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La banda del carro rojo abrió el programa del concierto realizado el sábado

Los Tigres del Norte dan gran fiesta grupera en el Palacio de los Deportes

Miles de fieles seguidores bailaron y cantaron al ritmo de los músicos norteños

Algunos protestaron cuando se anunció la presencia de Paulina Rubio, quien interpretó Golpes en el corazón

Foto
Jorge y Eduardo HernándezFoto Lulú Urdapilleta
 
Periódico La Jornada
Lunes 19 de noviembre de 2012, p. a12

Con su poderosa trayectoria, iniciada en 1968 en California, y con más de 700 canciones grabadas en más de 55 discos, Los Tigres del Norte se presentaron la noche del pasado sábado en el Palacio de los Deportes.

Ríos de fieles seguidores fueron llegando desde antes de las ocho de la noche, hora fijada para el comienzo del toquín. El panorama era el mismo de cada semana en pueblos y centenas de plazas a lo largo de la República: mujeres ataviadas con pantalones ceñidos, blusa a cuadros, botas puntiagudas, pañoleta al cuello y chamarra.

Los galanes: con cinturones de grandes hebillas con diferentes motivos: caballos, herraduras, y otros, con ropa normal, incluso llevaban saco y corbata. Lo que importa es darse al rito semanal de entregarse a la vida plena, a la diversión sana.

Para no gastar mucho, numerosos asistentes tomaron providencias y se metieron en el cuerpo varias chelas o una bebida más fuerte. Hay que llegar a tono, para desgañitarse con las dolorosas.

A las ocho comenzó el reven gregario. Una gritería recibió a los músicos felinos, que simularon el andar ondulante, sinuoso, de los tigres de bengala, efecto que prende a los miles de asistentes.

Jorge Hernández, El Tigre Mayor, levantó su sombrero para saludar y La banda del carro rojo abrió el programa. Los Tigres son los precursores del narcocorrido, aportación mexicana, desde el punto de vista temático.

En los pasillos del área de abajo del Palacio de los Deportes decenas de parejas bailaron, alegres.

La mesa del rincón llevó al público a la zona donde los desamores reinan y causan estragos, dolores que no cesan. Entre el público algunos recordaban a alguien que fue muy mala onda con ellos. El sonido del saxofón era llanto, alarido que fue hasta donde se estaba el ser interfecto, mezcla amatoria y odiada.

Algunas parejas no sufrían. simplemente disfrutaron de la música de los felinos, originarios de Mocorito, Sinaloa, que como tantos paisanos tuvieron que emigrar en busca de mejores horizontes laborales. Mostraron fotos en las que se les ve chavos, con sus instrumentos. La imagen es la de unos muchachos sencillos Tocaban en fiestas familiares, aunque Jorge Fernández ha dicho que las escuelas de los norteños son las cantinas.

Los aplausos eran por igual para Jorge, acordeón y vocalista; Hernán Hernández, bajo eléctrico y voz; Eduardo Hernández,  segundo acordeón, segundo bajo sexto, saxofón y voz; Luis Hernández, bajo sexto y voz, y Óscar Lara, batería.

Anunciaron a su reina, a la reina de Los Tigres del Norte, a Paulina Rubio, para interpretar a dueto Golpes en el corazón, una de las canciones más esperadas de la noche. Eduardo hizo esfuerzos para sobrellevar el dueto. La mayoría aplaudió y coreó el tema, pero también hubo protestas: Paulina no canta, no baila, no es simpática.

Paulina anunció otras piezas, de fusión norteña y sus baladas. Fueron cuatro, que llevaron al límite la tolerancia de los más pacientes. Los vete y los fuera aumentaron, pero Pau siguió. Para calmar al público, Jorge anunció que tocarían otra vez Golpes en el corazón. La rubia recorrió el escenario luciendo un vestido corto con destellos. Acabó el tema y se fue.

Resurgieron los narcocorridos y en los efectos se oyeron disparos de ametralladora y sirenas policiacas, se vivió la sensación de las persecuciones. Jorge ha dicho que los corridos sólo informan de la verdad, lo que ocurre en la realidad, por lo que los seguirán cantando, aunque sean censurados por las autoridades.

El exceso de trabajo provocó que la voz de Jorge Hernández se escuchara lastimada. La acústica no ayudó para nada. Por si fuera poco, después de su presentación en el Palacio de los Deportes actuarían en Tlaxcala, dijo al público, al que invitó a seguir la fiesta allá.

Especie de padrinos de sus fans

Los Tigres leyeron en el escenario los mensajes de algunas personas del público, que señalaban que su presencia se debía a la celebración de su cumpleaños, o que festejaban algo muy personal o que asistieron para unir más su relación de pareja. En este caso, Los Tigres son una especie de padrinos de muchos de ellos. Los gruperos están cerca de su gente, la saludan y se toma la foto con ella.

Mi fantasía levantó el ánimo, luego de algunas lacrimógenas.

Llegó una canción, un bolero, una cumbia. “En una fonda chiquita, que parecía restaurante, me pasé a echar unos tacos porque ya me andaba de hambre, ya ven que el hambre es canija y más el que la aguante; se me acercó una mesera que estaba reque tres piedras…”, cantó Jorge.

Se acercaba el fin de la tocada y Camelia La Tejana logró un clímax en la noche. Siguieron Ni parientes somos, La tumba falsa...

Cientos pidieron tal o cual pieza, y en un encore largo, Los Tigres interpretaron otras seis. Por ellos seguirían, pero el Palacio no es un espacio grupero per se. Acabó el concierto y cada quien se llevó su experiencia.