores

Mi voz raza
de alto horno

Héctor Kaknavatos

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yañez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal

 


No me dejen morir así. Recuerdos póstumos de Pancho Villa,
Pedro Ángel Palou,
Planeta,
México, 2014.

Hará unos veinte años, un reconocidamente mediocre rocanrolero estadunidense aseguró lo siguiente: “no hacemos discos como si hiciéramos salchichas...”  Lo dijo para defenderse de las acusaciones que le hacían a su banda, precisamente de llevar buen tiempo sacando un disco tras otro, invariable y tremendamente parecidos, a cual más prescindible, todos olvidables, y lo dijo a raíz del lanzamiento de un nuevo elepé con el cual, según su propia opinión, nadie podría seguir tachándolos de meros productores en serie. Ni qué decir tiene que, a excepción de tres o cuatro florituras, por cierto nada novedosas –salvo, quizá, para él, que las iba descubriendo–, el disco de marras no era sino más de lo mismo. El rocanrolero aquel estaba tan acostumbrado a su propio sonido y, a la vez, tan hecho al aplauso por prácticamente cualquier cosa que tocara, cantara o dijera –puesto que, como bien afirma Perogrullo, calidad y éxito jamás fueron sinónimos–, que aunque no faltó quien le dijera en su cara la verdad redonda y sin ambages respecto de lo malo, chapucero e indistinguible de su disco respecto de muchos otros discos de otros músicos, él se comportó como quien oye llover, se dijo que la tal verdad no debía ser sino pura envidia de músicos a los que nadie les ha grabado un disco y, acto seguido, se puso a pensar en el siguiente... mismo que, si fuera libro y no disco de rock, y por consiguiente no estuviera hecho por un rocanrolero sino por un escritor, y si éste además no fuese estadunidense sino mexicano, bien podría sanguijuelizar una vez más a un personaje histórico, de preferencia uno que sea no sólo conocido sino también querido, y ponerlo quesque a hablar, para que sea él, según, quien cuente su propia historia. “Total”, podrá decirse el no-rocanrolero-pero-sí-escritor que, pese a la evidencia, no quiere verse a sí mismo como una especie de despachador de comida rápida; “total”, repetiría para sí mismo, encogiéndose de indolentes hombros, y remataría con un contundente “ni que fuera yo el primero que hace esto”.