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Educación, actitudes y complejos
C

reo sin temor a equivocarme que la sociedad mexicana en su conjunto está plenamente convencida de que su principal problema es el de la educación; sin embargo, ello no quiere decir que todos estemos también de acuerdo con la intención de mejorarla y menos aún de cómo hacerlo, por lo que la discusión abierta del tema constituye hoy una necesidad básica para la nación, partiendo del hecho inobjetable de que, para el momento actual, ningún otro factor puede incidir más, ni de manera más diversa, que la educación, en virtud del proceso de globalización en el que estamos inmersos, de las oportunidades y amenazas que la tecnología representa para naciones como la nuestra, y en nuestro caso particular por el grave problema de descomposición social que venimos viviendo.

Uno de los muchos componentes a los que debemos hacer frente es desde luego el de las matemáticas, pues la gran mayoría de la población y desde luego de los mismos profesores y estudiantes están convencidos de que se trata de la materia más difícil, y que sólo un porcentaje mínimo de alumnos son aptos para entenderlas, por el alto grado de esfuerzo que requiere su estudio. Este hecho, conocido de tiempo atrás, parece confirmarse tanto con el Programa Internacional para la Evaluación de los Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) como por los resultados de la Evaluación Nacional del Logro Académico en Centros Escolares (Enlace) realizados año con año por la misma Secretaría de Educación Pública, en los cuales se ha manifestado, por ejemplo, que al terminar el último grado de educación media superior o bachillerato el porcentaje de estudiantes que no tiene los conocimientos necesarios de matemáticas para ingresar a una institución de educación superior, independientemente del programa de estudios que seleccionasen, es de 82 por ciento (Enlace correspondiente a 2009) y que además alrededor de 50 por ciento muestra no tener los conocimientos mínimos que debiera tener un niño al terminar la primaria.

Luego de algunos años estudiando el problema, me atrevo a decir que se trata de una apreciación totalmente equivocada, pues ello además nos llevaría a considerar que constituimos una especie de grupo étnico dañado en nuestras capacidades mentales, ya que nuestros indicadores están muy por debajo de los mostrados por los estudiantes de la mayoría de naciones que forman parte de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos. Por el contrario, estoy convencido de que nuestros estudiantes tienen las mismas capacidades que los de países con los mejores índices de desempeño y que ellas son más que suficientes para lograr resultados similares a los de las naciones que ocupan actualmente las posiciones de liderazgo de acuerdo con las pruebas de PISA. Las preguntas que requieren una respuesta obligada desde luego son dos. La primera es: ¿con qué bases me atrevo a hacer tal afirmación seguramente descabellada para la mayoría? Mientras que la segunda sería: ¿y entonces, adónde está el problema?

Respecto de la primera pregunta, es necesario aceptar que los seres humanos somos producto de un larguísimo proceso de evolución, en el que los animales de especies que datan de varias decenas de millones de años atrás lograron subsistir gracias a las habilidades matemáticas con que contaban, para decidir dónde podían obtener los alimentos más cercanos y con los menores riesgos de ser a su vez devorados en el camino por animales más fuertes y veloces que ellos, de manera que las habilidades para hacer estimaciones matemáticas de distancias, velocidades y riegos, y de hacer uso de ellas para tomar decisiones, han constituido un factor esencial de los procesos mismos de evolución, siendo fácilmente detectable en las aves de presa, en casi todas las especies de mamíferos y, de manera particular, entre los antropoides, cuyos movimientos requieren de estimaciones continuas de alturas, distancias y velocidades, así como de comparaciones con sus propias capacidades musculares y óseas para decidir si les es posible alcanzar una rama, a partir de su posición y capacidad de movimiento inicial.

Otras capacidades conocidas de los antropoides son las relacionadas con su interacción con los otros miembros de su manada; lo cual implica la realización de pensamientos abstractos para no trastocar las reglas sociales establecidas en ella. Siguiendo esta línea de pensamiento, no nos cuesta mucho trabajo reconocer que los seres humanos realizan todo tipo de estimaciones de distancias, cantidades, velocidades e incluso tiempos, continuamente, al movernos, al hacer deporte, al atravesar una calle y al reconocer parecidos entre diferentes seres humanos e identificar rostros conocidos, sólo que al hacerlo no estamos conscientes de que en realidad lo que hacemos en todos estos casos implica competencias y actividades mentales de carácter matemático.

Desde luego, este razonamiento no es aceptado por muchas personas y de manera particular con quienes tienen algún tipo de formación matemática, ya que para ellos las matemáticas son otra cosa, una actividad que se hace manipulando símbolos y resolviendo ecuaciones, por lo que les es imposible pensar que un jugador que intercepta un balón de futbol americano, una pelota de tenis con su raqueta o una de beisbol con su manopla, no estén haciendo otra cosa que resolviendo ecuaciones. En la mayor parte de los casos el argumento contundente consiste en hacerles la pregunta de si los razonamientos de Galileo o de Newton no eran de índole matemática, sólo por el hecho de que las matemáticas simbólicas aún no se inventaban, dado que fueron ellos quienes tuvieron que desarrollarlas.

Con este sencillo razonamiento podemos dar respuesta también a la segunda pregunta. El problema de las matemáticas no está en la limitada capacidad de los estudiantes para entenderlas, sino en la metodología que se ha utilizado para enseñarlas, la cual pretende que los alumnos aprendan matemáticas de una manera equivocada, la cual ignora las capacidades innatas que los seres humanos tenemos, obligándonos a hacer a un lado esas capacidades y a estudiarlas de otra forma, totalmente extraña y mecanicista que implica aprender reglas para manipular símbolos y expresiones simbólicas cuyo significado desconocemos; los resultados serían similares a los que se obtendrían si a los niños se les obligara a olvidarse del lenguaje que ellos hablan para empezar por las reglas de la gramática y de la ortografía, utilizando un lenguaje puramente simbólico, desasociado del lenguaje que ellos hablan.

Si a este hecho agregamos las actitudes y los mensajes recurrentes que muchos de los profesores entregan a sus estudiantes, tanto explícitamente como a través de sus propias actitudes, en el sentido de que las matemáticas son muy difíciles, aburridas y de poca utilidad, y que la mayor parte de los alumnos no tienen la capacidad necesaria para entenderlas, tenemos el panorama completo de la difícil situación que venimos enfrentando en el sistema educativo, respecto de la enseñanza de las matemáticas y los niveles de preparación de nuestros estudiantes.