Política
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Nosotros ya no somos los mismos

Si yo fuera asesor

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Vallas metálicas y retenes fueron instalados ayer en los alrededores de la Cámara de Diputados, en previsión de la toma de protesta de Enrique Peña Nieto el próximo sábado. Los vecinos tuvieron problemas para ingresar a sus domiciliosFoto María Luisa Severiano
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i yo fuera asesor de Enrique Peña Nieto mi preocupación del momento sería una ceremonia de protesta impecable, tersa, con gran respeto entre los poderes que constituyen el gobierno de la República. Un acto que guardara todas las normas protocolarias y en el que campeara una digna civilidad republicana. Es decir, sin sometimientos, adulaciones, exaltaciones ridículas y vergonzan- tes. Y tampoco, por supuesto, sin agravios, majaderías ni exhibicionismo, no sólo estéril, sino contraproducente.

Mi primera tarea sería sugerir la conversación con los líderes formales de las fracciones partidarias que constituyen el ala izquierda del Congreso, pero también con quienes, sin la representación legal, son líderes de diversos grupos y, finalmente, dada la heterogeneidad imperante en el sector, hablar personalmente con cada legislador y formularles esta hipótesis: si el actual titular del Ejecutivo propusiera al Congreso que la entrega formal (la banda presidencial) del poder que ejerció hasta las 24 horas del día anterior, 30 de noviembre, se efectuara en el salón Presidentes de Palacio Nacional y no en el recinto parlamentario, ¿estarían dispuestos a comprometerse como partido, fracción, grupo o individualmente, a llevar la fiesta (lo de fiesta es un decir) en paz? Es decir, sin alteraciones de ninguna especie al orden convenido para esta sesión solemne. El compromiso se firma, se graba y se cumple.

Los beneficios para todos los grupos de la izquierda, tan satanizados siempre, con razón o sin ella, son evidentes. Su imagen se iría a la alza con tan sólo unas horas de contención. Esta actitud en nada implica renuncia alguna a sus convicciones, ni la menor mengua de su combatividad. Afuera, la protesta tan amplia y enérgica como se quiera, en lo absoluto sería molestada ni menos aún reprimida. Los límites los marca la ley: pacífica y sin perjuicios a terceros. Adentro se valen actitudes severas, evidentes, de inconformidad y rechazo: permanecer sentados durante la protesta (no así mientras se rinden honores a nuestra enseña patria o se entona el Himno Nacional), dar la espalda al presídium (el derecho a disentir abierta, pero civilizadamente, es prerrogativa democrática inatacable), y por supuesto, en la tribuna, ejercer plenamente la libertad de expresión para inconformarse, reclamar, denunciar, proponer.

Y el premio mayor: la reivindicación. En un acto simbólico, que no compensa en lo absoluto el despojo, pero que sí lo mantiene vigente y revitaliza sus razones, la izquierda demostraría, seis años después, que 243 mil 934 sufragios (y muchísimos más), no fueron originados en la voluntad informada y consciente de los ciudadanos, sino en el fraude electoral en todas sus múltiples vertientes: cibernético, mediático, financiero, religioso. El pueblo (ahora llamado la gente, porque si todos vivimos en un mundo feliz –Sojo dixit–, ¿qué tiene que hacer el pueblo entre nosotros?), confirmaría quién era, fue y ha sido el verdadero peligro para México.

Si yo fuera asesor de las izquierdas, además de lo anterior, que no es poca cosa, les sugeriría (sobre todo a las siglas de bien ganada fama como amistosas, muy amistosas de los poderes en turno), que a la brevedad levantaran una relación de urgencia de cada grupo o persona, por ejemplo: olvido y sepultura de agravios pendientes, superación de mezquindades en las participaciones federales a las entidades gobernadas por la izquierda, extravío de averiguaciones previas, aquiescencia a iniciativas de ley no demasiado populistas, jacobinas o extremadamente nacionalistas y, por supuesto, apertura en la administración pública a personas de pensamiento democrático y nacionalista, que mucho vestirían al nuevo gobierno. Obviamente, el nivel de la nómina sería la medida del compromiso. Elaborado, discutido y consensuado el pliego petitorio, llamémoslo así, sería como siempre, inalterable.

Si yo fuera asesor de Felipe de Jesús, le diría: ¡Ni lo pienses! Te están ofreciendo la oportunidad de tu vida. Le relataría una conversación entre Jean Paul Sartre y Daniel Cohn Bendit, durante el 68 (The good old times), en la que llegaron a la convicción de que nada convoca, convence, persuade, moviliza tanto a las personas, como la realización de actos ejemplares. Este sería el tuyo.

¿Te acuerdas del Fobaproa? Juraste, con una cachucha panista de los tiempos de tu padre que jamás lo aceptarías y luego, con un sombrero de copa que te otorgaba espacio en la cofradía (despacho) de los diegos, ordenaste su aprobación. Nombrado director del Banco de Obras y Servicios, todavía no acomodabas el retrato de Margarita en tu escritorio, cuando ya habías solicitado un préstamo al que no tenías derecho. Y la debacle: la estúpida, irracional declaración de guerra contra un poder que, nunca entendiste, te rebasaba en todos los frentes, pero que suponías era tu única (imposible) posibilidad de legitimación. Pero obviemos todos tus irigotes y despropósitos: desde aceptar la recomendación de tus head hunters, los hermanos Grimm, y constituir el grupo gobernante con sus personajes esenciales: los Cortázar, Nava, Martínez Cázares, hasta nombrar a tu sucesor seis años antes y convertir tus afectos ínti- mos en duelos nacionales.

Juntemos el año de mofa y befa en que convertiste las efemérides más apreciadas de nuestra historia, con el embate a la educación oficial y a la universidad pública, con tu fobia al laicismo y a la diversidad, con tu afición al trueque de los veneros diabólicamente heredados, por los espejitos y la bisutería de Repsol, con tu indiferencia hacia las justísimas demandas de los pueblos originarios de estas tierras, y con tu saña contra los trabajadores. Dicen que parodiando al general Philip Sheridan, (el mejor indio es el muerto), es tuya la frase: “El mejor trabajador es el desempleado y contratado por outsourcing”. Pues todo esto y tus continuas demostraciones de pérdida de proporciones que has estado exhibiendo en este mes para justificar la ausencia de actividad durante los 2 mil 187 días que, hasta hoy lunes, llevas en la nómina, el resultado no te favorece. Supera ya el síndrome Proust: La busca del tiempo perdido, es inútil, jamás se recupera. Apenas el sábado andabas pedaleando o digamos mejor (para que la señora Aristegui no se meta contigo), trepado en una bicicleta, y hace días manejando un go kart, acción que te fue reconocida como un gesto de honesta aceptación sobre tus dimensiones de conductor. ¿Qué te hizo José Alfredo para que a su Perro negro, lo dejaras verde de rabia con un palomazo tan fuera de lugar como fuera de tono? Ahora que, donde si ya no te mediste, fue con la iniciativa de reforma constitucional con la que pretendiste convertirte en un tardío padre fundador. ¿En verdad piensas que con el bautismo de tu imaginario país, se olvidará todo lo que hiciste para enterrar el nuestro?

No lo pienses más, pídele al Congreso que te autorice entregar en Palacio Nacional la banda presidencial (a propósito de banda no se te olvide invitar a Hildebrando, Ugalde y demás acreedores, tú no debes de ser malagradecido). Allí estarás rodeado de tu familia y evitarás el trauma que les puede causar a tus descendientes presenciar la no muy cálida despedida que tu presencia provocaría. Les ahorrarás miles de pesos gastados en futuras terapias. No esperes muchos amigos, ellos estarán muy ocupados a unas cuadras de allí, gritando incesantemente: ¡El rey ha muerto! ¡Viva el Rey!

En la versión pública de tu decisión es comprensible la autoexaltación: este gesto final es clara expresión de tu altura de miras, de tu costumbre de anteponer los intereses de la nación por encima de los propios. Es tu postrera contribución a la construcción de una patria ordenada y generosa, faltaba más. Este acto inédito, mostrará tu ser profundo (que nunca en seis años nos dejaste ver) tu ausencia en San Lázaro, por unos cuantos minutos, te asegurará la presencia permanente en las páginas del Génesis en el que se inscribirán los orígenes del México que generosamente nos propones.

Ya en una adenda privada, le puedes plantear al presidente Peña Nieto algunas minucias: 1- Que el gobierno de MÉXICO, pague el costo de los uniformes del equipo de futbol (americano) de la universidad que te contrate para impartir cualquiera de estas materias: Control de daños (curso del 1 al 6); Enología (todo el doctorado), o la cátedra magistral Sun Tsu sobre El arte de la guerra. 2- Que Gobernación, Hacienda y por supuesto la Procu, sean indulgentes en la pisa de colas, sobre todo a los enanit@s que no tienen fuero; 3- Que al despacho de la sobrina Mariana se le hagan las adaptaciones pertinentes a fin de que sus legítimos arrumacos no alimenten los rumores de las revistas del corazón. Y, como diría un primo que sobrevivió a la migra: “at last but not least”, Genarito, quien necesita ser nombrado de lo que sea, ya que no puede serlo de militar, en la embajada de cualquier país que no sea Francia y que tampoco tenga tratado de extradición.

Si yo fuera asesor, tendría una secretaria que no sería tan torpe como el firmante, para borrar ayer, lo que había escrito para mañana (hoy).