Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 20 de mayo de 2012 Num: 898

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Huir del futuro
Vilma Fuentes

Palabras para recordar a Guillermo Fernández
Marco Antonio Campos

Nostalgia por el entusiasmo
José María Espinasa

Cali, la salsa y
otros placeres

Fabrizio Lorusso

John Cheever: un neoyorquino de todas partes
Leandro Arellano

Reunión
John Cheever

Carlos Fuentes en la
última batalla

Antonio Valle

Carlos Fuentes,
los libros y la fortuna

Luis Tovar

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

John Cheever:
un neoyorquino de todas partes


Ilustración de Gabriela Podestá

Leandro Arellano

Niño aún empezó a inventar historias que admiraban a sus maestros y compañeros de escuela, y en su temprana juventud fue expulsado de la Academia Thayer por ser sorprendido mientras fumaba. Esa experiencia la transformó en su primer relato, “Expelled” (“Expulsado”), que publicó en la New Republic en 1931, el mismo año en que hizo una visita a Alemania con su hermano Fred. Continuó publicando en la misma revista, así como en Collierʼs Story, en Harperʼs Bazaar y otras, pero fue con The New Yorker –la emblemática publicación cuasi semanal neoyorkina– con la que mantuvo una prolongada relación por el resto de su vida. Publicó allí por primera vez en 1935 su relato “Buffalo”, iniciando una relación que sólo se extinguiría con la muerte del escritor, casi medio siglo más tarde. “Buffalo” fue el primero de los 121 relatos que publicó en The New Yorker.

John William Cheever nació el 27 de mayo de 1912, en Quincy, Massachusetts. Su padre fue un exitoso comerciante de zapatos y su madre, una mujer de carácter nacida en Inglaterra, era jefa de enfermeras en un hospital, pero al casarse se dedicó a labores sociales y culturales, y cuando varió la fortuna familiar estableció –ante el horror de sus allegados– una tienda de regalos.

Hacia 1932 conoció a Edmund Wilson, John Dos Passos y Sherwood Anderson, y trabó amistad con su coterráneo e.e. cummings, quien lo persuadió de que abandonase Boston. Al poco tiempo se estableció en Nueva York, una ciudad que permanecerá enlazada a su existencia. En 1941 se casó con Mary Winternitz, hija de un antiguo decano de la Escuela de Medicina de Yale y nieta de Watson, coinventor del teléfono.

En 1943 publicó su primer libro de cuentos The Way Some People Live (El modo en que vive alguna gente), bien que a lo largo de su vida escribió indistintamente relato y novela. La novela Crónica de los Wapshot, le valió el National Book Award en 1964, y en 1979 le fue concedido el Premio Pulitzer por la edición de sus cuentos reunidos. Fue este género en el que principalmente destacó.

Cheever es uno de los más reconocidos cuentistas estadunidenses. Varios relatos suyos, como “El nadador”, fueron llevados a la pantalla. Las relaciones malogradas, el alcoholismo, las tensiones de la vida doméstica son temas recurrentes en su obra, en la que priva una visión harto acerba de la vida. “Reunión”, el relato que presentamos enseguida, bien puede representar un ejemplo típico de su literatura. En el prefacio al volumen de sus cuentos reunidos el autor confiesa: “Calvino no tuvo ningún sitio en mi formación religiosa, pero su presencia parece morar en los graneros de mi niñez y haberme heredado una inmoderada amargura.” 

Como todos los cuentistas notables de su país, Cheever reconocía la preeminencia de Chéjov en el género. En un viaje que hizo a Yalta, durante la Guerra fría, visitó la casa en que el cuentista ruso vivió sus últimos años. Esa experiencia y su impresión del genio de Chéjov son narradas en un texto que tituló “La melancolía de la distancia.”   

Neoyorquino entrañable y bebedor consuetudinario, Cheever consideraba que el cuento es la literatura del nómada. Por un tiempo presidió Yaddo, una comunidad de artistas con asiento en Saratoga Springs, la cual representó para Cheever un segundo hogar a lo largo de su vida.

Durante una época enseñó en la Universidad de Boston y en 1978 Harvard le concedió un grado honorífico.

Unos días antes de su muerte, en 1982, recibió la Medalla Nacional de Literatura en el Carnegie Hall, otro emblema neoyorkino. Abrazado por el cáncer, en la ceremonia de reconocimiento el escritor expresó su non omnis moriar, cuando afirmó que una página de buena prosa es indestructible.

The Library of America –La Biblioteca de América– publicó en 2009 sus cuentos reunidos y otros textos, en un esmerado volumen de poco más de mil páginas. De allí procede la presente traducción. Austral anunció que el presente año publicará algunas obras suyas, en conmemoración de su primer centenario.