Política
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La tragedia

Al igual que con Mouriño, destaca la lealtad de Blake

Redita Calderón el discurso de 2008; ahora, menos elogios

El Presidente recuerda de Zamora su ideología antiabortista

 
Periódico La Jornada
Domingo 13 de noviembre de 2011, p. 3

A Fernando Gutiérrez Barrios le anteponían, querientes y malquerientes, el don, signo de respeto y de miedo. El Finito, le decían a sus espaldas. Si hubo un secretario de Gobernación emblemático –que llegó a personaje de novela y desplegados latinoamericanos– fue don Fernando.

Datos viejos que brincan no menos que las artes de la rumorología en esta tarde del Campo Marte, a unos pasos del ataúd de madera con los restos del secretario de Gobernación, José Francisco Blake Mora.

¿Era Blake, como le dice el presidente Felipe Calderón, el don de los panistas?

Su trabajo discreto y eficaz fue clave para lograr la aprobación de diversas reformas trascendentes, dice el Presidente con la clase política a sus espaldas.

Hace tres años vimos la misma película de la tragedia. Calderón dedicó 25 minutos en un funeral de Estado a su amigo Juan Camilo Mouriño. Hoy son 22 minutos, pero sólo 10 dedicados a Blake. Hace tres años, el Presidente fue reiterativo, pero aun así encontró 50 adjetivos o fórmulas elogiosas para el campechano, su amigo, su operador y, quién sabe, su delfín. Blake no lo era, naturalmente. Sólo mereció 36, que en la cuenta de este cronista no fueron del tamaño de los dedicados a su segundo secretario de Gobernación.

Medios internacionales subrayan que Calderón pierde a su mano derecha, a su segundo en un país donde no existe la figura de vicepresidente; una pieza clave en la guerra contra el narcotráfico. No lo era, al menos públicamente. Pero fuera y dentro se destaca el papel de Blake, su historia, su rol en la batalla de Tijuana.

¿Negociaba Blake con esa discreción que el Presidente subraya, los asuntos que no negocian el Ejército, la Armada, la PGR? ¿O era sobre todo una pieza clave en el terreno de la política pura?

The Economist o The Washington Post dirán misa, pero el comunicado del presidente del Partido Acción Nacional, Gustavo Madero, nada dice del papel de Blake como coordinador de ninguna guerra: Su trabajo siempre reflejó el fortalecimiento de la democracia y la construcción de acuerdos en nuestro partido y en la vida política nacional.

Y nada más. Gutiérrez Barrios fue el mejor o al menos el más notorio de los plomeros del PRI, es decir, un conocedor de las cañerías de los poderes formales e informales. ¿Era Blake el equivalente? ¿Era realmente el segundo en una guerra que –véanse los cables de la embajada de EU en Wikileaks y La Jornada– juegan el Ejército, la Armada, la DEA y el secretario Genaro García Luna y no la Secretaría de Gobernación?

La lealtad por encima de todo

Blake, como Mouriño, pertenecía a ese círculo de amigos que Calderón consideraba una nueva generación de políticos, formada en la pluralidad y la absoluta lealtad a la democracia. ¿A la democracia?

La lealtad, sobre todo la lealtad, fue, para Calderón, la virtud esencial de Mouriño y Blake.

Vayamos tres años atrás. Calderón alude, en su responso a su segundo secretario de Gobernación, a la cualidad de Mouriño que más le cuadra, en tanto su jefe: la lealtad. Subraya otras características también: su amor a México (tres veces), su sensibilidad política (tres), su eficacia (tres), su inteligencia (dos), su visión estratégica (dos), su disposición o capacidad para el diálogo (siete menciones).

Mouriño era franco, alegre, sereno, capaz, talentoso, dedicado, lleno de energía, inteligente, disciplinado, recto, tolerante, patriota con amplitud de miras.

En el déjà vu de la tragedia, Francisco Blake es un amigo entrañable, gran ser humano, un político excepcional, honesto, trabajador, leal, patriota, sagaz, alegre, franco, comprometido, hábil, firme, conciliador, entregado, generoso, constructivo.

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El presidente Felipe Calderón y su esposa, Margarita Zavala, salen de la funeraria donde fue velado el segundo secretario de Gobernación muerto en un percance aéreo este sexenioFoto Francisco Olvera

Todo eso dice Calderón, que no escatima elogios en la hora del adiós: Blake era un buen ejemplo de su generación, hijo de la cultura del esfuerzo dado su origen modesto; perseverante, de gran sensibilidad, de enorme inteligencia, de gran capacidad para el diálogo, recto, dedicado, discreto, eficaz.

Eso, era tan eficaz como discreto. Y, sobre todo, leal. 

El sospechosismo aquí y allá

Los medios internacionales son dados al sospechosismo, a diferencia de los mexicanos, que hablan de un accidente y no dan espacio a las teorías de un ataque del crimen organizado o de la mismísima clase política (asuntos muy presentes en las redes sociales).

Fuera, en cambio, se subraya el papel clave de Blake en la  guerra calderonista, aludiendo a su pasado como funcionario en Baja California, a su papel relevante en el combate al cártel de Tijuana. Se explica a los lectores que el titular de Gobernación tiene un papel más destacado que el de un ministro del Interior, dado que en México no hay vicepresidente y, en rigor, es el segundo al mando después del presidente.

Se hizo un nombre en Baja California, dice el Washington Post, en la lucha contra el cártel de Tijuana, y dirigía operaciones cotidianas del gobierno contra la delincuencia organizada.

Es notable que ese dato no aparezca ni en el discurso del Presidente ni en las alocuciones de sus cercanos. 

La defensa de la vida y San Mateo

El último acto público notable del subsecretario Felipe Zamora, muerto junto a Blake en la caída del helicóptero, fue dar la cara por el gobierno en la ceremonia en el campo algodonero de Ciudad Juárez. Las muchachas asesinadas merecían una reivindicación, según dictó la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

Las madres consideraron el acto mismo y el nivel del funcionario una afrenta. Pero ese hecho no está en las palabras de Calderón, quien sí destaca, en cambio, que Zamora fuese inigualable defensor de la vida, y que en esa ruta antiaborto sus argumentos inteligentes, ponderados terminasen siempre siendo difícilmente refutables.

Las tarimas, las alfombras rojas, las orquestas militares, los invitados, la disposición de las fotos y los féretros, es casi idéntica que hace tres años. Gabinete, gobernadores, empresarios, obispos y arzobispos en pleno escuchan a Calderón hablar de la adversidad y repetir de 10 maneras una frase que dice todo y nada: México es grande y es fuerte.

Entrega banderas y fotos Calderón a los dolientes. Saluda luego a gobernadores, uno a uno. Marcelo Ebrard, primero en llegar y último en salir, se va y detrás de él se despiden Jesús Zambrano y Leonel Godoy.

El michoacano Calderón, católico ferviente va a elecciones este domingo pero, por lo pronto, vuelve a Mateo.

Para Mouriño, la cita bíblica fue larga: “Sabemos que son bienaventurados los limpios de corazón… bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, bienaventurados los que por causa de lo alto son insultados y se diga toda clase de calumnias en su contra, porque su recompensa será grande”.

Para Blake, corta la referencia: También está escrito que los justos resplandecerán como el sol.

Quizá. Mientras tanto, la opinión pública parece acomodarse mejor con las palabras del diputado Manuel Clouthier, el hijo del Maquío, muerto también en un accidente que su familia nunca dejó de considerar sospechoso: “Hay muchas coincidencias porque ahora hemos perdido a dos secretarios de Gobernación en un periodo presidencial… Quién sabe si alguna vez se conozca realmente lo que sucedió”.