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Manglares: una norma tardía
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n diciembre próximo se cumplirán dos años de la publicación de la Norma Oficial Mexicana 059 de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), en la cual se incluye la biodiversidad bajo protección especial, amenazada y en peligro de extinción. Fue una versión actualizada de la publicada en 2001, pero con una importante novedad: que en ese lapso el número de especies en peligro de extinción aumentó notablemente, al pasar de 372 a 500. Fueron numerosas y ácidas las críticas al gobierno por la tardanza en publicar la nueva norma (cuatro años) debido fundamentalmente a que las especies de mangle rojo, negro, blanco y botoncillo pasaron de la categoría de protección especial a la de amenazada. Hubo motivos de sobra para ese cambio, pues se ha perdido 65 por ciento de la extensión original. Y porque el ritmo de destrucción es elevado. En buena parte por las actividades turísticas, la obra pública y diversas actividades económicas. Fue la iniciativa privada y sus personeros en el gobierno y en el Congreso de la Unión los que trataron a toda costa de impedir que los manglares recibieran protección.

Las organizaciones defensoras de la vida silvestre y los recursos naturales advirtieron en 2010 los retrocesos que en materia de protección había sufrido el país durante la primera década del milenio, precisamente el que llevaba en el poder el Partido Acción Nacional. Y es que si consideramos el número de especies que en la nueva norma figuran en las categorías de en peligro o amenazadas, México ocuparía el segundo lugar mundial en este campo. Antes ocupaba el quinto, para nada honroso, superado por Ecuador, Estados Unidos, Malasia e Indonesia.

Pero, además, considerando los cuatro años que tardó el gobierno federal en publicar la norma, los grupos defensores de la naturaleza y numerosos especialistas también la calificaron de obsoleta, pues en el tiempo transcurrido desde su elaboración mucho cambió con innumerables especies silvestres. Urgieron entonces a revisarla y a actualizarla para hacer realidad el interés que dicen tener las autoridades federales por la preservación de la biodiversidad del país.

No ha ocurrido así y todo indica que el segundo sexenio panista termina con una norma desfasada en el tiempo y en cuanto sucede con la fauna y la flora de México. Cabe recordar que la primera lista oficial de especies en peligro se publicó en 1994, de tal forma que la de 2010 es la tercera en la materia. Legalmente debe revisarse para su actualización cada cinco años. Y que, por lo menos, la mitad de especies de mamíferos, reptiles y anfibios existentes en el país se hallan en riesgo.

La norma 059, de diciembre de 2010, enlista 2 mil 631 especies clasificadas en alguna de las cuatro categorías de riesgo: sujeta a protección especial, amenazada, en peligro de extinción y probablemente extinta. Según la Semarnat, el número de especies sujetas a protección especial disminuyó 10.7 por ciento, mientras el de las amenazadas aumentó 6.4. Pero las catalogadas en peligro de extinción se incrementaron casi 28 por ciento. Son aquellas cuyas áreas de distribución o tamaño de sus poblaciones se han reducido drásticamente, poniendo en riesgo su viabilidad biológica. Es el caso de 183 especies de plantas, 96 de aves y 52 de mamíferos. El listado incluye 11 especies de loros, pericos y cotorras, siete de águilas y seis de conejos y liebres. En cuanto a las especies clasificadas como probablemente extintas, su número ascendió a 49. Destacan el cisne trompetero, la paloma viajera, el tecolote enano y el carpintero imperial. Es importante señalar que el jaguar figura en dicha norma en peligro de extinción. Según cálculos confiables, cada año mueren en México entre 300 y 500 de esos bellos felinos, especialmente en Campeche, Yucatán y Quintana Roo, debido a la cacería furtiva, la deforestación y la urbanización. Esas causas y otras más figuran como las principales para que muchas otras especies disminuyan sus poblaciones a niveles críticos. Los ecosistemas en los que viven sufren cambios notables debido además a los efectos del cambio climático, la contaminación, las especies invasoras y las actividades humanas.