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Juan Domingo Argüelles
Efraín Bartolomé: El son y el viento
Cinco años después de Fogata con tres piedras (Calamus, 2006), Efraín Bartolomé (Ocosingo, Chiapas, 1950) vuelve a entregar a los lectores un libro de poesía: El son y el viento (Ediciones Monte Carmelo, 2011).
Reunida en el volumen Oficio: Arder (UNAM, 1999), la obra poética anterior de Bartolomé abarca los libros Ojo de jaguar (1982), Ciudad bajo el relámpago (1983), Música solar (1984), Cuadernos contra el ángel (1987), Música lunar (1991), Cantos para la joven concubina y otros poemas dispersos (1991), Corazón del monte (1995), Avellanas (1997) y Partes un verso a la mitad y sangra (1997).
De modo que El son y el viento es su libro de poesía número once, en un ejercicio lírico de casi tres décadas. Un libro que se halla más cercano al amor terrenal que al mitológico: hermano de Cantos para la joven concubina en una intensidad verbal y emotiva que le canta al “amor amoroso de las parejas pares”, para decirlo con palabras de Ramón López Velarde.
Escribe el poeta chiapaneco: “Se amaban/ sí/ se amaban:/ se deletreaban/ la razón los llevaba al espanto/ la imaginación al pasmo/ la sensación al deleite/ la acción al cansancio/ la percepción al asombro/ el amor/ al Ser/ y ahí se estacionaban en su viaje estelar/ Se estacionaban sí se estacionaban/ y buscaban el fondo de sus ojos/ y se miraban y se miraban/ y se miraban.”
O bien: “No me dejes/ amada/ no me dejes/ colgado de esta lámpara/ desta asombrada lámpara dormida/ desta lámpara en sombras/ desta vida.”
Canto ceremonial para el amor humano, poema erótico y lúbrico, El son y el viento le entrega al lector esta vertiente intensa que Bartolomé ha desarrollado a lo largo de su poesía junto con sus otras vocaciones que han determinado su destino: la naturaleza, el mito sagrado, el dolor y la comprensión de la muerte. De hecho, el amor y la muerte, la alegría y el dolor son caminos que atraviesan toda la poesía de Bartolomé, aunque en este su nuevo libro casi todo sea celebración del himeneo.
Leemos: “Se arrojaban a las llamas/ Heridos por el veneno intenso del loco amor/ se arrojaban a las llamas:/ caían muellemente sobre aquel lecho de pétalos frescos/ y ardían de todos modos/ pero no reposaban/ Y miraban las llamas/ en sus ojos/ guardadas/ Y se volvían a lanzar/ a las llamas:/ a las almas.”
Y, páginas más adelante: “Se amaban/ Sí/ Se amaban/ Se lamían el alma/ Se herían con los ojos/ Se cortaban al besarse/ Se mordían/ Estaban solos/ lloraban sin motivo/ No les cabía ni el cuerpo entre las almas/ Se consumían en un fuego invisible/ Soplaban sus cenizas/ Se reintegraban/ Se daban a comer su corazón/ Nadaban en las aguas del cielo/ Se amaban/ Sí/ Se amaban.”
Ardor exaltado llama Denis de Rougemont al amor, y a la fidelidad “una locura de sobriedad que imita bastante bien a la razón”. Y esta combinación es lo que produce el lirismo. Entre la exaltación y la locura de sobriedad arden los versos de El son y el viento, en un amor parecido más a la felicidad que a la tragedia.
Pero el poeta sabe que el amor es también dolor, como lo sabe el místico y como lo sabe el pendejo, diría Renato Leduc (espíritu tutelar de Bartolomé, por cierto, en estas páginas), pues “por una mujer padecen los jóvenes, los viejos,/ los sabios, los mediocres, los pendejos.../ yo, que la sufro cerca, tú, que la lloras lejos...”
He aquí otro momento sublime del nuevo libro de Bartolomé: “Ella me arrojó al mundo/ descuidada/ y suelta tanto el hilo con sus manos amadas/ que se enreda en mi cuello y en mis brazos/ se confunde en mi barba y mi cabello/ y hace torpe/ mi paso/ y es tan fino/ como un hilo/ de araña/ voy sintiendo su peso/ paso a paso:/ me envolverá en su ovillo de tal suerte/ que hará tibia/ mi muerte.”
Y el que por su gusto muere, hasta la muerte le sabe, dice el refrán. De esto trata el nuevo libro de Bartolomé: del gusto del amor hasta la muerte; del dolor luminoso que se vuelve alegría, necesidad, enfermedad, delicioso cilicio. El gozo y su reverso que, sin embargo, también es gozo, a condición de que el reverso no sea la ausencia de la amada.
El son y el viento es un libro de madurez poética y humana, en el mediodía de su escritura: un libro escrito con algo más que palabras, pero también con ellas, y precisas.
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