Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 28 de agosto de 2011 Num: 860

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Ricardo Venegas

Un Oscar en el
Texican Café

Saúl Toledo Ramos

Haití militarizado
Fabrizio Lorusso

Historias de frontera
y sus alrededores

Esther Andradi entrevista
con Rolando Hinojosa

Mozart: no hay nada
que su música no toque

Antonio Valle

Dickens, el burlón
Ricardo Guzmán Wolffer

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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Dieciocho reflejos

Hugo Plascencia


Espejo de agua,
Alejandro de la Garza,
Cal y Arena,
México, 2011.

“Mi espejo, más profundo que el orbe/ donde todos los cisnes se ahogaron” dice Vicente Huidobro, y es que toda la historia de “la literatura está plagada de espejos”, pero Espejo de agua (Ediciones Cal y Arena, 2010), es un volumen que refleja dieciocho nombres, donde De la Garza a diferencia de Narciso como un oráculo ha encontrado un eco como parte de su universo literario.

En este tomo, Alejandro de la Garza nos revela sus preferencias en cuanto a lecturas y autores se refiere, tanto nacionales como extranjeros, entre los que se encuentran: Parménides García Saldaña, José Joaquín Blanco, Gilberto Owen, Luis Miguel Aguilar, José Revueltas, Rafael Pérez Gay, Agustín Yáñez, Agustín Ramos, Ricardo Garibay, José Emilio Pacheco, José Agustín, Héctor de Mauleón, Guillermo Fadanelli, Juan Carlos Onetti, Charles Bukowsky, Truman Capote, Yukio Mishima y Milan Kundera.

Con un aliento emotivo y ameno en el libro confluyen los géneros de la crónica y la autobiografía con ciertos tintes narrativos, en una galería que recopila ensayos fraguados entre 1988 y 2010. De la Garza confiesa haber optado por la escritura como una necesidad de reflejar lo leído, a través de su oscilante Espejo de agua en voz del propio autor: “Se critica a partir de lo que el crítico es, de lo vivido y leído”, mientras que José Joaquín Blanco complementa: “La crítica es la conciencia que la literatura tiene de sí misma”, para concluir el autor en que “la crítica es pasión por el riesgo y el juego, placer por la búsqueda y el abismo […] en la que no hay acierto, sólo aproximación”.

Como “Entrada al espejo” sobresale el texto anecdótico acerca de Parmenides García Saldaña, y la alusión a su obra Pasto verde, (publicada por Diógenes, 1968), cercana a textos de Kerouac y Ginsberg pero sobretodo emparentada con los delirios de Burrougs, en palabras del autor. En cinco puntos expone la obra de José Joaquín Blanco. Y hace un extenso análisis de la obra de Rafael Pérez Gay, sobre lo que considera los siete afluentes narrativos en su trabajo, al comentar que “la escritura se vuelve así un trazo inherente al mundo personalísimo del escritor” hablando en términos de estilo. Sobre el autor de Al filo del agua, Agustín Yáñez, realiza una crítica más enfocada a su biografía política que a su obra. Nos transmite la lucidez aguda en la obra pesimista del gran Onetti. Nos acerca a la bitácora de aciertos y descalabros en la vida y la literatura de Bukowsky. Con inteligencia nos sumerge en la vertiginosa carrera y el adiós del outsider Truman Capote. Analiza la obra de Mishima desde tres perspectivas, para salir del espejo con Kundera y su percepción sobre el arte de la novela. Y finalizar con una propuesta para fomentar el viaje de la lectura, “El viaje como mítico emblema de la aventura intelectual”, parafraseando a Owen.


La importancia de llamarse Luis

Alejandra Atala


La familia interrumpida,
Eloy Urroz,
Alfaguara,
México, 2011.

El nombre, el hombre: el padre nombra al hombre; la importancia del nombre, como aquella que señala Óscar Wilde en el título de su comedia: La importancia de llamarse Ernesto, parece la matriz a partir de la cual el autor Urroz inspira su novela, La familia interrumpida, pues en el paralelismo que concomitantemente va apareciendo a los ojos del lector, son dos los Luis que van desplegando sus acciones, sus pensamientos, sus razonamientos y obsesiones, por no hablar de la angustia, a lo largo de cuarenta y tres capítulos.

Luis Cernuda y Luis Salerno Insausti, son respectivamente, el poeta español de la Generación del ’27 y un cineasta mexicano, personajes que van abriendo en su andar cotidiano el mapa que Eloy Urroz nos ofrece, las coordenadas, el pulso, el latido de un mundo vetusto, abandonado y frágil. Vidas paralelas, no obstando los setenta años que separan estas biografías a las que une una causalidad existencial pergeñada por la razón y la intuición, pero, sobre todo, por el deseo de dos Luises que deviene de una clara sensibilidad a la realidad de un mundo terriblemente hostil y alienado, desde donde parte la serie de cuestionamientos que pueblan el libro a través de los diálogos, sobre todo, de Luis Salerno y Jacinto, de Luis Salerno y Alfredo, de Luis Cernuda y Stanley Richardson, de Luis Cernuda y Rafael Martínez Nadal.

La narrativa fluye en un equilibrio vital entre el decir a través de los diálogos incesantes, y el mostrar en los pensamientos y en las acciones de sus personajes que ya van, que ya vienen y se asientan en un presente perfecto, en close-up, desde donde se puede cifrar una realidad más próxima, la humana. La realidad y el deseo, Cernuda. El deseo y la realidad, Salerno.

Humanidad; nos habla Urroz, de aquello que parece antagónico o ambiguo: fe/ ateísmo, espíritu/ razón, vida/muerte… la angustia por la muerte como testigo, la obsesión del ser por ser y para no morir, la futilidad del pensamiento ante un sentimiento religioso, lo inexorable, lo inevitable, esa omnisciencia que sólo aparece cuando los personajes están a solas, acompañados únicamente por aquello que los ha construido y lo que al mismo tiempo parecen ignorar.

Dice León Felipe que un gran poeta no tiene biografía, tiene destino; y es ahí, entre la biografía y esa sustancia inaprehensible a la que llamamos destino, que como viento en las letras de Urroz busca cifrarse para no perder la cordura ante los horrores de un mundo que ha perdido la brújula y que se obstina en el control.

Biografía y destino en La familia interrumpida, de Urroz, parecen ser lo mismo en cuanto a la visión que da el autor de  la relación con el padre, que ambos Luises, poeta y cineasta, vivieron, y lo que hizo tortuoso o torturante el camino hacia Dios.


Muerte de una teoría

Diana Fuentes


Fragmentos de Frankfurt,
Stefan Gandler,
Siglo XXI Editores,
México, 2011.

En 1993 Stefan Gandler salió de Alemania con la maleta cargada de fragmentos. Fragmentos de memoria, de ideas y de desencantos, retazos de experiencias que provocaron una serie de interrogantes que al manifestarse con honestidad lo lanzaron definitivamente a Ciudad de México. Con lo que asemeja una huida, Gandler revela su profunda inconformidad con la Europa contemporánea y su acomodado statu quo; manifiesta un profundo hastío ante la autocomplacencia de buena parte del pensamiento europeo y se revela frente a la pacificadora componenda con la historia del nacionalsocialismo. Pero es justo esta reubicación geográfica la que le ofrece el contrapunto necesario para una reflexión creativa. Los cinco ensayos agrupados en el libro Fragmentos de Frankfurt, de Stefan Gandler, editado por Siglo XXI y la Universidad Autónoma de Querétaro, fueron escritos casi en su totalidad en México y cada uno de ellos es la muestra de la dialéctica íntima de la escritura de ensayo, propia de la reflexión filosófica que deviene crítica de la sociedad vigente.

La estancia del autor como estudiante de la Universidad Johann Wolfgang Goethe en Frankfurt fue la experiencia que le reveló algunas de la contradicciones más soterradas de la historia contemporánea de aquella nación. Stefan llegó a estudiar a Frankfurt, como muchos otros jóvenes de izquierda, seducido por esta legendaria ciudad, atraído por el prestigio que la asocia tanto a la resistencia contra el nazismo, como a una de las tendencias de pensamiento más destacadas del siglo XX: la teoría crítica. La llamada Escuela de Frankfurt y los miembros de su célebre Instituto de Investigación Social: Adorno, Horkheimer, Marcuse, Neumann y Benjamin, entre los más destacados, eran la razón de su búsqueda. Gandler se enlistó en las aulas de esta universidad con el deseo de escuchar a los autoproclamados herederos del pensamiento crítico. Sin embargo, como afirma con crudeza en uno de estos ensayos, encontró que la teoría crítica de la Escuela de Frankfurt había muerto. Se enfrentó con que buena parte de los “herederos” del pensamiento crítico habían desplazado los ejes de la reflexión, al grado de hacer armonizar su producción teórica con los objetivos de la nueva realidad social. Así, a pesar de y con Frankfurt, la convicción que finalmente lo asentó en México es aquélla que se manifiesta en su escritura: la firme idea de que el proyecto que inauguró la teoría crítica es vigente. Y lo es porque las formas de relación social y de constitución de la sujetidad, propias del capitalismo, no sólo no han sido superadas, sino que han profundizado sus rasgos más decadentes. Este es leit motiv que orquesta los ensayos de su más reciente libro Fragmentos de Frankfurt.



Cuentos de negra juventud,
Ricardo Guzmán Wolffer (selección y prólogo),
Lectorum,
México, 2011.

“No se deje engañar. La juventud no es como estos videntes nos la pintan: es peor.” Con estas palabras, el antologador y prologuista –así como ácido narrador– Ricardo Guzmán, da al lector la bienvenida a este volumen de cuentos que, por propia voluntad o como resultado de su virulento realismo, desmienten minuciosamente aquella sentencia que de la juventud quería hacer un “divino tesoro”. Entre estos desacralizadores de la más idealizada de las edades humanas, destacan José Revueltas con su excelente “La hermana enemiga”; Gerardo Laveaga con “Lex talionis”; ese cuentista consumado que es Francisco Hinojosa con “Dimas List, hombre lobo”; Rafael Barajas el Fisgón, que amén de monero es un cuentista de probado nivel como se lee en “El encabezado”; así como el inolvidable Carlos Montemayor, con su inquietante “Nora”.



Conjuros,
Felipe Garrido,
Jus/Universidad de Guadalajara,
México, 2011.

La cuarta de forros lo explica inmejorablemente: “Conjuros es una colección de 303 textos, muy breves, que quieren ser cuentos. No semblanzas, viñetas, cartones, aforismos, chistes ni ocurrencias, sino cuentos.” Algunos de ellos publicados originalmente en las páginas de este suplemento –mismo que se honra en contar con el maestro Garrido entre sus colaboradores fijos–, todos dan testimonio del vigor y la originalidad, fuera de toda duda, que le asisten a la pluma de quien es igualmente director adjunto de la Academia Mexicana de la Lengua, director del Programa de Formación de Lectores de la Universidad Veracruzana, profesor en el CEPE, en la UNAM, así como becario del Sistema Nacional de Creadores.



Viejo café Tortoni, historia de las horas. Un siglo y medio en el latir cultural de Buenos Aires,
Alejandro Michelena,
Corregidor,
Argentina, 2008.

Tarde, muy tarde, pero finalmente llegó a esta redacción el ejemplar, prometido y esperado, en donde el también colaborador de estas páginas aborda la historia gozosa, llena de anécdotas, títulos, presencias y personalidades pertenecientes a la cultura en general y la literatura en particular, imprescindibles no sólo para el sur del continente sino, como resulta obvio para quien algo sepa del mítico punto de reunión al que el título alude, para todo el universo intelectual de habla hispana e inclusive más allá. Con más de un siglo de existencia, y luego de un período entre paréntesis en el que una restauración a fondo rindió sus frutos, el histórico Café Tortoni está listo para seguir siendo testimonio –como lo es igualmente este libro del uruguayo Michelena– del clima espiritual de una época que trasciende centurias.