jornada


letraese

Número 212
Jueves 6 de Marzo
de 2014



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate




Carlos Bonfil

Cine y pederastia clerical

"Mi sueño era ser cura, yo quería ser sacerdote". Con un dejo de amargura y una gran frustración por la ilusión interrumpida, el joven de 26 años Jesús Romero Colín refiere la historia del largo abuso sexual que a los 11 años sufrió por parte de un sacerdote, Carlos López Valdez, y que hasta la fecha permanece impune por un encubrimiento tenaz por parte de la alta jerarquía eclesiástica en México. Agnus dei, cordero de Dios (2011), documental de Alejandra Sánchez, aborda un tema sobre el cual pesan tabúes enormes: la corrupción en el seno de la Iglesia católica y los múltiples casos de abuso sexual cometidos por quienes predican la pureza y la abstinencia sexual, alegando que "el cuerpo es el templo del Espíritu Santo".

La violación de ese templo en la persona de un monaguillo todavía niño, y las secuelas psicológicas y morales de ese hecho en el hombre adulto que decide investigar el paradero de su padre espiritual violador, enfrentándose a la indiferencia, desidia o franca animadversión de altos clérigos encubridores, es el tema de una cinta áspera que, dadas las fuertes características del caso, no puede elegir otro camino que el de la denuncia abierta. El joven Jesús interpela a su violador con indignación y despecho: "Quiero que sepa que me hizo daño, que lo quise mucho, y que no lo voy a perdonar nunca". Y se pregunta incrédulo: "¿Cómo queda uno enganchado con el abusador?". Otra situación igualmente perturbadora es la de la familia entrevistada –madre católica decepcionada, esposo hoy escéptico y un tanto cínico–, que de diversas maneras consintió al abuso padecido por su hijo. Por debilidad moral o por confianza excesiva en la honestidad clerical.

A su manera, esa cinta se añade a la larga lista de obras de ficción y documentales que señalan las mecánicas de encubrimiento institucional de crímenes pedófilos cometidos en todos los rincones del planeta, pero de modo abrumador en Irlanda, Estados Unidos y países de América Latina. Desde películas televisivas de ficción basadas en hechos reales como Los niños de San Vicente (John N. Smith, 1992) o los documentales de denuncia como Sex crimes and the Vatican (Sarah Mac Donald, BBC, 2006), disponibles en You Tube, hasta las cintas Padre nuestro (Song for a raggy boy, Aisling Walsh, 2003) o La duda (Doubt, John Patrick Shanley, 2008), o el estupendo documental Mea máxima culpa: silencio en la casa de Dios (Alex Gibney, 2012), las constantes temáticas son evidentes: una política eclesiástica de control de daños de la institución y un desdén por la suerte final de las víctimas del abuso; encubrimiento del crimen y traslado del ofensor de una parroquia a otra para sustraerlo de la justicia laica y no manchar con el escándalo la reputación de la Iglesia, o amenazas de excomunión para quienes se atrevan a romper el código de secreto y silencio que supuestamente une a los fieles y a la institución católica.

Por estas razones, buena parte de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes permanecen hoy sin castigo, no sólo por el contubernio entre autoridades eclesiásticas y judiciales, sino también, y esto lo señalan muy bien las cintas aludidas, por una religiosidad distorsionada que desde el seno familiar disculpa sin vacilar las peores atrocidades. Dice un Jesús adulto a propósito de sus padres en el documental de Alejandra Sánchez: "Para sentirse bien, dieron a cambio a su hijo". Gozaron de pequeños privilegios y se extasiaron con la idea de tener a un vástago suyo como cordero elegido en el rebaño de la Iglesia. La desilusión general fue mayúscula. Los padres perdieron la fe y el hijo la vocación sacerdotal y toda seguridad en la vida. Un drama parecido es el tema de una cinta mexicana de ficción y de estreno inminente, Obediencia perfecta (Luis Urquiza, 2014), basada –sin alusión directa, aunque con todo transparente en los crímenes del padre Marcial Maciel, fundador de la orden religiosa de los Legionarios de Cristo.

 


S U B I R