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Ver día anteriorLunes 18 de noviembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Los niveles de desarrollo humano
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esulta bastante extraño que en la actual discusión sobre el presupuesto de ingresos, y sobre todo de egresos, en los cuales se busca, según se ha repetido en innumerables ocasiones, el crecimiento y el desarrollo del país, no esté presente en ningún lado la categoría conceptual de desarrollo humano o calidad de vida, que aparecen hoy mundialmente como las nociones más puntuales, no sólo para medir los niveles de desarrollo sino en definitiva los modos o formas de vida imperantes en las diversas sociedades.

En esta perspectiva, debemos aceptar, el avance mexicano no resulta sobresaliente, sino más bien modesto y hasta lamentable, dirían algunos. Por supuesto, se han efectuado ensayos de reflexión sobre la categoría calidad de vida o desarrollo humano, pero digamos que uno de los más aceptados es el elaborado en la ONU, y se mide esencialmente a través de la esperanza de vida, la educación en todos sus niveles, la salud y, desde luego, los ingresos que permiten a la población adquirir satisfactores indispensables para una vida aceptable en su bienestar. Se trata, como es claro, de categorías conceptuales complejas, pero que precisamente por ello vale la pena incorporar en los análisis sobre el estado de nuestra sociedad, para fincar nuestras aspiraciones sobre sólidas bases.

En un análisis reciente del PNUD sobre la calidad de vida en el mundo (2013), que lleva el subtítulo El ascenso del sur: progreso humano en un mundo diverso, se subraya la sorprendente transformación de gran cantidad de países en desarrollo en economías principales dinámicas con creciente influencia política, (que) está logrando un impacto significativo en el progreso del desarrollo humano. Además, que ningún país, por los datos disponibles, tuvo un valor inferior en su desarrollo humano al de 2012, lo cual confirmaría que, pese a las enormes desigualdades entre países y regiones de la Tierra, de todos modos se evoluciona en conjunto con un mínimo de prosperidad.

Según proyecciones del mismo informe, en 2020 la producción económica combinada sólo de tres de los principales países en desarrollo (Brasil, China e India) superará la producción total de Canadá, Francia, Alemania, Italia, el Reino Unido y Estados Unidos.

Gran parte de esta expansión estaría impulsada por nuevas asociaciones de comercio y tecnología dentro del mismo sur, como dice también el informe. Sin embargo, una reflexión clave incluida en el reporte es que el crecimiento económico por sí solo no se traduce automáticamente en el progreso del desarrollo humano. Esto es, se nos dice que sólo mediante políticas decididas en favor de los más necesitados e inversiones significativas en las capacidades de las personas (mediante su enfoque subrayado en educación, cultura, nutrición, salud y habilidades de empleo) pueden expandir el acceso al trabajo digno, disminuir la desocupación y brindar un progreso sostenido.

Llegamos a un punto en que parece muy difícil, si no imposible, hacer coincidir este enfoque y análisis con ciertas realidades escandalosas que ocurren en el país, por ejemplo, la corrupción galopante en tantas esferas de la actividad económica y política en México, para corregir lo cual no parecen tomarse decisiones realmente relevantes y eficaces.

Por eso parece haber una contradicción flagrante entre ciertas prácticas que se asumen en México y la aspiración a un elevado índice de desarrollo humano.

Una de estas contradicciones o incoherencias graves se concreta ahora en la disminución del presupuesto federal para 2014 en materia cultural, siendo precisamente el desarrollo social en materia de cultura, según las perspectivas que se discuten, uno de los componentes fundamentales del desarrollo humano. Esta disminución, hasta donde ha trascendido, se debe a una acción combinada del Ejecutivo y el Legislativo: el primero porque recortó significativamente sus propuestas presupuestales en materia de cultura, y el Legislativo porque no se atrevió a realizar los incrementos necesarios, que se habían logrado en cultura durante varios ejercicios seguidos. Tal ejemplo nos muestra dramáticamente hasta qué punto hay un descuido, o de plano una incomprensión supina, del papel de la cultura en el desarrollo de las sociedades, y su papel central incluso para frenar los aspectos más desatinados de la violencia, sobre la que se dice retóricamente haber una gran preocupación y ánimo de contenerla o incluso revertirla.

Pues bien, sin gran actividad cultural en una sociedad la violencia florece, sobre todo entre los jóvenes, y no hay manera de modificar a la sociedad violenta sin cultura. El significativo recorte en materia del presupuesto cultural que se ha operado en México (para 2014) nos hace pensar que no hay una verdadera preocupación educativa en nuestras autoridades, y que su llamada reforma educativa, que ha sufrido ya el enérgico repudio de buena parte del magisterio nacional, al mismo tiempo que se recortan los gastos en fomento cultural, resulta más una figura retórica que una genuina preocupación de los gobernantes.

Como dicen los autores del informe de la OCDE sobre el desarrollo humano en 2013: No es suficiente en nuestras sociedades el crecimiento, sino que hoy resulta indispensable, además, el pleno compromiso con el desarrollo humano.

Entre las 11 variables que utiliza la OCDE en su Índice para una Vida Mejor, para medir la felicidad y el nivel de satisfactores que garantizan una buena calidad de vida, los mexicanos valoraron en los niveles más bajos, por segundo año consecutivo, los de seguridad, educación, empleo e ingresos. En una lista que incorpora a más de 100 países en el mundo, México apenas alcanza el lugar 53, debajo de Cuba y evidentemente de Uruguay y Argentina.

Vale la pena consignar que los primeros siete países de la lista son Noruega Australia, Islandia, Canadá, Irlanda, Holanda y Suecia. En 2013 el país del primer lugar fue Australia y la ciudad más vivible del mundo fue Melbourne, tanto por su clima general no violento, de cooperación y de respeto a los derechos de los otros, como por su muy elevado nivel cultural y su clima ideal. Nuevamente aparece la cultura como signo inequívoco de desarrollo humano elevado, pero en México no parece importar demasiado lo anterior.