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La 54 versión reúne 89 países, incluso los más golpeados en tiempos recientes

Este año, la fiebre por la Bienal de Venecia resultó arrolladora

En la inauguración se observaron filas interminables de visitantes para entrar a los diversos pabellones

El acto central del encuentro es la muestra ILUMInaciones, curada por Bice Curiger

Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Domingo 5 de junio de 2011, p. 2

Venecia, 4 de junio. La frase la Bienal de Venecia es la mayor manifestación en su tipo dedicada al arte contemporáneo en el mundo se repite al unísono con todas su variantes de tonos y cadencias lingüísticas en boca de miles de representantes de instituciones, especialistas y amantes del arte del mundo, reunidos en los tres días de preapertura, donde la elite cultural cuece en un fantástico calderón multiétnico relaciones, tendencias y preferencias artísticas que dominarán el mercado y las exposiciones de arte contemporáneo del orbe.

En su edición 54, la fiebre Bienal es arrolladora, no conoce catástrofe natural, política o económica que la detenga, y contagia a 89 países participantes (fueron 77 en la pasada), incluso aquellos más golpeados en tiempos recientes, como Egipto, Japón, Haití o Chile. Cuba, además, regresa después de medio siglo de ausencia, mientras Argentina firmó ayer su presidenta Cristina Fernández de Kirchner, un contrato de 22 años para su pabellón permanente en el Arsenal.

La impresionante cantidad de gente (mucho más numerosa que en la edición pasada) la convirtieron en una especie de parque temático en pleno domingo, con la diferencia de que la interminable fila no es para los juegos mecánicos, sino para visitar los pabellones.

Paolo Baratta se despide

La fórmula del éxito actual se debe a Paolo Baratta, quien desde su ingreso como presidente de la Bienal, en 1999, modernizó y amplió el espacio expositivo como nunca antes, mismo que la Fundación de la Bienal adquiere en concesión; además, restaura la inmensa área del Arsenal, para convertirla en un enorme espacio expositivo que da lustre al curador y acoge a los nuevos pabellones que no cupieron en los Jardines. El mandato de Baratta tras siete ediciones recorridas termina este año.

El reto para su sucesor será mantener el alto estándar de calidad que ha llevado Venecia a la fama, y evitar derrapar en la peligrosa posibilidad de convertirse en un acto de glamur que lo vacíe del contenido histórico que lo ha caracterizado en el pasado, cual receptáculo de artistas y movimientos de vanguardia.

La Bienal de Bice Curiger

La exposición ILUMInaciones, curada por la suiza Bice Curiger, es el acto central de la Bienal, se ubica en dos espacios: el Palacio de la Exposiciones en los Jardines y en el Arsenal, junto a los cuales se disponen los pabellones nacionales. Las imponentes dimensiones del Arsenal, donde venían construidos los barcos de la Serenissima desde el medioevo, por tanto, de alto contenido simbólico, se presta a obras de grandes dimensiones y fuerte impacto visual, que la belleza del lugar y la penumbra, adecuadamente iluminada, evidencian (no hay ventanas).

En los Jardines los espacios son menos grandes, de tamaños variables y luminosos, en cuya entrada y en lo alto de cada sala el controversial artista italiano Mauricio Cattelan (quien hizo una escultura de Juan Pablo II golpeado por un meteorito) colocó perfectas reproducciones de pichones, presumiblemente de cera. Sin embargo, la buena puntada crea en el visitante un sentido de inquietud, por el intruso (tememos por la limpieza de nuestra ropa).

Los elementos de originalidad en Curiger son, en primera instancia, las tres inmensas telas de Tintoretto que reciben al visitante, de las cuales, el Robo del cuerpo de San Marcos (1562-66) es una obra maestra y cuadro símbolo de la galería de la Academia de Venecia. En esta insólita inserción, Curiger quiso significar que las obras de la bienal guardan, por un lado, una relación íntima con la ciudad (obras de Tintoretto se encuentran dispersas en varias iglesias), y por el otro deben servir a los artistas como símbolo de anticonvencionalismo, así como estímulo a la experimentación, como el maestro renacentista.

Foto
Obra del artista chino Song Dong, quien presenta la reconstrucción de la casa secular de sus padres, dinamizada con obras de Cyprien Gaillard, Yto Barrada, Frances Stark y Asier MendizábalFoto Alejandra Ortiz Castañares

Para Curiger, iluminación significa también trabajar en comunidad con lo que está simbolizado, por la inserción de cuatro para-pabellones que rompen con la monotonía de la muestra, de entre los cuales resalta la obra del chino Song Dong, quien presenta la reconstrucción de la casa secular de sus padres, dinamizada, con obras de Cyprien Gaillard, Yto Barrada, Frances Stark y Asier Mendizábal. La sensación dinámica de participar en la obra, de penetrar en el universo privado del artista, de subir por las escaleras y ver las cosas desde otra perspectiva está bien lograda.

Pero iluminar es poder detectar figuras valiosas que han quedado al margen, como Guy de Coinet, Gedwon, Llyn Foukles por no mencionar a la galardonada del León de Oro, la estadunidense Sturtevant hasta hace muy poco desconocida.

La luz está presente formalmente en la obra de algunos artistas, como la instalación de James Turell, The Ganzfeld Piece, donde el visitante entra en dos espacios adyacentes vacíos que gradualmente se inundan de luz intensa que nos hace perder el sentido del entorno y permiten penetrar en una dimensión casi espiritual y de fuerte impacto sensorial. Otra de las obras más interesantes es una instalación del artista italiano Gianni Colombo (1937-1993), Espacio elástico, presentada en la Bienal de 1967 y todavía hoy de gran actualidad: el espectador entra en un cuarto oscuro compuesto por una red de elásticos fluorescentes que se contraen ligeramente hasta crear un efecto visual que desorienta y a la vez atrae. La organización del espacio y de la luz en Colombo abrieron el camino a exploraciones en tal sentido en el arte contemporáneo actual.

La muestra de Curiger aparece limpia, ordenada, ligera, es un muestrario de la infinidad de lenguajes artísticos utilizados en la actualidad: instalación, video, fotografía, muy poca escultura y pintura casi inexistente. Los artistas son innumerables y en general pocos convencen realmente, sin embargo, cabe remarcar ciertas obras excelentes como el video de Christian Marclay, The Clock (1910) –artista que proviene del ámbito musical experimental de los años 70–, donde reconstruye un video con duración de 24 horas centrado en tomas de película con el reloj como tema, montado en una secuencia de imagen perfectamente coordinada que lo convierte casi en un filme.

Concluimos con el arista suizo Urs Fisher, quien aborda el tema de la fugacidad de la obra de arte, al reproducir en cera, con perfección absoluta, la enorme escultura Rapto de las Sabinas del Gianbologna, ubicada en la Plaza de la Sgnoria, en Florencia. A lo largo de la Bienal, la escultura se derretirá poco a poco hasta desaparecer.