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A un año de que su hijo fue asesinado, reprocha la indiferencia cómplice de políticos

Truena Javier Sicilia contra imbecilidad de criminales y de la estrategia antinarco
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Javier Sicilia y otros familiares de víctimas de la violencia se movilizaron en Cuernavaca. El poeta censuró al secretario de Gobernación por decir que no es tan grave la inseguridad en MorelosFoto María Meléndrez Parada
Enviado y corresponsal
Periódico La Jornada
Jueves 29 de marzo de 2012, p. 17

Cuernavaca, Mor., 28 de marzo. Justo donde ahora Javier Sicilia llora y abraza a otros dolientes –familiares y amigos de muertos y desaparecidos víctimas de la narcoviolencia– fue encontrado el automóvil con el cuerpo de su hijo Juan Francisco y seis personas más. Hoy se cumple un año. ¿Cuántos muertos, cuántas lágrimas, cuánto dolor, cuánta rabia, cuántas plegarias, cuántos reclamos, cuántas esperanzas y cuántas decepciones caben en un año?

Una caravana de aproximadamente 20 automóviles y dos autobuses llega hasta el fraccionamiento Las Brisas, a una calle que corre paralela a unos metros de la autopista Cuernavaca-Acapulco, en la desviación hacia la ex hacienda de Temixco. Frente a un alto muro de piedra, entre dos ficus, el sitio es señalado por una corona de flores, siete veladoras, un moño negro, las fotografías y los nombres de los difuntos escritos en hojas de papel pegadas a la pared: Juan Francisco Sicilia Ortega, Jaime Gabriel Alejo Cadena, Julio César y Luis Romero Jaimes, Álvaro Jaimes Aguilar (tío de Julio y Luis), María del Socorro Estrada y Jesús Chávez.

Demanda mayor participación civil

Desde aquí, el poeta vuelve a gritar su dolor y su rabia por tanta muerte inútil, por tanta impunidad. Estalla contra la imbecilidad asesina de los criminales y contra la imbécil estrategia del gobierno federal contra el narcotráfico. Y arremete una vez más contra la indiferencia cómplice de la clase política –gobierno y partidos– a la que, dice, no le importa el sufrimiento de la gente, sólo le interesa acceder al poder. También reclama mayor participación a la sociedad civil y sigue, como desde hace un año, exigiendo justicia para su hijo y para cada uno de los 50 mil muertos del sexenio.

Los cálculos aritméticos de la Red Global por la Paz en México –agrupación participante en las conmemoraciones– indican que si se guardara un minuto de silencio por cada uno de los muertos, dejaríamos de hablar durante 41 días.

A las nueve de la mañana comienzan a reunirse los participantes en la conmemoración a la que los organizadores llaman Del dolor, la rabia y el amor: un año después. La cita es en la fuente de la Paloma de la Paz, a la cual colocan un lienzo negro. Jóvenes activistas contra la violencia tiñen el agua de rojo. Desde ese momento un enjambre de reporteros se disputa las palabras y la imagen de Sicilia, quien deja ver el tono y los aspectos que marcarán sus declaraciones a lo largo del día.

Entre otros, la traición del gobierno de Felipe Calderón, que no ha cumplido ninguno de los puntos exigidos en la marcha del 8 de mayo de 2011 y ratificados semanas después en las reuniones del castillo de Chapultepec.

En esta ocasión no acompaña a Sicilia la multitud que lo recibió en su marcha a la ciudad de México o en la caravana al norte del país; sin embargo hay presencias importantes, como los actores Daniel Jiménez Cacho y Julieta Egurrola, impulsores de la campaña Ponte en los zapatos del otro, en la que actores y ciudadanos mexicanos y de otros países hacen suyos los testimonios de quienes han sufrido la pérdida de algún ser querido a causa de la narcoviolencia.

También llama la atención la presencia del menonita Julián Le Barón, quien refrenda su distanciamiento del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, fundado por Sicilia a raíz de la muerte de su hijo, pero refrenda una convicción: siempre estaré con las víctimas porque yo también lo soy.

Le Barón no duda en cuestionar las omisiones de las autoridades, pero también cuestiona: ¿y dónde hemos estado nosotros, la sociedad, los 112 millones que somos?

Después de las oraciones y los testimonios externados en Las Brisas, la conmemoración se traslada al zócalo de la capital morelense, donde continúan los testimonios de dolor inenarrable. Nombres y circunstancias que sólo quien las ha vivido conocen su aplastante realidad.

Los testimonios se intercalaron con toda suerte de actividades encaminadas a un mismo fin: hacer visibles a las víctimas, sean del bando que sean: tuvieron nombre y apellido y merecen ser reconocidas. Con ese fin se lee poesía, se baila, se reza, se canta. A un costado de la plaza varias decenas de personas bordan pañuelos con los testimonios de algunas de las víctimas. Imposible no conmoverse.

Otro acto igualmente efectivo y perturbador son los cientos de cruces de madera regadas por la plaza en representación de los muertos regados por el país.

Poco antes de terminar la conmemoración, Sicilia lee un discurso que ha titulado Seguimos hasta la madre, en el que recupera una demanda expresada por primera y única vez el 8 de mayo en el Zócalo de la ciudad de México: que renuncie el Secretario de Segurdidad Pública, Genaro García Luna, así como gobernadores (incluido el de Morelos) y de presidentes municipales vinculados al crimen organizado.

Igual que hace un año, de la ofrenda floral que está ubicada enfrente del palacio estatal, alrededor de las 20:40 de la noche salieron en marcha con flores, veladoras encendidas y antorchas que amarraron a las de cruces de madera. Un grupo de niños vistiendo playeras con el retrato del hijo de Sicilia iba al frente. Tras hacer un recorrido, ingresaron de nuevo a la explanada principal de esta capital, donde dejaron cruces y veladoras, y se retiraron.