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La mejor raquetbolista del mundo aprendió a controlar sus emociones para empezar a ganar

Paola Longoria venció el ya merito con ayuda sicológica

Luego de cuatro años invicta, ahora trabaja en conservar la sed de triunfo

Lamenta que el futbol acapare atención y patrocinios cuando hay disciplinas que merecen más apoyo

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La mexicana Paola Longoria anhela que el raquetbol entre en el programa de los Juegos OlímpicosFoto Jam Media
 
Periódico La Jornada
Martes 26 de agosto de 2014, p. a13

¿Cuál es la clave del éxito? ¿Cómo se llega a ser lo mejor del mundo? Si se tiene talento, si se tiene todo para triunfar, ¿por qué a veces se pierde? Esas preguntas atormentaron durante algún tiempo a Paola Longoria, deportista mexicana que lo único que sabe hacer hoy es ganar.

Es la mejor raquetbolista del mundo: en casi cuatro años nadie la ha vencido en 141 partidos de manera consecutiva, marca histórica en este deporte. La última derrota que sufrió aún la recuerda como una amarga injusticia.

La respuesta para Paola es que ganar está en la mente. En ese universo indescifrable e infinito es donde ella encuentra el germen de la victoria o la derrota, incluso antes de que se pise una cancha. Visto así, un titubeo anticipa la disposición para el error y, por tanto, para el fracaso.

Una vez dudé y perdí, cuenta la jugadora, de 25 años. Antes de salir a competir me pregunté: ¿qué pasa si pierdo? Y literal, perdí, recuerda entre risas, mientras comparte un credo que parece irrefutable si se atiende a su trayectoria deportiva.

Aunque esté tan familiarizada con el éxito, recuerda con vivacidad una temporada en la que vivió en Estados Unidos, en 2008, en la que no logró nada.

Ni siquiera llegaba a las finales, me eliminaban en cuartos de final, estaba frustrada porque no había cumplido mi meta de ser la mejor y había dejado atrás toda una vida a la que tenía que regresar sin nada, recuerda.

Estaba segura de que tenía talento, que, como todo atleta profesional, trabajaba para ganar. Veía el desempeño de sus contrincantes y sin embargo no conseguía vencerlos. Tenía todo. Pero lo que no tenía era la mentalidad, dice convencida. Y para trabajar en ese sentido acudió con una sicóloga deportiva, a la que atribuye parte del éxito que ha acumulado en estos años.

A lo primero que me ayudó Magali Cerón, mi sicóloga, fue a creérmela, dice como si fuera un simple asunto de voluntad, pero luego lo explica para demostrar cómo operó ese cambio.

“Con ella aprendí a manejar mis emociones durante el juego, a no permitir que mis rivales me sacaran de ritmo, a no enojarme para poder reaccionar de acuerdo con la estrategia, y también a no paniquearme”, relata.

Longoria no sólo agradece el trabajo que su sicóloga hizo para derribar los lastres que arrastran hacia la derrota, porque en el extremo opuesto, cuando ganar se convierte en rutina, también existe la amenaza de perder ese impulso con el que se pelea hasta el último segundo para arrebatar un triunfo. Paola no quería que ganar se volviera un hábito aburrido.

Hoy trabajo con mi sicóloga también para no perder el hambre de triunfo, para no perder esa sed de ganar siempre, dice. “Mi primer propósito fue no perder, ser la número uno del ranking mundial, luego pasar de 138 triunfos consecutivos y así llegué a los 141: planteándome retos todo el tiempo para no perder la sed de ganar”, indica la raquetbolista, que hace poco más de una semana consiguió su primer título de Gran Slam del año en San Luis Potosí.

Desde entonces es imbatible. Un caso raro –admite– en un país en el que los deportistas que dominan el éxito no son abundantes y donde el futbol, el deporte de mayor convocatoria, tiene una larga tradición de fracasos.

Estoy orgullosa de pertenecer a una generación de deportistas que ya no se identifica con el ya merito, dice sobre aquel lugar común en el futbol, donde se celebraba el esfuerzo sin frutos. Somos una generación que destaca, porque tenemos todo para lograrlo y sabemos que podemos, como en el tiro con arco, clavados, atletismo, disciplinas en las que hay deportistas que han cambiado su mentalidad.

Por eso cuando piensa en el despliegue publicitario, de patrocinios y apoyos que se prodigan al balompié, mientras muchas disciplinas prometedoras quedan a la sombra, Paola no puede evitar sentirse frustrada.

Me decepciona que el futbol acapare toda la atención, no sólo por el raquetbol, sino por varios deportes en los que hay talento, pero la competencia con el deporte masivo no es equitativa, considera.

De modo que ser uno de los mejores ejemplos de éxito en la historia del deporte mexicano, aunque sin el esplendor que tienen otras actividades más comerciales, también implica un costado contradictorio. Paola sabe que es la máxima autoridad en una área que mientras no sea parte de las disciplinas incluidas en Juegos Olímpicos, está condenada a vivir en la discreción.

Uno de mis grandes sueños es lograr que mi disciplina sea parte del deporte olímpico. Pienso que puedo comparar mi caso con el de la golfista mexicana Lorena Ochoa, pues ella también fue número uno durante mucho tiempo y ahora su deporte es parte de los Juegos Olímpicos.

–Pero Lorena Ochoa no disfrutó competir en Juegos Olímpicos. ¿No sería injusto para tu carrera que te sucediera lo mismo?

–Sí, claro que sería injusto y triste ver el raquetbol en Juegos Olímpicos y que yo no pudiera jugarlo, pero al menos me quedaría con la satisfacción de que contribuí para que mi deporte se convirtiera en disciplina olímpica.

Pero Paola deja atrás todo eso que considera que impide que el raquetbol se convierta en disciplina olímpica, como los líos en su federación. Ella prefiere concentrarse en lo suyo. En ser la mejor del mundo. La que no conoce el ya merito ni necesita corearse el sí se puede.

No necesito convencerme de ganar, porque si ya lo hice una, lo hago dos y tres veces más, y así hasta llegar a 141. Al menos hasta hoy.