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Ver día anteriorViernes 22 de junio de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Conflicto electoral
L

legó el momento de abandonar el espejismo de las encuestas para ubicarnos en el escenario de un conflicto electoral. Tras varias semanas de ir en último lugar, el PAN declaró este lunes, después del cuchi cuchi, que Josefina había rebasado a López Obrador. Y así lo mostró la más reciente encuesta de Excelsior, que la puso dos puntos arriba de AMLO. Es seguramente la última jugada de Josefina, porque parece inverosímil que después de su desabrida campaña electoral haya regresado a una elección de tres. De cualquier manera, tres candidatos buscarán la victoria el primero de julio.

Tras 71 años de gobierno, el PRI ha pasado dos sexenios fuera de la Presidencia. Los priístas saben que con 18 años fuera se convertirían en una institución sin fuerza política. Hoy, para muchos jóvenes de #YoSoy132, el partido es una anacrónica institución del siglo pasado. Por eso 2012 representa una oportunidad histórica. El problema de López Obrador es diferente. Sabe que en 2006 (haiga sido como haiga sido) fue víctima de un fraude electoral orquestado desde la Presidencia por el neopriísta Vicente Fox. Y tras seis largos años de recorrer todos los municipios del país, siente que su victoria es inevitable. Piensa que nadie sin contacto directo con los pobres debería despojarlos del cambio que él representa. Convencido de que se va a repetir el escenario de 2006, comenzó su campaña esgrimiendo el espectro del fraude electoral. Quiere la Presidencia como mandato para refundar la República.

Aunque Josefina comenzara a asimilar la derrota, el partido seguiría peleando la victoria. La requiere por salud mental de Calderón: un panista autoritario e intransigente, que llegó al poder envuelto en una nube de sospecha y se retira con una estela de 60 mil muertos. Por su forma de ser, jamás se perdonaría reinstalar al PRI, ni dejar a su partido en último lugar de la contienda.

La buena noticia es que vamos a descansar del sonsonete de Josefina y de la guerra de las encuestas. Pero la mala es que estamos frente a un conflicto electoral inevitable. En una elección de tres hay material para alianzas, impugnaciones y golpes bajos. Partidos y candidatos saben que son inevitables; que estamos a punto de asomarnos al escenario de 2006. Así lo anunció esta semana López Obrador, cuando declaró frente a una periodista extranjera que “había regresado la guerra sucia de 2006”. Y así lo percibe Enrique Peña Nieto. Por eso pidió a sus seguidores una victoria contundente. A todos nos queda claro el significado de la amenaza de #YoSoy132: ¡si hay imposición, habrá revolución! ¿Pero alguien en su sano juicio se atrevería a desatar un conflicto estudiantil en medio de una guerra civil y con la mitad del Ejército en las calles? Calderón tiene al Ejército de su lado y declararía sin pensarlo el estado de excepción para suspender las elecciones. ¿Por cuántos años?

AMLO asegura que en sus encuestas ha rebasado a Peña Nieto. Pero no las muestra. Alguien de su equipo debería aconsejarle que guardando in pectore cifras y encuestas su campaña pierde transparencia y desanima a muchos electores.

Estos comicios, que podrían volverse todavía más violentos, han dejado mucho material para posibles impugnaciones. Parece que los candidatos se vigilaban celosamente y estaban mejor preparados para impugnar la elección que para ganarla. Por eso muchos recomiendan ahora pactos de civilidad, que carecen de valor legal, pero tienen por lo menos fuerza moral frente a los electores.

Para impugnar la elección los candidatos tienen muchos indicios y sospechas, pero pocas pruebas y datos sólidos: los gastos de campaña, la guerra sucia, la denuncia en Estados Unidos; el pase de charola y Honestidad Valiente; la sorpresiva aparición de la bella chilena Camila Vallejo (nadie sabe quién la invitó ni cómo llegó, pero está interviniendo en el proceso electoral, en violación de la Constitución); los convenios de Televisa mencionados por The Guardian. Si se anulara esta elección ¿aguantaríamos otra campaña?

No debemos descartar futuras intervenciones ilegales de Calderón. Sabe que Josefina está perdida y, como apunté la semana pasada en mi blog (Un extraño debate: bit.ly/M2X52S), la candidata parece más destinada a convertirse en un simple dato estadístico que a obtener la victoria. Ser la primera mujer candidata presidencial del PAN no es poca cosa. Todos prometen acatar incondicionalmente el resultado de los comicios, salvo López Obrador. Con afilado colmillo político acepta firmar porque vamos a ganar. Y como eso sería una firma sujeta a condición, su promesa no convence, y ha ocasionado que el equipo de Josefina saque esqueletos del clóset y filtre por debajo de la mesa los empolvados videos del 2006, que tanto daño le hicieron a López Obrador.

Un conflicto electoral acrimonioso en medio de la guerra civil de Calderón, con estudiantes enardecidos como en 68, tendría consecuencias muy graves para México. Yo estoy plenamente convencido de que debemos erradicar la corrupción y cambiar el modelo para beneficio de los pobres, pero sin destruir el país...

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