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El género grupero impactó en la región de la Huasteca, dice el versador Román Güemes

No se vale que una música se pierda por el descuido de las autoridades y la moda
Enviado
Periódico La Jornada
Lunes 8 de octubre de 2012, p. a17

Citlaltépetl, Ver., 7 de octubre. Toda la música debe acabar un día, pero de manera natural, no por efecto del descuido de las autoridades, por la influencia de las modas, como la que impuso el género grupero; es decir, no por influencia externa, expresó en entrevista Román Güemes, músico, versador estudioso y memoria viviente del son, del huapango.

Güemes está de visita en este pueblo para dar lustre al 17 Festival de la Huasteca-Sierra de Otontepec, que se realizó en esta población, Tantima y Chontla, y que finalizó este domingo entre fandangos.

Hay músicas que desaparecen y no se sabe nada de ellas, ni hay registro. Ante esto, Güemes recuerda: Nací en Platón Sánchez el 9 de agosto de 1953. Mi infancia, la primera y la segunda, transcurrieron en ese lugar, donde se hablaba náhuatl, por lo cual mi español era deficiente. Al entrar a la escuela sentimos un choque, un enfrentamiento, por no hablar español, pues como venían los libros no era como hablábamos en la comunidad. A los 14 año fui a Jalapa a buscar la vida. Mi familia era numerosa, mi padre campesino y mi madre analfabeta.

Con la música comenzó una relación indisoluble a los 14 años, en el seno materno, con parientes que tocaban instrumentos. Mi padre y mi abuelo fueron músicos. Mi bisabuelo materno, versador. Aprendí a tocar sones de danza, para carnaval, para el Día de Muertos, para Xantolo y otros. Había una jarana que mis hermanos habían comprado en Tamazunchale; había guitarras pintas, violines. Mi mamá no quería que yo siguiera eso porque pensaba que los músicos tomaban. Así fue como me inmiscuí con mi propia cultura.

Proceso natural

Ante el tema de las músicas en riesgo, dijo: “Hay quien cree que es natural que algo como las músicas se pierda, ¡sí!, pero por su proceso natural, en el que la cultura se resuelve a sí misma, con sus contradicciones.

Lo que no se vale es que por elementos externos se influya en las decisiones que debemos tomar. Cuando pasa eso somos irresponsables, porque no es un cambio normal. Se va perdiendo ese sentimiento, esa liga, con la cultura; después, aunque se quiera regenerar, ya no se puede, porque ya no existe la relación con la comunidad.

El hecho de destruir las capillas indígenas antiguas en la Huasteca, por aquello de yo no soy comunista... soy católico... todo eso que ni entendíamos. Comenzaron a bautizar a la gente y a casar a personas de 50 o 60 años. Hubo una ola de catequistas, que decían que no pasaba nada.

Otro factor que influyó fue la llegada de la energía eléctrica, entre 1985 y 1986, cuando la gente de acá comentó que iba a haber desvelados por ver la televisión, que todo iba a ser un caos. Se formó un comité antielectricidad, se enterraron los postes. Yo les dije que era para hacer el bien, para hacer la vida menos pesada a las mujeres, con las licuadoras, por ejemplo. Llegaron unos que se declararon vírgenes o dioses, que crearon divisiones de carácter comunitario y se empezaron a descuidar las comunidades.

Exigencias de la comunidad

Afirmó: “Si las cosas tienen que cambiar que sea con las exigencias de sus integrantes. Hay cambios que son inevitables y la música de hoy no es la misma que tocaban nuestros abuelos. El huapango se ha modificado un poco. Hoy vivimos el renacimiento de nuestra música, con muchos tríos y festivales como este, con danzas y con foros. Este programa es organizado por el Programa de Desarrollo Cultural de la Huasteca, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, a través de su Dirección General de Culturas Populares.

Foto
Román Güemes, memoria viviente del sonFoto Isaac Sánchez

Hay muchos grupos que defienden nuestra cultura, pero es muy difícil avanzar sin el apoyo de las autoridades. Muchos de los festivales con los que iniciamos esa lucha no continuaron y algunos del gobierno nacieron para restarnos fuerza. Se han perdido elementos de la cultura tradicional importantes en el contexto general de la región, en su práctica y operatividad. Las comunidades que fueron catequizadas resultaron afectadas en sus rituales. Los catequistas no aceptaron la práctica de ambas ceremonias y se desterraron las del agua, del maíz, del elote, de la milpa y otras de carácter fúnebre, como la de los siete días. Eso afectó porque las fiestas ya no son comunitarias, sino familiares. Antes se hacía una misa y una fiesta, subían al cerro y aportaban comida. Ya no son masivas porque la comunidad ya no cree. Mejor vienen de muchos lados a hacer la ceremonia. Lo mismo sucede con los carnavales.

Otra de las cosas que han afectado las músicas de la región es el impacto del género grupero porque desplaza a los músicos locales. Y aunque no los haga de la Para sobrevivir, los músicos de son deben tocar ese repertorio, y en cuanto comienzan a tocar lo propio las parejas se van a sentar. La tuba desbancó al bombardini y al bajo, por ejemplo. Otro caso es la norteñización de la patria, que hace que en una fiesta patronal haya hasta 30 grupos de norteños, con sus corridos. Antes fue la cumbia, con su chuntata. La música que no es propia de una región influye, y no es que no se quiera oír, y hasta quizá guste, pero la radio está bombardeando todo el día.

“En la Huasteca veracruzana se puede perder el son de costumbre, el zapateado huasteco el cual ya perdió su baile, su zapateado, su aspecto. Antes había jarabes de seis por ocho ya sólo se tocan una vez al año. Eso ocasiona que se pierda destreza. Cuando desapareció la ceremonia del agua se extinguieron las danzas del elote. Hay músicas que ya no se entienden por su carácter ritual, comunitario. Nos han dicho que para evitar la pérdida nosotros debemos ser autosuficientes, pero los tríos tienen necesidades y lo que sabemos es único. Lo que queremos es que las autoridades de cultura estén aquí. Pero hay una marginación, una pobreza brutal. En los 50 había pobreza, pero sólo sentíamos la hambruna cuando había sequía; no obstante, había música, a pesar de la pobreza, pero los arroyos tenían pescado, por ejemplo. Hoy los ríos están contaminados. Lo malo es que esto va a empeorar, porque hay más pobreza y violencia. La gente tiene miedo y el arte necesita paz y tranquilidad. O se hará otro tipo de arte. Para pensar hay que tener libertad. Lo que no hay es narco, porque esto de la trovada no se lleva.”

Güemes no tiene un disco grabado por él, pero ha participado con algunos de los músicos emblemáticos de la región. Lo que sí tengo son algunas obras de cuento y poesía, crónica, sobre el huapango antiguo y el de ahora. No hice discos porque es caro... para mí.

Hoy, precisó, se puede escuchar el son puro en varias zonas, como Zontecomatlán, Yahualica y otros, que son sitios apartados.