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Decenas de nuevos y viejos seguidores del cantautor desfilan ante el féretro en el DN Ateneo

Velan a Facundo Cabral en el teatro donde ofreció su último concierto en Buenos Aires

El cantante Piero elogia la sencillez y autenticidad del músico

La presidenta Cristina Fernández de Kirchner declara duelo nacional

Nos daba sueños para vencer el miedo: fan

Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 13 de julio de 2011, p. 8

Buenos Aires, 12 de julio. Los restos de Facundo Cabral, cantante, compositor, trovador, embajador de paz en el mundo, asesinado en Guatemala el pasado 9 de julio, son velados en el DN Ateneo, un teatro antiguo y popular, donde dio su último concierto en Buenos Aires, rodeado de sus viejos seguidores, y de jóvenes, que comenzaban a conocerlo, porque el no era precisamente un hombre que buscara prensa, ni elogios, ni honores.

Decenas de personas comenzaron a desfilar junto al féretro dejando flores sencillas. El cantante Piero, también uno de los más queridos trovadores argentinos en América y el mundo, homenajeó la sencillez y la autenticidad en la vida de Cabral, quien ni siquiera tenía casa, ya que cuando venía a esta capital se alojaba en un hotel, en cuyo restaurante compartía sus horas con amigos de la bohemia. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner decretó duelo nacional, en un país consternado por la inexplicable tragedia.

A primera hora de la mañana sus restos llegaron a esta capital en un avión de la Fuerza Aérea Mexicana acompañados por el embajador argentino en Guatemala, Ernesto López; el ministro de Cultura de ese país, Héctor Escobedo, y el cónsul de México en Guatemala, Abel Escartín.

Aquí lo esperaban su esposa Silvia Pousa, con quien se casó recientemente después de 10 años de convivencia, el canciller Héctor Timerman; el secretario de Cultura, Jorge Coscia; los embajadores de México en Argentina, Francisco del Río, y de Guatemala, Rosa María Mérida de Mora, entre otros funcionarios. Timerman agradeció al gobierno mexicano por poner a disposición un avión de la Presidencia para el traslado del cuerpo del músico.

Hemos estado muy conmovidos todos estos días por la pérdida de Facundo; su mensaje caló muy hondo en toda América Latina y en todo el mundo, sostuvo el ministro.

Palabra para acompañar

El hombre sencillo y austero que era Facundo Cabral quizá nunca pudo imaginar, ni aún en el mundo de sueños por donde le gustaba andar, ese final terrible, del que había escapado en los años 70, cuando fue perseguido por otros asesinos que no perdonaban su canto, su palabra, nacida como el decía para acompañar y abrigar a otro.

Durante la pasada dictadura militar (1976-1983) salió al exilio a México, país del que se enamoró. En este país me siento en casa. La casa es el calor que dan los otros, las manos que cobijan y en esta América es la realidad cotidiana: Por eso somos ricos, aunque nos digan pobres, lo escuchó decir más de una vez.

Sabía contar historias con relatos poéticos y una ternura que sin duda, era su fuerza y sostén. Los que no la conocen (a la ternura) no saben nada de vivir. La ternura y la humildad nos hacen libres, sabios y mejores. Abren todas las puertas y dejan andar los sueños.

Mientras en Guatemala, miles salían a la calle y conmovedoramente ponían flores y velas en el lugar del asesinato, como en un santuario popular, sus restos eran velados en el país donde nació, aunque en realidad el mundo y especialmente América Latina eran su patria.

Amaba a Centroamérica como bien sabía su amiga Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz, quien lo acompañó en muchos de sus recitales campesinos. En uno de los cuales estuvo en sus últimos días Facundo Cabral.

No importaba si el concierto era de 10 o de miles. Podía tocar y cantar para pastores solitarios en una montaña, como lo hacía en un teatro inmenso.

No son muchos los cantantes que han pasado por los grandes escenarios del mundo donde él estuvo, pero aún seguía emocionándose cuando recordaba que cantó en Hiroshima. Nunca se le escuchó hablar de sus grandes conciertos, no de las personalidades que conoció. Todo lo relataba como agua que corre, simplemente.

Es posible que por ésa, su humildad, no haya sido tan profeta en su tierra como debió ser. En este nuevo mundo del consumo desaforado, un hombre que canta sin ambición alguna, más que la de estar cerca del otro, de los otros, que cuenta historias para compartir y no por vanidades, no es una buena propuesta de mercado.

Nunca quiso serlo. Pero de lo que estaba seguro era de que el amor que prodigaba ganaría al fín.

Había nacido en La Plata, provincia de Buenos Aires, el 22 de mayo de 1937. Fue abandonado por su padre junto a su madre y seis hermanos, de los cuáles murieron cuatro por la marginalidad. La familia se fue a Tierra del Fuego, en el extremo sur del país. Luego regresaría a Tandil, en la provincia de Buenos Aires Vivió en varias ciudades.

Trabajó en las calles, lustró zapatos, fue llevado a un hogar de menores. Cuando tenía 9 años cuentan que se acercó al entonces presidente Juan Domingo Perón en su primer mandato (1946-1952) para pedirle trabajo y ayudar a su madre. Evita estaba allí y según se dice se conmovió y dijo: Mirá un niño que no viene a pedirnos regalos, sino trabajo para ayudar a su madre. Y lo ayudaron. Incluso pudo lograr casa para su familia.

Su historia siguió en ese camino donde un día se encontró con la poesía de Wal Whitman, que fue su gran conmoción. Reconocía muchas influencias, pero entre sus amados libros-biblia siempre recordaba a Pedro Páramo, de Juan Rulfo, a quien admiraba profundamente.

En 1959 ya tocaba la guitarra y cantaba folclor. El encargado de un hotel donde trabajaba en Mar del Plata le ofreció cantar en el lugar y comenzó llamándose El indio Gasparino. En 1970 se conoce la canción No soy de aquí, ni soy de allá, que le da fama mundial, pero nada cambió en su fuerte compromiso con la libertad, la justicia y el amor.

Sembraba canciones

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) lo declaró Mensajero Mundial de la Paz en 1996.

El decía que sembraba canciones y que era un contador de historias. Para mí era un hombre muy bueno, uno que no se encuentra fácil en estos días, dijo Carmen esta tarde, una mujer humilde que llegó caminando desde lejos hasta la capilla ardiente.

Facundo Cabral nos daba sueños para vencer el miedo, escribió un hombre joven en una carta que dejó con las flores.

En la consideraciones del decreto presidencial se destaca que su larga e importante trayectoria en la escena musical, nacional e internacional y su infatigable labor como mensajero de la paz y unidad de los pueblos del mundo le valió el reconocimiento, no sólo como cantautor, sino también de promotor de los valores pacíficos.

El decía que amaba a Dios ”sin intermediarios”, que era uno de los pocos hombres independientes que andan por este planeta, un lobo estepario que llega a las ciudades” para tocar con sus canciones a todos.

La fama es un bullicio que sucede fuera de mí, escribió alguna vez, sin saber que gobiernos, presidentes, escritores, sindicalistas, mujeres, luchadores por la paz y tantos otros coincidirían un día para rendirle un homenaje de tal magnitud que nunca buscó ni imaginó. Los que lo asesinaron, casi ciego y enfermo, tampoco imaginaron que echaban a volar el mito de un hombre cuyo mayor valor fue amar hasta convertirte en lo amado; es más: hasta convertirte en el amor.