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La periodista neoyorquina cuenta la vida de El rey del vodka en un libro, editado por Océano

Smirnov, parteaguas entre una Rusia vieja y una nueva: Himelstein

Fue un hombre vanguardista en los negocios, brillante, que venía de abajo y llamó la atención por su altruismo, señala en entrevista

Su historia es dramática y llena de personajes fascinantes

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La casa de los Smirnov desde la década de 1860 hasta la revolución. La familia vivía en el piso superior, mientras la fábrica, oficinas y tienda estaban en la parte de abajo. Las imágenes, extraídas de la obra
 
Periódico La Jornada
Lunes 26 de diciembre de 2011, p. a11

Existen nombres inherentes a Rusia, como Igor Stravinsky, Piotr Ilich Chaikovski, Fiódor Dostoyevski, Anton Chéjov, Máximo Gorki, León Trotski, Vladimir Lenin..., pero hay otros que, fuera de los contextos en los que destacaron los personajes mencionados, también forman parte de la cultura de ese pueblo. Smirnov es uno de ellos. Hijo de campesinos y casi ignorante, logró ser uno de los hombres más influyentes de la Rusia zarista, al crear un reino comercial con base en una bebida ligada a la idiosincrasia de la gente de ese país: el vodka.

Smirnov es el parteaguas entre una Rusia vieja y una nueva. Un negociante vanguardista, considera en entrevista con La Jornada la escritora neoyorquina Linda Himelstein, autora de El rey del vodka: la historia de Pyotr Smirnov y la caída de un imperio (Editorial Océano), ensayo narrado casi como novela, en el que la también periodista de finanzas da cuenta no sólo de la historia de uno de los líderes empresariales más importantes de todos los tiempos, sino de parte de la crónica de los inicios del capitalismo en Europa a mediados del siglo XIX.

Himelstein realizó investigaciones por más de cuatro años en Estados Unidos y Rusia para obtener la información para este sabroso relato, en el que ocupó 500 archivos, aproximadamente 250 artículos de revistas y diarios, más de 900 libros, y entrevistas con más de una docena de los principales especialistas en campos afines al tema.

“Smirnov es un símbolo del capitalismo ruso del siglo XIX. Superó muchos obstáculos –desde su origen humilde hasta su carencia educativa– para alcanzar lo que pocos. Y lo hizo creando y dominando conceptos clásicos en el mundo de los negocios. Era un vendedor brillante. Un estratega publicitario vanguardista. Él empaquetó sus productos de manera innovadora y creativa. Trató a sus empleados mejor que sus competidores. He pensado cómo sería Smirnov en el mundo de negocios de hoy, y creo que sería muy adelantado, estaría muy a la vanguardia, porque entendía conceptos como comercialización y globalización, en un contexto social. Entendía a las masas, pero también se hizo un estudioso de la nobleza.

Innovó técnicas dedicadas a construir una marca incluso antes de que las marcas de fábrica significaron algo. Sin su previsión como vendedor, Pyotr Arsenievich Smirnov (1831-1898) nunca habría podido alcanzar tanto éxito. Claro que aprovechó ciertas reformas zaristas para alcanzar grandes cosas en su negocio, afirma Himelstein, quien se enganchó con el tema mientras trabajaba de redactora de asuntos jurídicos en Business Week.

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Retrato de Pyotr Arsenievich Smirnov, publicado en conmemoración de su muerte en 1898

Abunda: Smirnov era un emprendedor completo, porque, como menciono, entendía a sus clientes, aunque lo más duro para él fue ganar legitimidad política debido a que, como pocas personas de la clase de siervos, él pudo levantarse en la escala social.

No obstante, la autora reconoce: Hay que aclarar que era devoto de la iglesia ortodoxa rusa y del zar, aspectos por los que después de la revolución rusa fue declarado, junto con su familia, enemigo del Estado, tras la llegada al poder de los bolcheviques. Su riqueza y posición, su forma de vida capitalista, fueron blancos durante y después de la revolución. De hecho, la fábrica fue utilizada para hacer productos sin alcohol, puesto que la gerencia era bolchevique y las condiciones de trabajo tuvieron que haber cambiado al comunismo. Pero en última instancia, todas las marcas de fábrica fueron nacionalizadas y el negocio de Smirnov se convirtió en apenas uno de muchos del Estado.

Aunque es un gran personaje ruso, la autora no lo pondría en la misma categoría que Chaikovski o Chéjov. Smirnov no era artista; era un hombre de negocios mañoso, brillante, que provino de abajo. Por el contrario, Chaikovski o Chéjov eran personajes cercanos a la nobleza y apreciados por ella. Sin embargo, Smirnov llamó la atención como hombre altruista: apoyó las causas que estaban cercanas a su corazón, como dar dinero a hospitales, a los proyectos detrás de su ciudad natal. Como no tenía gusto por socializar con hombres de la clase educada, alta, continuó, por sus raíces humildes, siendo un extraño para la clase más elitista rusa.

Llama la atención que el texto fuera narrado como ficción. Himelstein dice: Quería que se leyera como ficción, cosa que fue fácil desarrollar puesto que la historia de Smirnov es dramática y llena de personajes fascinantes. No quise escribir un libro de negocios (aunque ya obtuvo reconocimiento en ese campo de la información) o un libro de la historia rusa del siglo XIX. No pensé encontrar lectores para ello. Creo qué lo que hace especial al libro es el contexto histórico que el lector recibe mientras le contamos la vida de Smirnov.

El libro se consigue en muchas librerías del país, incluyendo las de las tiendas del búho.