Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 28 de agosto de 2011 Num: 860

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Ricardo Venegas

Un Oscar en el
Texican Café

Saúl Toledo Ramos

Haití militarizado
Fabrizio Lorusso

Historias de frontera
y sus alrededores

Esther Andradi entrevista
con Rolando Hinojosa

Mozart: no hay nada
que su música no toque

Antonio Valle

Dickens, el burlón
Ricardo Guzmán Wolffer

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Germaine Gómez Haro

El México profundo de Manuel
Rodríguez Lozano (I DE II)

Con motivo de los cuarenta años del fallecimiento de Manuel Rodríguez Lozano (1896?-1971) el munal presenta una muestra exhaustiva que revisa la trayectoria plástica y la vida de este gran artista que no ha sido, a mi parecer, cabalmente valorado dentro del contexto del auge pictórico de la primera mitad del siglo XX en nuestro país. Fue un personaje polémico en su momento, que se dedicó a arremeter contra los famosos tres grandes (Rivera, Orozco, Siqueiros) y sus seguidores, cuando la corriente nacionalista dominaba el ámbito artístico mexicano. En forma paralela a Tamayo, pero sin alcanzar el éxito de éste, Rodríguez Lozano desarrolló una obra sólida, de fuerte impronta personal, alejada de los cánones formales e ideológicos de la época, y su evolución queda plasmada en esta magnífica muestra retrospectiva titulada Pensamiento y pintura 1922-1958, la cual está articulada a partir de cuatro  bloques temáticos que, grosso modo, constituyen sus diferentes etapas creativas.

La muestra da inicio con La mirada colosal, apartado que reúne una serie de pinturas que constituyen la “época monumental“ del artista, de acuerdo con la especialista Berta Taracena, quien establece que con estas obras de gran poder expresivo el pintor “inicia una etapa de fecundo derramarse más allá de sí mismo”. Estas impresionantes obras realizadas entre 1935 y 1939 presentan personajes de proporciones monumentales –diríase escultóricas– que difieren totalmente del resto de su trabajo en cuanto a su tratamiento formal y temático. Hombres y mujeres de marcada musculatura aparecen en escenas enigmáticas y atmósferas taciturnas que remiten directamente a la época neoclásica de Picasso, como es el caso de Las tres parcas, donde vemos a un trío de mujeres desnudas en una postura hierática que enredan o desenredan una madeja de estambre rojo, sumidas en una profunda concentración. Es un cuadro fascinante por su contenido metafórico que quizás tenga que ver con el concepto borgeano de tejer y destejer el destino. De esta misma tesitura son sus personajes desnudos en la playa, cuyos cuerpos portentosos contrastan con sus rostros delicados de mirada ensimismada y ensoñadora que se antoja perdida en el horizonte.


Las tres parcas

Las pinturas reunidas en el apartado titulado Un fauvismo mexicanista muestran su trabajo más temprano, realizado a partir de 1920, cuando regresa de su estancia de siete años en París, donde se formó como pintor bajo el influjo de las vanguardias de la época. En 1913 contrajo matrimonio con Carmen Mondragón –quien más tarde se convertiría en la célebre Nahui Ollin– hija del general Manuel Mondragón, y con ellos partió al exilio europeo tras la caída del régimen huertista. Los años de residencia en París fueron fundamentales para el desarrollo de su quehacer artístico, ya que tuvo la oportunidad de conocer y tratar a algunos de los creadores emblemáticos del momento –entre ellos a Picasso. Su regreso a México en 1921, en plena efervescencia cultural vasconcelista, le permitió desarrollar plenamente una pintura que es reflejo de la esencia del ser mexicano que se había ido gestando en su mente en la lejanía de su tierra, como se vislumbra en el apartado llamado Un país luminoso. Se palpa su fascinación por el arte popular y su interés por el fauvismo europeo, lo cual se ve reflejado en el estilo “primitivista“ de sus figuras y paisajes, y en el empleo de un colorido fuerte y contrastante en cuadros de temas netamente populares como Paisaje tropical (1922), Paisaje (iglesia y parque) (1929), y El velorio (1927), o en su Autorretrato (1924) y sus muchachas de pueblo. Por esos años también realizó unos paisajes urbanos vistos a través de una ventana en un estilo muy diferente al resto de sus cuadros, utilizando formas geometrizantes y colores aún más encendidos que, de alguna manera, se emparentan con el lenguaje del estridentismo.

Esta exposición es el resultado de una profunda investigación y relectura de la vida y obra de Manuel Rodríguez Lozano. Me parece muy valioso el esfuerzo que se ha hecho para complementar el guión curatorial con una importante labor didáctica a partir de la impresión de ocho hojas de sala que el visitante puede llevarse consigo, y que contienen una síntesis informativa que propicia su acercamiento a las pinturas de cada núcleo temático. Es asimismo un acierto el haber dedicado una sala a presentar la importante labor de promoción cultural que el artista llevó a cabo y su destacada participación en el medio cultural de su época.

En la siguiente entrega se revisará la etapa final del artista, cuyo trabajo da un viraje total para dar rienda suelta a sus tribulaciones metafísicas.

(Continuará)