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Esperan que en Roma tomen en serio el delito y consideren proteger a los niños

Emitirá la ONU una recomendación al Vaticano sobre víctimas de pederastia

Pide SNAP hacer públicos los expedientes de los depredadores para enjuiciarlos y sentenciarlos

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 2 de febrero de 2014, p. 13

Megan Peterson deseaba ser monja. Tenía 14 años cuando descubrió su vocación, pero el cura Joseph Jeyapaul la hizo cambiar de opinión. La violó durante nueve meses en el confesionario y en su oficina de la iglesia del Santísimo Sacramento, en Minnesota, Estados Unidos. Su caso fue presentado ante el Comité de los Derechos del Niño de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en Ginebra, cuya recomendación al Vaticano por delitos de pederastia será anunciada este 5 de febrero.

Megan asistió a la comparecencia vaticana ante la ONU y dice que sintió alivio al ser escuchada: Ir a Ginebra y ver cómo hacían las preguntas a los representantes del Vaticano fue muy importante para mí. Por fin una institución internacional está tomando seriamente el asunto y nos está abriendo las puertas para obtener justicia, dice en entrevista con La Jornada.

Durante esos días revivió la experiencia que cambió radicalmente su vida. Recordó como ese día, cuando iba a la escuela, Jeyapaul la llamó y la invitó a pasar a su oficina con el pretexto de prestarle un libro: Escuché el sonido del zipper de su pantalón. Pensé que había sido un accidente, pero cuando volteé tenía el pene afuera y se estaba masturbando. Me pidió que lo tocará y me negué. Entonces me dijo que era un pecado si no cooperaba. Me violó, oral y vaginalmente. Cuando terminó me dijo que tenía que confesarme y que si le decía a alguien me iban a matar. Continuó violándome casi todas las mañanas antes de entrar a la escuela, en las tardes durante las clases y mientras estaba en el confesionario. Luego me daba la penitencia.

La comparecencia en Ginebra ha sido una reivindicación de su caso: Me siento privilegiada y muy orgullosa de ser parte de esto y de que los miembros de la ONU sean nuestra voz. Todavía me duele lo sucedido, es un sufrimiento profundo. Él robó mi inocencia. Sigo buscando justicia. Y mi caso no es muy diferente al de otras víctimas. Es frustrante saber que desde hace 30 o 40 años la gente está buscando justicia sin encontrarla.

Jeyapaul fue protegido por el Vaticano y escapó a India. Su obispo lo sometió a juicio canónico y lo condenó solamente a pasar un año en un monasterio. Luego disfrutó de su libertad seis años, hasta que en marzo de 2012 lo detuvieron en Nueva Delhi a petición del abogado Jeff Anderson. El proceso de extradición para enfrentar este caso y el de sus demás víctimas sigue pendiente.

Pese a todo, Megan dice sentirse esperanzada porque confía en la ONU, y espera que su próxima recomendación apoye a las víctimas y exija cambios a la Iglesia: Asumo que dirán que el Vaticano tiene que hacer cambios radicales. No creo que la resolución de la ONU vaya a generar sorpresa, seguramente instarán a tomarse en serio este tipo de delitos y a que la Santa Sede considere la protección a los niños.

Apertura de expedientes

Bárbara Blaine esperó 25 años este momento. Es la fundadora de la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes (SNAP, por sus siglas en inglés) y fue la voz principal durante la comparecencia de la Santa Sede ante la ONU en Ginebra, donde presentaron 15 mil casos debidamente documentados.

Cuando escuchó las evasivas de monseñor Charles Scicluna, ex procurador de Joseph Ratzinger y de Silvano Tomasi, ambos representantes de la Iglesia, comprendió que el Vaticano sigue negándose a asumir su responsabilidad en los abusos sexuales cometidos contra más de 100 mil niños en el mundo.

Estamos esperando que el Comité de la ONU ofrezca, el 5 de febrero, la verdad sobre lo que ha hecho la Iglesia. Estaríamos muy agradecidos si considera el valor que han tenido las víctimas al denunciar a los empleados del Vaticano por los crímenes sexuales contra los niños y el encubrimiento de sus superiores, dice a La Jornada.

A la edad de 13 años fue víctima de abuso sexual del padre Chet Warren, de Toledo, Ohio. Todo empezó con la invitación a una comida dominical. En un momento se quedó sola con el sacerdote y le habló de los sentimientos que los unían por su santidad. Luego empezó a tocarla: “Me quedé helada, no me moví. Estaba en shock”, cuenta al recordar que Warren le decía: Deja de temblar. No voy a hacerte daño. No tengas miedo. Cuando todo terminó le ordenó que no lo dijera a nadie, porque aquello había sido bendecido por Jesús. Los abusos se prolongaron durante cuatro años.

Bárbara vivió las vejaciones sintiéndose culpable. El secreto la consumía. En un retiro espiritual finalmente se lo contó a otro sacerdote: Jesús te ama, él puede perdonar todo, le dijo sin tomar ninguna acción contra el cura pederasta. Fue hasta que tenía 29 años cuando pudo contarlo a sus padres y lo denunció públicamente, pero el sacerdote fue protegido por sus superiores y siguió en su ministerio abusando de otras niñas, incluso cinco años después de la denuncia. La impunidad, como en la mayoría de los casos, fue la constante.

Desde entonces ha luchado por la reivindicación de las víctimas, el acceso a la justicia y la reparación, convirtiendo a SNAP en la organización más importante del mundo, que interpuso en 2011 una demanda por crímenes de lesa humanidad contra el Vaticano ante el Tribunal Penal Internacional. La puerta está abierta para nosotros. Vamos a aportar evidencia de los crímenes sexuales del Vaticano en 67 países.

El objetivo final de Bárbara es que la Santa Sede haga públicos los expedientes de los depredadores sexuales para lograr que sean detenidos, enjuiciados y sentenciados. Sobre la voluntad del papa Francisco para generar cambios en la política sistemática de encubrimiento y complicidad, dice que tiene sus dudas. El nuevo Papa ha dicho cosas lindas, pero no ha tomado ninguna acción. Él dijo que crearía una comisión para estudiar el problema, pero nosotros creemos que no se requieren más estudios de los que ya se han hecho. Ahora necesitamos acciones. Todo mundo sabe que los niños no deberían ser violados, todo mundo sabe que los sacerdotes pederastas deberían ser entregados a la policía.

De manera categórica dice que esa comisión no protegerá a los niños, ni solucionará la impunidad que encubre a los curas pederastas: No vamos a parar hasta conseguir justicia.

La jurisdicción

Alberto Athié fue la voz de las víctimas mexicanas en la comparecencia ante el Comité de la ONU en Ginebra. Recién regresó y dice que todos salieron de las audiencias con la convicción de que el Vaticano ha utilizado el mismo modelo de comportamiento de protección y complicidad en todo el mundo: ¿Cómo explicar que un solo sacerdote haya abusado de tantos niños sin haber sido nunca detenido?, dice en entrevista refiriéndose a casos emblemáticos como el del sacerdote mexicano Nicolás Aguilar, acusado de violar a más de cien niños, o John Geoghan, de Boston, enjuiciado por 130 casos de abuso a menores.

Dividió el problema en tres niveles: el primero corresponde a los sacerdotes pederastas capaces de abusar de menores con una brutalidad impresionante; el segundo, el de protección y encubrimiento de sus superiores y el Vaticano y, el tercero, el desplazamiento de los agresores para evadir la acción de la justicia.

Athié encaró a Scicluna y Tomasi durante la audiencia para exigirles que aceptaran la verdad de los hechos, pero cuenta que la estrategia de los representantes del Vaticano fue otra: Lo que hace la Santa Sede es afirmar que no tienen ninguna responsabilidad sobre los casos locales porque no tiene jurisdicción sobre ningún Estado. El 80 por ciento de la sesión fue discutir en torno a la jurisdicción, confrontándolos con casos concretos.

Dice que ahora el comité tiene una gran oportunidad para emitir una recomendación enérgica: El tema es que el comité, con base en la información que tiene, pueda fincar realmente una responsabilidad estructural a la Santa Sede. El Vaticano es muy poderoso y va a jugar todas sus cartas para que eso no pase.

Además señala que el papa Francisco sólo se ha concretado a los discursos, sin acciones: Es parte de una estrategia. Sale diciendo cosas maravillosas, pero por otro lado está de acuerdo y autoriza que operen en la forma más vil y antihumana. Él está acostumbrado a manejar el doble discurso. Esto va a seguir, hasta que él no asuma la responsabilidad como jefe de Estado y jefe de la Iglesia católica, y diga esto se acabó.

Miguel Hurtado, también estuvo presente en la comparecencia. Fue víctima de abuso sexual de un sacerdote en Barcelona, a la edad de 16 años, y espera que su lucha genere cambios, según dice en entrevista: Por primera vez un organismo internacional se toma en serio el tema. Lo que queremos es que la recomendación exija protección a los niños, transparencia al Vaticano y que la Santa Sede denuncie estos delitos a la policía.