Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 28 de agosto de 2011 Num: 860

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Ricardo Venegas

Un Oscar en el
Texican Café

Saúl Toledo Ramos

Haití militarizado
Fabrizio Lorusso

Historias de frontera
y sus alrededores

Esther Andradi entrevista
con Rolando Hinojosa

Mozart: no hay nada
que su música no toque

Antonio Valle

Dickens, el burlón
Ricardo Guzmán Wolffer

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Jorge Moch
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Campañeando, caballada abyecta

Quien tenga la infeliz ocurrencia de sintonizar el canal 13 de TV Azteca hacia la medianoche encontrará a Mónica Garza, usualmente conductora de programas de chismes de espectáculos –allí sus Historias engarzadas, especie pseudoperiodística sobre las escandalosas vergüenzas al aire de personajes de la farándula con tratamiento de farmacopea del corazón–, escoltada por Carolina Rocha (cuyo trabajo periodístico más o menos reconocible viene de su presencia en canal 40 después de la usurpación orquestada por el emporio Salinas) y Vicente Gálvez (reportero de Azteca Noticias) en emisiones capsulares de aproximadamente quince minutos –lo que es de agradecer, porque podrían durar más– hablando de política. Se trata de una producción que lleva por título un arrebato de creatividad de ésos que caracterizan a la televisora del Ajusco, que adora parafrasearse a sí misma, y viniendo Garza del séquito de Patricia Chapoy y sus intragables bodrios de chismes de farándula vulgar, no se les ocurrió otra cosa a los creativos de la televisora Salinas, si tal cosa existe en su organigrama, que hacer rejuego a Ventaneando para bautizar el experimento politiquero como Campañeando, por aquello de las campañas electoreras que, perladas por la disputa de 2012, se nos han vuelto a echar encima.

Decir que hablan para describir lo que hacen a cuadro Garza, Castañeda y Gálvez es un eufemismo sobradamente amable. Lo que hacen es chismorrear, soltar rumores con filo y llevar agua al molino de los intereses políticos de Ricardo Salinas Pliego y, por ende, de sus previsibles aliados, empezando por el poderoso pariente oculto, Carlos Salinas de Gortari y con él los estamentos de los poderes fácticos ligados al clero y de derechas: el PRIAN. Mientras aprovechan cada mínima ocasión para hacer “bromas” acerca de personajes lamentablemente caricaturizables de la vida pública nacional, la cosa enturbia cuando se ensañan con los de izquierda para, invariablemente, terminar apapachando a los personeros del régimen; difícilmente se meten con Peña Nieto, Felipe Calderón o García Luna, pero arremeten con sorna y sarcasmo inefables contra Marcelo Ebrard, López Obrador o cualquiera que les huela a movimiento social que estorba a los intereses del capitalismo brutal. Nada raro viniendo de una televisora que tiene en su consejo editorial (léase comité de censuras) a Hugo Valdemar, vocero de la recalcitrante arquidiócesis medievalista que rige al catolicismo mexicano.

Burdo ejemplo de la nociva cercanía entre medios y poder en México, la televisión hace mucho claudicó ante cualquier vocación de servicio informativo público veraz y objetivo, palabras con las que suele adornarse los belfos sin ponerlas en práctica. Al contrario, ha desarrollado un vasto imperio económico sustentado en el sesgo informativo y en la omisión oportuna, acomodaticia al poder político de que forma parte de manera soterrada y tangencial al consolidar años de ese ejercicio perverso de connivencia política, vehículo ideológico y deformante de la opinión pública (ahí “el peligro para México” calderonista, la entrada al primer mundo de México bajo la férula de Carlos Salinas o la transición democrática de Vicente Fox, por mencionar sólo tres ejemplos de maquillada degradación de la convivencia nacional) que sirve a esa derecha neoliberal, ultraconservadora y radical que ha llevado el destino de la nación al despeñadero. La síntesis tiene connotaciones de tragedia nacional: el oficio periodístico esencialmente prostituido en pro de dinero y poder político con los que se acumula más dinero y se capitaliza más poder político en una interminable espiral perniciosa de voracidad sin fin.

Siempre manejando la doble moral endeble del hipócrita consumado, esta clase de producciones son excretas de un sistema que persigue la manipulación descarada del colectivo consciente o capaz de adquirir conciencia de la propia situación de explotado o marginado –político, sexual, laboral, económico–, y al que siempre será prioritario sumir en apatía, convertir en abúlico de sofá, hincha enajenado o en el extremo dantesco que vivimos hoy a través de los noticieros –aunque articulan un discurso falsario de no violencia, desmentido por sus propias notas informativas de balaceras, asesinatos, delincuentes peligrosos y soldados armados hasta el colodrillo–, para aterrar a la gente con el batiburrillo de la nota roja. Y es que, en año electorero, diría Quevedo, “bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada”