jornada
letraese

Número 211
Jueves 6 de Febrero
de 2014



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate



Director fundado
¿Hacia una Iglesia abierta?

Los cambios en el discurso
del papa Francisco

En meses recientes, el papa Francisco sorprendió al mundo con sus declaraciones al poner énfasis en los problemas económicos y sociales y mostrar mayor apertura en cuestiones de sexualidad. Sus intervenciones dejan clara su intención de impulsar una reforma que fortalezca a la Iglesia católica y la prepare para afrontar los retos del nuevo siglo, para reconstruir su presencia como una institución social. Sin embargo, tales declaraciones revelan igualmente un cambio con respecto a sus opiniones anteriores. ¿Cómo debemos entender este viraje de opinión? ¿Se trata de una estrategia para recuperar fieles? ¿O en verdad podemos hablar de una modernización de la Iglesia católica?

Rafael Fuentes Cortés*

La historia del papa Francisco está llena de luces y sombras. Considerado comúnmente como un conservador, el pontífice ha mostrado en fechas recientes un rostro mucho más liberal. En una entrevista concedida a la revista Civiltà Cattolica, la más extensa desde que resultara electo en marzo del año pasado, el papa Francisco suavizó sus opiniones en torno a diversos temas de controversia moral, como es el caso de la homosexualidad, para centrarse en problemas de índole económica y social, como la globalización, la pobreza mundial y la hambruna.

En dicha entrevista señaló que "la Iglesia a veces se ha enfrascado en discutir pequeñas cosas, pequeños preceptos, cuando lo más importante es el primer anuncio: "¡Jesucristo te ha salvado!". Para el Sumo Pontífice, la labor principal de la iglesia católica es servir como refugio para los creyentes, objetivo que no puede cumplirse a menos que haya primero un cambio en la actitud de los eclesiásticos; las modificaciones estructurales y organizacionales vendrán después.

¿Cuáles son estas "pequeñeces" en las que se enfrasca la iglesia católica y que impiden su cambio de actitud? El Santo Padre nos lo indica: "No podemos insistir sólo en las cuestiones relacionadas con el aborto, el matrimonio homosexual y el uso de métodos anticonceptivos. Esto es imposible. No he hablado mucho de estos temas y he recibido reproches por ello. Pero cuando hablamos de ellos, hay que hacerlo en un contexto. Por lo demás, la postura de la Iglesia es clara y yo soy hijo de la Iglesia, pero no es necesario hablar de estos temas todo el tiempo".

Sin embargo, el papa Francisco no siempre se expresó de este modo sobre estos espinosos tópicos. En varias ocasiones, despertó con sus comentarios el rechazo y la indignación de los defensores de derechos sexuales y reproductivos y del público en general. ¿De dónde puede provenir ahora su cambio de tono?

La homosexualidad y el matrimonio igualitario
La homosexualidad es uno de los temas recurrentes en el discurso del papa Francisco. No es sorprendente que sus palabras ratifiquen la posición oficial de la Iglesia: que las prácticas homosexuales son intrínsecamente inmorales, aunque resalta la importancia de respetar a las personas homosexuales. También es frecuente encontrar su opinión sobre la inmoralidad del matrimonio igualitario y las familias homoparentales.

En 2010, durante el debate sobre la legalización de los matrimonios entre personas del mismo sexo en Argentina, el papa Francisco, en ese entonces cardenal Jorge Bergoglio, afirmó públicamente que se trataba de "un retroceso real y terrible".

Ese mismo año escribió una carta a las monjas carmelitas de Buenos Aires donde caracterizaba el matrimonio igualitario con estas palabras: "No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política; es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una 'movida' del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios".

La legalización del matrimonio igualitario traería como consecuencia directa la desaparición de la familia y, con ello, de la sociedad tradicional. "Aquí está en juego la identidad, y la supervivencia de la familia: papá, mamá e hijos. Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano, privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre."

Luego de que el senado argentino aprobara el matrimonio igualitario, la postura del cardenal Bergoglio dio un giro. El año pasado, mientras regresaba a Roma en un vuelo procedente de Rio de Janeiro, un reportero preguntó al pontífice sobre la existencia de un lobby gay en el Vaticano, a lo cual él respondió: "Si una persona es gay y busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?". Francisco recordó esta anécdota en su entrevista con La Civiltà Cattolica: "Una persona me preguntó de manera provocativa si aprobaba la homosexualidad. Yo contesté con otra pregunta: 'Dime, cuando Dios mira a una persona homosexual, ¿aprueba la existencia de esta persona con amor o rechaza y condena a esta persona?'. Siempre debemos considerar a la persona".

La condena del papa Francisco sobre la homosexualidad recae, entonces, sobre las prácticas, no sobre los individuos. El mensaje es muy claro: lo importante es respetar a las personas.

Ahora bien, podemos preguntar qué significa respetar a una persona. Si yo digo que te respeto como persona pero, imaginemos un caso, no valoro o hasta denigro tu decisión de estudiar música en vez de medicina, estoy fallando en reconocerte como persona. De manera similar, si digo que te respeto como persona pero rechazo tu decisión de casarte con quien amas, aunque sea del mismo sexo en vez del opuesto, fallo nuevamente en reconocerte como persona. Si digo que te respeto como persona pero constantemente rechazo tus planes de vida, ¿cómo puedo entonces afirmar que te respeto?

El reconocimiento de alguien como persona implica que uno valora (o por lo menos, que uno intenta ver lo que el otro encuentra de valioso en) sus decisiones, preferencias, elecciones y planes de vida. El respeto no es algo meramente negativo, es decir, no es suficiente que yo me abstenga de hacer un juicio; antes al contrario, es algo positivo, es un sentimiento que me compele a ayudarte en la consecución de tus fines.

Aborto
Con igual frecuencia aprece en el discurso del papa Francisco la inmoralidad del aborto. En 2007, cuando todavía era cardenal y se desempeñaba como arzobispo de Buenos Aires, Bergoglio se opuso públicamente a la aprobación gubernamental de un caso de aborto para una mujer mentalmente discapacitada que había sufrido una violación. "En Argentina –dijo entonces– tenemos pena de muerte. Un niño concebido por la violación de una mujer mentalmente discapacitada puede ser condenado a muerte".

Esta muestra de patetismo se repitió en un discurso pronunciado frente a un grupo de ginecólogos católicos: "Cada niño no nacido, pero condenado injustamente a ser abortado, tiene el rostro de Jesucristo, tiene el rostro del Señor, que antes incluso de nacer y luego apenas nacido ha experimentado el rechazo del mundo".

El papa Francisco acusa a "una difundida mentalidad de lo útil, de la 'cultura del descarte'" de ser la responsable de la extensión de interrupción voluntaria del embarazo. Esta cultura del descarte, como la denomina, "tiene un altísimo costo: exige eliminar seres humanos, sobre todo si son física o socialmente más débiles".

Para el jesuita de formación, la doctrina católica enseña claramente que "el primer derecho de una persona humana es su vida. Ella tiene otros bienes y algunos de ellos son más preciosos; pero aquél es fundamental, condición para todos los demás". Todos los demás derechos se derivan de este primer derecho fundamental a la vida. El Sumo pontífice ve por ello una "situación paradójica (…) en el hecho de que, mientras se atribuyen a la persona nuevos derechos, a veces incluso presuntos, no siempre se cuida la vida como valor primario y derecho primordial de todo hombre".

Una objeción inmediata a este punto de vista es señalar que la doctrina católica no distingue entre el hecho simple de la vida y la calidad de ésta. Los seres humanos no deseamos vivir nuestra vida en cualquier condición; no deseamos, por ejemplo, una vida llena de miedo o de dolor. Una parte esencial del valor de una vida es la capacidad para elegir cómo vivirla: ese, finalmente, es el don teológico del libre albedrío.

Justicia social, pobreza, capitalismo
Los retos de la Iglesia católica en el siglo XXI son nuevos. El papa lo sabe y quiere que la institución a su cargo se convierta en protagónica en el milenio que comienza. En un mundo donde el valor del dinero se ha erigido como lo más importante, la Iglesia tiene la misión de humanizar nuevamente a las sociedades.

"El fin de la economía y de la política es servir a la humanidad –ha dicho el vicario de Cristo– empezando por los más pobres y vulnerables sin importar donde estén, incluso en el útero materno. Cada teoría o acción política o económica debe proponerse proveer a cada habitante del planeta lo mínimo con lo cual vivir con dignidad y libertad, con la posibilidad de mantener una familia, educar a sus hijos, alabar a Dios y desarrollar su potencial humano".

El mundo en la actualidad presenta una crisis moral y espiritual, no solamente una crisis económica o social. Este es el resultado de un mercado capitalista sin control. El pecado del hombre contemporáneo es la avaricia. Así, "hemos creado nuevos ídolos. La idolatría del becerro de oro ha encontrado una imagen nueva y cruel en el culto del dinero y la dictadura de una economía anónima y carente de cualquier meta humana".

En esta situación, resulta paradójico que en un mundo donde se produce tanto, sectores inmensos de la población no tengan acceso a los alimentos, las medicinas o los recursos naturales básicos y necesarios para la subsistencia. "En un mundo donde hay tanta riqueza, tantos recursos para alimentar a todos, es incomprensible que haya tantos niños hambrientos, tantos niños sin educación, tantos pobres. La pobreza hoy es un escándalo".

La apertura del papa Francisco parece ser no solamente moral, sino también financiera. Como parte de los esfuerzos por erradicar la desigualdad económica y social, el papa creó durante el año pasado tres comisiones para revisar las finanzas del Vaticano. La primera comisión se encargó de estudiar una reforma general de su burocracia. La segunda se dio a la tareea de investigar al banco del Vaticano, cuando dos de sus integrantes renunciaron en medio de un escándalo relacionado con el lavado de dinero. La tercera busca mejorar la transparencia financiera del Vaticano y crear reformas para evitar el despilfarro.

El papa Francisco también ha mostrado su repudio a los sacerdotes corruptos dentro de la Santa Sede. "Me lastima cuando veo a un sacerdote o monja con un automóvil último modelo. No puedes hacer esto. (…) Si quieres uno así, simplemente piensa en cuántos niños mueren de hambre en el mundo". Parece que estas reformas y auscultaciones financieras serán constantes en su cargo.

Sin embargo, estos esfuerzos parecen insuficientes todavía para hablar de una apertura completa de la Iglesia. No es suficiente que el papado se limite a un saneamiento financiero; se requiere que, como una de las instituciones más ricas del mundo, distribuya equitativamente los bienes que posee en todo el mundo.

Solamente el tiempo dirá si estas declaraciones son evidencia de una apertura de la jerarquía católica o si son una estratagema para ganar adeptos. Por lo pronto, sugiero que hay que seguir sospechando.

___________________________________

* Profesor de Filosofía y Psicología en la Universidad Latina. Maestrante del Posgrado en Filosofía, UNAM.


S U B I R