Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 27 de noviembre de 2011 Num: 873

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
RicardoVenegas

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

El derecho a la dignidad
Oleg Yasinsky entrevista con Camila Vallejo, vocera del movimiento estudiantil chileno

La lírica alemana en México
Daniel Bencomo

Ilija Trojanow, coleccionista de historias
Arcadio Pagazo

Alemania, letra y alma (I)
Lorel Manzano

Rüdiger Safranski, biógrafo del pensamiento
Pável Granados

Peter Stamm, lacónico y explosivo
Herwig Weber

Con Austerlitz en Amberes
Esther Andradi

Columnas:
Señales en el camino
Marco Antonio Campos

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Miguel Ángel Quemain
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Conjuro Teatro, presentimiento
y anticipación de la violencia

Historias de contrabando es la lectura dramática/dramatúrgica que Dana Stella Aguilar hizo de la novela de Víctor Hugo Rascón Banda, Contrabando, texto que es un punto de llegada a indagaciones que propuso desde finales de los ochenta sobre la narcorrealidad de nuestros días.

Pensado para el espacio del Cenart, donde se estrenó, ahora fue adaptado para el Foro Rogelio Luévano, Dana Aguilar, con la compañía Conjuro Teatro. La capacidad de síntesis de Dana Aguilar; el reconocimiento de una poética de la palabra que aterriza en una del cuerpo, la voz y la construcción de la escena a partir de un texto sin acotaciones, en la pureza del fluir sin contención, apenas con comas y puntos y seguido y seguido y seguido, permiten vislumbrar el tejido literario sobre lo escénico, que guarda una correspondencia conmovedora con un reparto que le devuelve las intuiciones a la directora con un trabajo interpretativo convincente, cargado de verdad artística y emoción en una retórica de la mirada donde el actor construye su personaje en la enunciación de sus recuerdos (la voz tiembla, el rostro es un holograma que muestra un gesto en infinidad de surcos, los ojos se anegan y el cuerpo se paraliza para sostener ese close up), para pasar al flashback que reproduce la escena demostrativa de su palabra.

El conjunto actoral, formado por Patricia Higuera, Héctor Hugo Peña, Carolina Contreras, Gabriel Casanova y César Ríos Legaspi, posee un notable manejo del espacio, porque el montaje consigue un sentido del ritmo preciso, complejo y de gran variedad. Así, lo que transcurre en el espacio está precisado en ese concierto de luz, sombra y oscuridad que trabajó la directora con el iluminador Edgar Armendáriz.

“Anticipación”,  “presentimiento”, escribí líneas arriba pero, si se quiere, también puede ser leído como un profundo conocimiento de una tierra que Rascón nunca dejó de vislumbrar/columbrar desde el centro del país y pudo ser testigo, sin estar ahí (tamaña paradoja), de las transformaciones que vivía México, dividiendo aún más norte, sur, centro y las costas con la navaja severa de la desigualdad que subraya los localismos que, a su vez, acentúan las inequidades locales atenidas a justicias a modo, como las que hoy podemos ver en un número creciente de estados.

En los años noventa, Rascón publicó la síntesis de un trabajo voluminoso que, personalmente, creo que se empezó a escribir desde que salió de Santa Rosa, ese rincón bravo y seco de una Chihuahua que volvió idílica. Digo síntesis, porque quienes tuvimos el privilegio de escuchar las historias que reunió en ese dispositivo extraño que él pensaba que era una novela y que tituló Volver a Santa Rosa (Joaquín Mortiz, 1996), encontramos que se trataba de un extraordinario caldero donde se cocinaba un sentido del humor que siempre hizo falta en la mayoría de su teatro, ese poder de cronicar el asombro de sus personajes, su gran oído musical y su memoriosa capacidad de recordar las conversaciones de sus mayores a través de un oído transgeneracional.

Como en esas historias de incertidumbre y pérdida, Conjuro Teatro conoce poco de su futuro artístico, saben que seguirán buscando espacios a pesar de la indiferencia de las autoridades culturales que sólo parecen atentas a sus allegados. Ahora participan, con fortuna y calidad en ese frankenstein escénico que es la valiosa y necesaria Sexta Muestra de Artes Escénicas, que se presenta más animada por la cantidad que por un trabajo de edición y selección crítica de nuestra rica Babel teatral.

Conjuro Teatro es una agrupación independiente que se conformó hace una década, en 2000, y se ha caracterizado por la búsqueda de un teatro concentrado en el intercambio creador con directores, actores, músicos, bailarines, artistas plásticos y dramaturgos. Esa disciplina los condujo por el camino de la docencia a través de talleres y seminarios.

Entre sus trabajos escénicos están: Los niños de Morelia, de Víctor Hugo Rascón Banda, dirigido por Mauricio Jiménez; la creación colectiva de Desmontaje amoroso; Fiscalía especial para mujeres, del español Alberto Miralles y Un  pájaro, ganadora del concurso de Teatro Mexicano de la Sogem, estas tres últimas bajo la dirección de Dana Aguilar, que conmueve en estas Historias de contrabando por su capacidad de hacer visible el imaginario teatral de ese amoroso bárbaro de Uruachi.