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Las integrantes de la orden Hermanitas de Jesús llegaron a los Valles Centrales de Oaxaca en 2008

Religiosas comparten pobreza y escuchan penurias de indígenas

Los habitantes sufren por su estrechez económica, pero tienen fe sólida en salir adelante, afirman

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Las religiosas Nicole Villier, Jaqueline Boymont, Leticia Cruz Ruiz y María Refugio Guzmán, integrantes de la orden Hermanitas de Jesús, realizan labores de catequesis en el municipio de San Bartolo Coyotepec, en los Valles Centrales de OaxacaFoto Jorge A. Pérez Alonso
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Nicole Villier saluda a un niño en una colonia marginada de San Bartolo CoyotepecFoto Jorge A. Pérez Alonso
Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 2 de mayo de 2012, p. 32

San Bartolo Coyotepec, Oax., 1º de mayo. Nicole Villier nació en el pueblo francés Le Russey en 1935, y llegó a México hace 56 años para laborar con grupos vulnerables de Hidalgo, Chihuahua y el Distrito Federal, donde compartió la vida cotidiana en el trabajo y el vecindario.

La orden Hermanitas de Jesús, fundada en 1939 en Argelia, por Magdeleine Hutin, que opera en unos 60 países y a la cual Villier pertenece, llegó en 2008 a este municipio zapoteca de los Valles Centrales oaxaqueños, cuna de artesanos del barro negro, renombrado internacionalmente. Aquí fundó una casa de fraternidad en la calle Matamoros sin número, en la colonia Vicente Guerrero, en las inmediaciones del basurero municipal de Oaxaca de Juárez.

Su misión era y es escuchar, acompañar y vivir en la pobreza como sus habitantes, la mayoría indígenas migrantes de diferentes regiones de la entidad. Los vecinos de San Bartolo nos van compartiendo su historia, tejida de mucho sufrimiento y escasez, particularmente las mujeres, y recibimos con asombro el testimonio de su tenacidad y de su esperanza.

En entrevista, la hermana Nicole afirmó: Hacemos lo que Jesús: asumimos la pobreza radical como sus habitantes, escuchamos sus historias de mucho sufrimiento y penurias, pero también obtenemos su testimonio de tenacidad y de esperanza nacida de su diaria experiencia de Dios.

La monja, de 77 años, dijo que llegó con sus compañeras, la guanajuatense María del Refugio Guzmán y la suiza Jacqueline Boymond, a la parroquia de San Bartolo Coyotepec por invitación del sacerdote José Rentería Pérez, para ayudarlo a atender la necesidad extrema de escuchar a los pobladores de asentamientos marginados aledaños a la capital.

Son colonias que se han formado por la migración, muchas veces forzada, principalmente de indígenas. Llegaron ahí por la pobreza, por la marginación o por la violencia. Entonces, existe mucha necesidad de escucharlos, de cercanía y de platicar. Oímos sus problemas, sus situaciones extremas de pobreza, de abandono y de esa impotencia por no ver florecer la vida debido a la contracorriente económica, afirmó Villier.

Explicó que si bien los habitantes de colonias cercanas al basurero municipal sufren sobre todo por su estrechez económica, también tienen gran esperanza y una fe sólida en salir adelante. La gente no tiene trabajo, tiene problemas, a veces caen en pesimismo y en depresión, pero escuchándola, dándole un mensaje de aliento y de la convivencia de la amistad, se levanta y se organiza, comparte lo que puede y si se necesita una manita también te la echa. Esta es la esperanza, porque no es individualista, sino comunitaria, y no se queda clavada en su propio problema, agregó.

Esa esperanza, esa solidaridad y la fe profunda la he visto en pocos lugares, porque no solamente nos cuentan sus cosas, también oran en la casa de fraternidad, nos confían sus intenciones y hasta nos platican del evangelio. Esa fe nos ayuda mucho también a nosotros, porque es gente de mucha religiosidad, señaló.

Villier destacó que se encuentra satisfecha de su labor, junto con las demás hermanitas de Jesús, porque cumplen con su compromiso religioso de compartir las condiciones de vida de los habitantes de las colonias marginadas, de vivir con ellos y como ellos, así como por compartir las luchas y las esperanzas quienes desean un mundo más justo y sustentable.

Vivimos entre ellos y ellas con el deseo inmenso de manifestarles algo de la cercanía y la ternura de Jesús, orando, trabajando y compartiendo, agradecidas por la amistad y la confianza que nos han brindado, indicó.

La religiosa dijo que escuchar el sufrimiento de los pobladores, esencialmente por su escasez económica, también les ha permitido conocer la fuerza interior tan grande del oaxaqueño y su decisión por luchar y no dejarse pisar por nadie.

Compartiendo las condiciones de vida de los habitantes de las colonias, nos hemos dado cuenta de que son gente que se levanta, que tiene fuerza y que también sabe alegrarse para salir adelante, indicó.

A su vez, el sacerdote Rentería Pérez expuso que invitó a las religiosas por conocer el trabajo que desarrollaban desde hace 42 años en campos agrícolas del Valle del Mezquital, en el estado de Hidalgo, porque laboran en medio de los pobres.

En las colonias, anotó, la gente las aceptó porque las ven que andan en la lucha por la vida igual que todos. Por ejemplo, la hermana Nicole siembra una pequeña huerta para consumo y para compartir; la hermana Jacqueline elabora chiles en vinagre también para vender y compartir, y la hermana Refugio cose ropa. Es un testimonio que impacta y como tal, son aceptadas.