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Con sólo cuatro módulos de bocinas, realizaron exhibición de música, luz y baile

La Changa, Ekos y La Conga cimbran al Museo Franz Mayer

Los sonideros se presentaron como parte de las actividades paralelas a la muestra Fonógrafos: ecos del pasado, que concluye hoy

Estos convivios son una válvula de escape: organizador

Foto
Una visitante durante su recorrido por la exposición que alberga el recinto colonialFoto Francisco Olvera
 
Periódico La Jornada
Domingo 21 de agosto de 2011, p. 8

Los sonidos Ekos, La Conga y, como invitado especial, Ramón Rojo La Changa, hicieron de las delicias del público asistente a la exhibición sonidera celebrada el pasado miércoles en el Museo Franz Mayer, como actividad paralela a Fonógrafos: ecos del pasado, exposición que llega a su fin este domingo. Se trató de tres generaciones muy marcadas, las primeras dos de la dinastía Perea, Fausto y Pedro, respectivamente, y la tercera del veterano cha cha Changa, como reza su sello.

Aunque los sonidos sólo trabajaron con cuatro módulos, o bocinas, hicieron cimbrar el recinto colonial de avenida Hidalgo 45, Centro Histórico, con canciones como La cumbia loca, Quien entiende este amor, La cara sucia, Ave María Lola, Tu sufrirás y La muñeca. Presentes estaban representantes de los clubes de baile, como Latin Kings y Noche Latina, que hicieron gala de sus pasos bailando en pareja o salsa en línea.

Para saber cómo fue su inicio, el sonido La Changa, comandado por la leyenda Ramón Rojo, comenzó su turno con la proyección de un video en el que ubica su aparición en 1968, año de las Olimpiadas y el movimiento estudiantil. Se oye la voz de Gustavo Díaz Ordaz declarar inaugurado, no los juegos olímpicos, sino sonido La Changa.

Rojo Villa, que nunca olvida a la Sonora Matancera, la mamá de los pollitos, en sus presentaciones, dio muestras de su maestría al tocar sus temas, hacer ajustes –más piano, Lino Frías– y hablar con la concurrencia. La Changa contó con la colaboración de su compadre el Chiles quien, con su pareja, demostró cómo se baila una guarachita, en una versión masculina de las Dolly Sisters.

La exhibición sonidera formó parte del programa educativo Arqueologías de la fonografía... murmullos de terciopelo organizado en torno a Ecos del pasado que consistió en mesas redondas y un curso. Sus responsables, el pintor Otto Cázares y el diseñador gráfico Ernesto Rivera, dividieron el trabajo de acuerdo con sus especialidades, el primero los sonidos más clásicos y el segundo los más populares.

Del patio a la calle

“Un sonido –explica Rivera– es ambientar el espacio con música grabada. Es similar a lo que conocemos como DJ, aunque éste es más bien música discoteca, con influencia estadunidense”, mientras que el presente movimiento está dirigido a la música cubana, la cumbia y la salsa. El sonido tiene sus orígenes desde la aparición del disco, porque es cuando pueden ambientar las fiestas familiares. Del patio se van a la calle, trabajan en espacios abiertos o cerrados. Trabajan más bien con 16 o 32 módulos.

El entrevistado tiene ubicados a los sonidos en todo el Distrito Federal, el estado de México, Puebla, Oaxaca, Guerrero, Guanajuato, San Luis Potosí, Chicago, Nueva York y Los Angeles.

Para Rivera se trata de un movimiento defeño, no se puede decir que es mexicano. Cada fin de semana hay fiesta en el barrio y, aparte, en los pueblos. Lo interesante es que los sonidos llegan a ocupar la parte central de la fiesta patronal de algún pueblo, ya que la cierren con un baile.

Señaló que el movimiento como tal empieza en los años 40 del siglo pasado y ya en los 50 se le ponen nombres como ahorita La Changa, que es un icono de los sonidos. No es el más viejo, no es el mejor, pero es muy carismático, súper sencillo y ha dedicado su vida a esto.

Rivera, a quien le llamó la atención documentar dicha manifestación, hizo hincapié en que “aquí compartieron el equipo, algo que normalmente no pasa. Es esencia de este movimiento que el que tocó mejor es porque trae mejor equipo. Propusimos una exhibición, porque en la realidad es un mundo de equipo entre lo que llaman las madrotas, que son las estructuras metálicas que sostienen las luces. He visto colgadas hasta 40 luces.

Y, bueno, cada vez que entra uno, apaga su equipo y prende el otro, entonces, es el duelo. Pero, más que un duelo siento que es un espacio de intercambio social y me parece que hay que rescatar esto. El momento es de convivio. Es una válvula de escape, porque la escuela, la tarea y, bueno fuera que fuera la escuela, la tarea, el trabajo, pero me pongo a pensar cuando es el desempleo, la falta de recursos. Esa válvula de escape si no está, no sé qué sería de estos espacios.