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No se olviden de mí, expresó el tenor ante las 10 mil personas que acudieron al recinto

En el Auditorio Nacional, Plácido Domingo fue de Rigoletto a El rey

Lo acompañaron en el 60 aniversario del foro las sopranos Angel Blue y Micaëla Oeste, la OFCM, Núria Pomares, el Mariachi Vargas de Tecalitlán y Guadalupe Pineda

Muestra de su cariño por México, busca traer el modelo venezolano de enseñanza musical de José Antonio Abreu

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Plácido Domingo en medio de las sopranos Micaëla Oeste y Angel Blue, el miércoles pasadoFoto Fernando Aceves
 
Periódico La Jornada
Viernes 22 de junio de 2012, p. 7

Para celebrar sus 60 años, el Auditorio Nacional presentó a uno de los cantantes más apreciados en el mundo: Plácido Domingo, referente musical con cinco décadas de trayectoria, que la noche del miércoles ofreció una gala operístico-vernácula en el llamado coloso de la avenida Reforma, el cual lució a su máxima capacidad.

Hermosas piezas de Wagner, Puccini o Strauss fueron sólo los accesorios de la indumentaria con la que Plácido Domingo y artistas invitadas vistieron la gala con la que se iniciaron los festejos del recinto; pero el atavío de noche lo proporcionaron las canciones de José Alfredo Jiménez y Agustín Lara, interpretadas por un coro de casi 10 mil personas a la par del tenor. Las emblemáticas El rey y Granada se escucharon hasta el recibidor del foro. Fue el clímax de su encuentro con el respetable que ha seguido su trayectoria.

No se olviden de mí. No se olviden de nosotros, dijo un entregado Plácido Domingo, quien no dejó al margen interpretaciones de Júrame, de María Grever, y Estrellita, de Manuel M. Ponce. Punto y aparte fue la presentación de Parla, siam soli… Sì, vendetta, uno de los tres actos del melodrama Rigoletto, de Verdi, en el que a mitad de la pieza el tenor se fugó a otro lugar, en el que la pasión, el engaño, el amor y la venganza fueron más protagonistas que el propio Rigoletto. Lo acompañó el tono brillante y bien enfocado de la soprano Micaëla Oeste.

Labor por la enseñanza musical

A sus 70 años, impulsado por encantar al público, a la gente, Plácido se muestra como ente propositivo y dinámico, dentro y fuera del escenario.

Hay que recordar que en 2009, en Venezuela, conoció al maestro José Antonio Abreu, creador del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela –galardonado en 2008 con el Premio Príncipe de Asturias–, modelo de enseñanza que estimula la práctica colectiva de la música a través de orquestas sinfónicas y coros, creados con niños, niñas y adolescentes de escasos recursos.

Ahora el tenor, por su visible cariño hacia México, pretende traer ese modelo de enseñanza a la llamada Ciudad Plácido Domingo, barrio que se construyó en el municipio de Acapulco para los damnificados del huracán Paulina. Según dijo a la prensa, sigue analizando el proyecto junto con Abreu.

La celebración del Auditorio se inició con la presentación de la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM), dirigida por Eugene Kohn, quien ha participado en otros conciertos con Plácido Domingo, que, gustoso, llevaba y traía al escenario a cada participante, como a la soprano californiana Angel Blue, reconocida en el ámbito de la ópera internacional por su registro alto, brillante y ágil, y quien por cierto es maestra de interpretación por la Universidad de California en Los Ángeles, además de ser ex modelo y reina de belleza de su estado.

En un acto visceral, Plácido interpretó con las dos cantantes Die Fledermaus, de Strauss. En cada estrofa, en cada palabra, gracias a las pantallas gigantes, se apreciaba la mutación de sus rostros durante su interpretación. Lo secundó un número ejecutado sólo por la filarmónica: La vida breve, de Manuel de Falla, que fue engalanado por la presencia de la bailarina de danza española Núria Pomares. Antes, Micaëla Oeste presentó un fragmento de la ópera Giuditta, de Franz Lehar, y Angel Blue hizo lo propio con un fragmento de La Rondine, de Giacomo Puccini, ópera estrenada en 1917 en Montecarlo.

Vino un intermedio y el resto del programa fue más de carácter popular. Luego de la obertura de la agrupación dirigida por Eugene Kohn, en los números se intercalaron Plácido, Micaëla y Angel. Se escucharon I could Have Danced All Night, del musical My Fair Lady; Over the Rainbow, del Mago de Oz; El sueño imposible, de El hombre de la Mancha; Tonight, de West Side Story; De España vengo, y Amor, vida de mi vida, entre otras piezas.

Terminaron los temas programados, pero el regreso al escenario de los artistas dio sabor a la noche: Plácido salió al proscenio vestido de charro, luego de que se escucharon las notas de El son de la negra tocadas por el Marichi Vargas de Tecalitlán, agrupación que no sólo acompañó al tenor, sino también a otra de sus invitadas, Guadalupe Pineda, con quien cantó a dueto Paloma querida, de José Alfredo Jiménez.

Es una gran alegría estar una vez más aquí, dijo Plácido, después de gritar ¡Viva México! y de ofrecer una disculpa, porque desde ayer me empezó un catarro muy inoportuno, pero voy a cantar con el alma y la voz. Al margen de la alegría de estar en México, es un honor para mí estar en la celebración del 60 aniversario de este Auditorio; recuerdo cuando se inauguró y quiero decir que, además de los conciertos que he dado aquí, donde también canté ópera hace muchos años.

El tenor, quien nació en Madrid, se trasladó a la ciudad de México, donde su entorno familiar facilitó el desarrollo de quien, desde muy joven, manifestó condiciones artísticas extraordinarias.

Debutó como cantante lírico a los 18 años, encarnando a Borsa en Rigoletto, y su primer papel protagonista llegó dos años después, en La Traviata. Desde entonces ha forjado una carrera imparable en la historia moderna de la música.