Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de septiembre de 2011 Num: 862

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Dos narradores

La desaparición de
las humanidades

Gabriel Vargas Lozano

En Washington se
habla inglés

Hjalmar Flax

Una historia de Trotski
Paulina Tercero entrevista
con Leonardo Padura

Borges: la inmortalidad como destino
Carlos Yusti

Cantinflas, sinsentido popular y sinsentido culto
Ricardo Bada

Cantinflas: los orígenes
de la carpa

Carlos Bonfil

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Enrique López Aguilar
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XELA y otros maestros

Con el doctor Raúl Torres –filólogo, latinista y grecista– he sostenido una correspondencia que recala en el territorio de la música. Ofrezco un compartido recuento de cosas idas sin indicar quién toma la palabra: ambos escribimos acerca de los años setenta, de una estación de la radio, de cadenas de supermercados y la educación musical de los defeños nacidos a mediados del siglo pasado (todo ello, materia de nostalgia).

La Tienda de la unam, Aurrerá y Gigante contaron con un surtido de discos “clásicos”, a veces superior al de la extinta Pro Música. En Aurrerá –con vales de compra para los clientes que “ahí hacían su mandado”– Uno adquiría en álbumes de tres discos –las célebres Vox-Box– las cuarenta y seis sinfonías de Mozart (catorce elepés a precio de risa), la música para piano de Mendelssohn, Schumann y Messiaen; las nueve sinfonías y Alfonso y Estrella, de Schubert; y los últimos cuartetos de Beethoven. En discos sueltos de Supraphon, Clave, Turnabout, Fontana y Heliodor, estaban “La Trucha”, la música de cámara para alientos, el Ritterballet, el Concierto 0, la sonata Kreuzer, las sonatas para piano de Beethoven y mil delicias más del preparatorianismo, como la grabación original que Glenn Gould hizo para la música de Gibbons y Byrd, y la mendelssohniana Primera noche de Walpurgis, hasta hoy un disco rarísimo.

Hubo discos entrañables, como los de la Casa de Beethoven, en Bonn: la marcha fúnebre de la Sonata op. 26, grabada por Elly Ney en un disco de 45 revoluciones, o el álbum doble de Jörg Demus tocando las Variaciones Eroica y algunas sonatas en los dos pianos que conserva la Casa de Bonn, más la perla: Elly Ney recitando, compungidamente, el Testamento de Heiligenstadt. En cambio, la marca Heliodor distribuyó fraudulentamente una Sinfonía de Jena o Sinfonía 0, de Beethoven, compuesta por Wenzel Stich, y no fue el único fraude: existió un curioso lp con obras dictadas a una pianista médium: el legado ultramundano de Beethoven, Schubert, Schumann y otros muertitos célebres.

Gigante contó con todo lo de Philips, DGG y Archiv habido y por haber (desde Las 4 capitales del Barroco italiano, con i Musici, hasta horrores como los Conciertos de Brandeburgo y las Cuatro estaciones, ¡con Karajan!) La tienda de la UNAM, en tiempos más recientes, ofreció una de las mejores grabaciones de la Gran fuga y las últimas sonatas beethovenianas con Buchbinder, y dos tomos de cuartetos de Mendelssohn. En La Casa del Libro, que estaba en Universidad y Churubusco, se vendían a 56 pesos los discos de las sonatas de Beethoven, cuando en todos lados costaban 99.90, incluida una rareza luego tirada a la basura: la sonata Waldstein, con Kempff y una gravísima pifia suya en la coda final.

Uno hacía su primera discoteca entre XELA y los supermercados: el Sr. Domínguez llevaba discos “a las puertas de tu hogar”; con él podía adquirirse el Concierto para violín, en transcripción para piano, de Beethoven. Tristes tiempos los actuales, donde todo se realiza mediante catálogo “virtual” y los discos no llegan a su destino.

Acerca de Franz Liszt opinamos lo mismo: sus ruidosos y alironantes poemas sinfónicos, sus paráfrasis de óperas chafísimas y sus orquestaciones horrorosas, las cuarenta y ocho versiones de cada una de sus propias transcripciones… Pero la Sonata para piano, la Sinfonía Dante, las últimas cosas para piano y curiosidades que hay que ir escogiendo del inmenso pajar (como los Años de peregrinaje o el Child Harold, para viola y piano), son agujas dignas de la mayor atención.

Las pocas personas con las que se puede hablar familiarmente de música tuvimos como maestros a XELA y Turnabout, y erudiciones más, o menos, sabemos lo mismo: así fue descubrir a Shostakovich una tarde de Hora Sinfónica Corona: la Undécima sinfonía (una ex directora de la estación dijo para Novedades –también extinto periódico–:  “En las mañanas no hay cuartetos ni Mahler porque son pesados para arrancar el día y vamos graduando: en la tarde y noche es cuando programamos música moderna y de cámara”; sabiduría familiar: “El plátano es oro en la mañana; en la tarde, plata; y en la noche, hoja de lata.”) Mutatis mutandis, somos hijos de XELA e inverosímiles reliquias culturales. No en balde, una lejana y frondosa novia fue rescindida cuando –sin indicios de lengua griega– se refirió a XELA como “Radio Panteón.”

Otros recuerdan programas televisivos; nosotros evocamos una serie que inició XELA, en 1975 –lunes, miércoles y viernes, 9 de la mañana–, para ofrecer la riqueza y complejidad del discurso mozartiano: los conciertos pianísticos del compositor salzburgués.